miércoles, 31 de enero de 2018

Daban primas a los trabajadores que obtuvieran más órganos de bebés abortados en Planned Parenthood


Los escándalos de Planned Parenthood (la transnacional del aborto con filiales incluso en Venezuela),  y la venta de órganos y partes de bebés abortados siguen saliendo a la luz. Cuando parecía que ya no se podía decir más de este caso que ha llegado al Congreso de EEUU y a los tribunales se conocen más detalles de la frialdad con la que se actuaba.
Hally O´Donnell, extécnico de StemExpress, empresa que recogía los fetos abortados de Planned Parenthood y los vendía a otros organismos, ha confesado que su compañía ofrecía bonificaciones y pluses para que obtuvieran todos los órganos y partes de bebés abortados que pudieran.

El testimonio de una extrabajadora
La extrabajadora de StemExpress ha admitido la existencia de estos incentivos, cuya cuantía dependía de las partes del cuerpo o los órganos que consiguiesen. Lo más preciados eran los cerebros, corazones, pulmones y ojos, que se vendían a un mayor precio.
Según recoge Prison Planet, los responsables instaban a los trabajadores a conseguir tanto cuanto pudiesen en el menor tiempo posible sin tener que preocuparse por la seguridad o los dilemas morales a los que se enfrentan las madres embarazadas.
En una circular interna, StemExpress dividía las partes de los fetos en tres categorías. La A, la más valiosa para ellos, eran los órganos principales, la B incluía partes del cuerpo como narices, lenguas y la C, sangre de la madre y del bebé.

"No es una opción"
O´Donnell agrega que siempre hubo una “presión máxima” para obtener órganos puesto que los jefes siempre recordaban que “no es una opción, es una obligación”.
Según los datos que han salido a la luz, StemExpress trabajaba junto a Planned Parenthood en las clínicas de California para extraer los órganos a los fetos para luego enviarlos por mensajería a centros de investigación.
En estos envíos, Planned Parenthood se lucraba, algo totalmente ilegal pues por una ley de 1993, los centros abortistas pueden transferir tejido fetal para investigación a un coste equivalente al que costó conseguirlo, pero no se permite vender con beneficio.
“La evidencia es abrumadora de que StemExpress y Planned Parenthood se dedican a un negocio conjunto con fines de lucro para vender fetos abortados en contra de la ley”, denuncia David Daleiden, presidente del The Center for Medical Progress (Centro para el Progreso Médico), y responsable de los vídeos de cámara oculta que destaparon el escándalo.

ReL

Etiquetas:

Biología, Filosofía y Teología frente a la barbarie del aborto


Para combatir el drama del aborto con eficacia es fundamental la formación, que la sociedad tome conciencia de lo que es realmente el aborto: un vil asesinato de un ser humano indefenso en el seno materno. El gran pecado del aborto no se puede justificar NUNCA en ningún supuesto y desde ningún punto de vista.
El médico y sacerdote P. Álvaro Sánchez Rueda es autor de varios libros (Milagros Eucarísticos. El Dios del sagrario manifiesta su Amor; María, Madre de Dios; El maravilloso don divino de la vida humana; Adoremos al Cordero; Los nombres de la Virgen María etc). En esta ocasión analiza el aborto desde la ciencia y en consonancia con la Filosofía y la Teología.

Los abortistas argumentan, para justificar el aborto, que no están matando a una persona, sino simplemente eliminando un conjunto de células, ¿Por qué lo afirman?
Las razones por las cuales los abortistas afirman, contra la evidencia científica que dice que el embrión es un organismo diferente e independiente de la madre, que solo es “un grupo de células”, pueden ser varias: porque así pretenden acallar la propia conciencia; porque es la forma en la que mantienen en movimiento la industria del aborto; porque están sinceramente convencidos de ese error… En todo caso, lo que se debe considerar es que, por el motivo que sea, la afirmación es voluntarista, carente de todo rigor científico y contraria a la verdad del embrión humano.

¿Qué dice la Iglesia en relación al momento exacto en el que empieza la vida, en el que ya hay un nuevo ser humano? 
La Iglesia afirma que ya hay un nuevo ser humano desde el momento en que el alma se une al cuerpo. ¿Cuándo sucede esto? En el instante de la fecundación, puesto que allí el alma, creada por Dios, es unida al cuerpo, que en este estadio está formado solo por una célula. En la Declaración sobre “la práctica del aborto” De abortu procurato (n. 12), y también en Evangelium Vitae (n. 60), se afirma precisamente esto, que “la vida de la persona humana se inicia en el momento de la fecundación y este proceso inicia a su vez en el momento en el que el espermatozoide se adhiere al revestimiento extracelular del ovocito, la zona pelúcida”
Lo interesante es que, sobre este dato biológico, se apoyan el dato filosófico y el teológico, utilizados por la Iglesia –los tres datos- para afirmar que en el embrión ya hay un nuevo ser humano. Nos puede ayudar en este sentido, el reflexionar acerca del concepto de “persona humana”, según la clásica definición de Boecio: “substancia individual de naturaleza racional”. Según esta definición, se llama persona a un individuo cuya característica principal es la de ser racional, el poseer razón o inteligencia, como es el caso del hombre, aunque no es sólo la razón o la inteligencia -facultad espiritual que brota de un ser espiritual- lo que hace que un individuo sea persona, sino el hecho de que la persona, al ser substancia, subsiste y existe en sí y por sí misma, y esto porque a su vez se fundamenta en el actus essendi, la perfección del acto de ser que actualiza a la esencia o naturaleza racional de la persona humana: “…en la persona, lo que radical y más íntimamente la constituye es su propio actus essendi”.
La persona humana está constituida por la unión indisoluble de alma y de cuerpo, a tal punto, que ni el cuerpo separado de su alma ni el alma separada de su cuerpo, pueden ser llamados personas. Sólo cuando el alma informa al cuerpo, es decir, cuando el alma le comunica de su vida y de su energía al cuerpo, es que el conjunto de ambos, cuerpo vivo por el alma y alma viva que da de su vida al cuerpo, es que el individuo así compuesto puede ser llamado persona. Ésta es la diferencia del individuo humano con respecto a los individuos divinos y angélicos: en que es una persona compuesta por espíritu y materia. En el hombre, el elemento material queda estructurado como cuerpo humano por el alma racional, al hacerlo partícipe del acto de ser personal que es propio e inseparable del espíritu. La persona humana es una totalidad unificada de cuerpo y espíritu.
Conocer la composición de la persona humana de cuerpo y alma es importante, pues esta composición de materia y de espíritu se observa ya desde la fecundación: al constituirse el cigoto, producto de la fusión de los gametos paternos, se infunde el alma por parte de Dios, en un cuerpo que, en este momento, es unicelular, porque es el cigoto, pero no por eso deja de ser “cuerpo”. Y resulta que, este nuevo ser humano –cigoto formado por cuerpo y alma-, es luego adoptado por Dios, por medio del bautismo sacramental, para convertirlo en hijo adoptivo suyo. Por tanto, los datos biológico, filosófico y teológico, se entrelazan mutuamente, sirviendo de apoyo, los unos para los otros, para reflejar esta verdad: el cigoto es persona humana, distinta biológica, filosófica y teológicamente distinta, a la persona de la madre y también del padre.

¿Cómo ratifica lo explicado anteriormente la ciencia médica? 
La ciencia médica lo ratifica mediante la comprobación, por análisis científico, del hecho de que el nuevo individuo, producto de la fecundación, posee una carga genética que no es ni la del padre ni la de la madre, sino una nueva carga genética, que incluye la de los dos progenitores, pero que es independiente de ellos.
El inicio de la vida de un nuevo ser humano, producida en el momento de la fecundación del óvulo, es una evidencia científica y como tal es sostenida por Academia Nacional de Medicina, en su Declaración del 23 de septiembre de 1995: “La puesta en marcha del proceso de formación de una vida humana se inicia con la penetración del óvulo por un espermatozoide. La nueva célula restante (cigoto), contiene su propio patrimonio cromosómico, donde se encuentra programado biológicamente su futuro; y, este hecho científico, con demostración experimental, es así tanto dentro como fuera del organismo materno”.
Esto quiere decir que el cigoto, aun cuando se trate de una célula, se trata ya de un ser humano, con una carga genética propia, personal, que es distinta a las de la madre y el padre. Es una célula nueva, llamada “pluripotente”, en la que está contenida toda la información genética necesaria para el desarrollo del nuevo ser humano, tal como lo afirma el P. Basso en su libro Nacer y morir con dignidad: “La fusión del óvulo materno y del espermatozoide paterno da origen al huevo o cigoto, célula única, autónoma, distinta del padre y de la madre, pluripotente, de la cual se formarán todos los órganos del nuevo ser en desarrollo”. 

Sería siempre un nuevo ser humano, nunca un ser vivo simplemente, como dijo erróneamente algún político…
Afirmar que un cigoto humano, proveniente de la fusión de un espermatozoide humano con un ovocito humano, no es un ser humano, sino “simplemente un ser vivo”, es irracional y significa ir en contra de toda evidencia científica. Que el cigoto humano es un nuevo ser humano no es una cuestión de dogma o de fe –no estamos diciendo que los dogmas y la fe que de ellos se deriva no sean “científicos”, puesto que son afirmaciones científicas, aunque pertenecen a otro orden de ciencias, la ciencia teológica-: es demostración científica en su máxima pureza.
A quienes afirman que el cigoto es “un ser vivo” y no “un nuevo ser humano”, se les puede responder de un modo científico –se encuentra en cualquier manual de Biología de nivel de Escuela Secundaria-, que contrasta el enfoque empírico –no científico- de las ideologías anti-vida: el embrión uni-celular –el cigoto- es el resultado de la fusión de los gametos sexuales materno –ovocito- y paterno –espermatozoide-; al fusionarse, aportan cada uno 23 pares de cromosomas, restituyendo así los pares de cromosomas normales constitutivos de toda célula humana, a la par que aportan los denominados “cromosomas sexuales”, de cuya combinación se configura la sexualidad del nuevo ser. Este “nuevo ser” no puede ser otra cosa que “humano”, puesto que está formado por gametos sexuales humanos. La vida humana comienza con la fusión de los gametos sexuales humanos y el resultante de esta fusión no es un mero “ser vivo”, sino un “ser humano”, pues solo puede ser “ser humano” aquello que nace y se deriva de gametos y cromosomas humanos.
La distinción entre “ser vivo” y “ser humano” se comprende mejor por la teleología: el ser humano, que posee la capacidad de conocer la Verdad y amar el Bien, alcanza su plenitud y felicidad en el conocimiento y el amor de Dios, lo cual no sucede con un simple “ser vivo”, como por ejemplo una planta o un animal, que no poseen estas capacidades espirituales.

¿Cómo se demuestra que la vida del cigoto es distinta a la de la madre? 
Está demostrado que, desde el inicio mismo del proceso de la fecundación, el cigoto –que, como hemos visto, tiene una carga genética propia-, se desenvuelve con un ritmo biológico inscripto en su propia codificación genética, ritmo que no depende de la madre, sino de sí mismo. Para abundar un poco en el tema, y citando al P. Basso, podemos decir que la carga cromosómica aportada por los gametos paterno y materno, a la par que reconstituye el número normal de cromosomas, configura la totalidad del depósito del material genético (genotipo) del nuevo individuo, el cual se expresará externamente (fenotipo) a medida que transcurra el tiempo, pero nada de lo genéticamente expresado (fenotipo) será agregado a lo genéticamente constituido (genotipo) desde el momento de la fecundación, porque la información genética del nuevo individuo está contenida en los 23 pares de cromosomas.
Es decir, en los 23 pares de cromosomas se contiene el código genético en donde está la totalidad de la programación del nuevo ser humano, el cual es humano y es “ser”, valga la redundancia: es decir, pertenece a la especie humana, y es “nuevo”, en el sentido de que su constitución genética y cromosómica, derivada de la unión de los gametos paterno y materno, es distinta a la constitución genética y cromosómica de sus progenitores. Parece una redundancia obvia –de la fusión de gametos humanos se deriva un nuevo ser humano-; sin embargo, es necesario decirlo, puesto que aun lo que es obvio, en nuestros días parece no serlo.
Un autor –A. Serra, en un libro en italiano llamado: Identitá e statuto dell’embrione umano: il contributo della biología– lo dice claramente: “Lo que somos biológicamente los adultos, no es esencialmente otra cosa que lo que fuimos como óvulos fecundados”. Y también: “Luego de la fusión del espermatozoide y el ovocito (…) se forma una nueva célula: el cigoto o embrión unicelular. Ésta comienza a operar como un sistema único, es decir, como una unidad, un ser viviente ontológicamente unitario, esencialmente similar –si bien con algunas peculiaridades- a toda otra célula en fase mitótica”.
Estas consideraciones son importantes porque si bien algunos distinguen un estadio denominado pre-embrionario hasta el 14º día, luego de lo cual sería “embrión” propiamente dicho, y en relación al embarazo unos distinguen entre “gestación”, que iría desde la fecundación hasta la implantación, para luego dar inicio al “embarazo” propiamente dicho, desde el momento de la implantación, la distinción es irrelevante en cuanto a la consideración del estatuto biológico y metafísico del cigoto: el cigoto ya es una persona humana, sea embrión o pre-embrión, se haya implantado o no, y atentar contra él, será atentar contra la vida de una persona humana; este atentado contra la vida de una persona humana en este estadio de cigoto, se denomina: “aborto”.

Nunca sería, como afirman las feministas, parte del cuerpo de la madre… 
De ninguna manera y bajo ningún argumento racional y científico, puede decirse que el cigoto, el embrión, es “parte del cuerpo de la madre”. Como hemos visto, lo más particular en esta célula llamada cigoto, es que se trata de un embrión, en estado unicelular, pero un embrión humano, con su genoma propio y particular, resultado de la combinación de los genes de los gametos paternos, pero totalmente distinto a ellos –es decir, genéticamente no es solo distinto a la madre, sino también al padre o progenitor varón-, puesto que se trata de una recombinación de dichas cargas genéticas: el dato científico y biológico establece que el cigoto es ya un individuo humano y, por lo tanto, una persona humana con derechos: “La biología manifiesta de modo contundente a través del ADN, con la secuenciación del genoma humano, que desde el momento de la concepción existe una nueva vida humana que ha de ser tutelada jurídicamente. El derecho a la vida es el derecho humano fundamental”. 
Es precisamente este nuevo genoma el que representa el “principal centro de información para el desarrollo del nuevo ser humano”. Dice así un autor: “…tan pronto como los veintitrés cromosomas paternos se encuentran con los veintitrés cromosomas maternos, está reunida toda la información genética necesaria y suficiente para determinar cada una de las cualidades innatas del nuevo individuo (…) la información contenida en los cuarenta y seis cromosomas (…) resultará descifrada por la maquinaria del citoplasma del huevo fecundado (…) y el nuevo ser empieza a manifestarse tan pronto como es concebido. Que el niño deba después desarrollarse durante nueve meses en el vientre de la madre, no cambia estos hechos (…) el ser humano comienza con la fecundación”.
Desde la fecundación y constitución del cigoto y durante nueve meses, esta célula será el mismo, único, irrepetible y completo ser humano, que desenvolverá la información de su genoma, para convertirse, de embrión unicelular a niño a término. Como sostiene un autor, “después de la fecundación no puede señalarse ningún momento de cambio radical que autorice a opinar que ahí empieza la vida humana; es una arbitrariedad incompatible con conocimientos elementales de Neurobiología” y de Embriología. Es decir, es absolutamente científico afirmar que, con la fecundación, ya se inicia un nuevo ser humano: “(…) No hay desarrollo cuantitativo y cualitativo a partir del cigoto, que permita señalar un momento posterior en el que se acceda a la condición humana.
Es estrictamente científico afirmar que en el cigoto y en sus fases ulteriores de transformación (…) existe ya, potencialmente, un nuevo ser humano”. E incluso, luego de nacido, el genoma humano particular adquirido en la concepción por ese ser humano particular, continuará siendo el mismo, único, irrepetible y completo. Esto nos hace ver que ya desde el momento mismo de la fecundación, nos encontramos, según los datos aportados por la biología, con un ser humano poseedor de un genoma humano, cuyo cuerpo, por así decirlo, consta de una sola célula, el cigoto, pero en lo esencial y desde el punto de vista de la biología, en nada difiere de un ser ya constituido en un espécimen adulto.
El cigoto –y luego el embrión y luego el niño por nacer y luego el niño recién nacido- es un ser humano que posee su propio cuerpo y su propia alma, solo que, en este momento de su desarrollo, su cuerpo está formado por una sola célula, pero es indudable que NO ES parte del cuerpo de la madre. Si fuera parte del cuerpo de la madre, su código genético debería ser exactamente el mismo del de la madre, y no lo es, es el resultado de la unión de las cargas genéticas de los gametos paterno y materno.

Caería la tesis feminista de que la mujer puede hacer lo que quiera con su cuerpo… 
Totalmente, porque no hay forma de sostener, de modo científico y racional –y también metafísico o filosófico-, que el cigoto forme parte del cuerpo de la madre. Es una sola célula, el cigoto, pero es el cuerpo de un individuo distinto al organismo materno y por lo tanto debe ser considerado como tal, como una persona humana independiente de la madre. Va contra toda evidencia científica considerar al cigoto –futuro embrión- como “parte del cuerpo de la madre”: equivaldría a decir que el cigoto es, ontológicamente hablando, igual a cualquier otro órgano materno –hígado, riñones, etc.-, lo cual es absurdo, además de ser un grosero error científico.

Javier Navascués / AlF., 2018 

Etiquetas:

LA CASTIDAD




Es una pena que NO se hable frecuentemente sobre esta virtud, cediendo ante el ambiente de desorden sexual que vive Occidente, siendo las primeras víctimas los jóvenes, que no conocen que el acto sexual tiene un sentido trascendente muy serio, y lo toman a juego, buscando placer como un fin en si mismo, y llamando “amor” a cualquier sentimiento afectivo o de deseo que sienten…, sin conocer el verdadero significado del término. En muchos casos, pierden la virginidad por presiones intrascendentes.

La práctica de la Castidad, mantiene la “integridad” de las fuerzas de la vida y del amor en la persona humana, es lo opuesto a la dispersión.

Esta “integridad” asegura la unidad de la persona, y se opone a todo comportamiento que la pueda lesionar. No tolera, ni la doble vida, ni el doble lenguaje.

La Castidad implica un aprendizaje del dominio de sí. La alternativa es clara, o el ser humano controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado.

La Dignidad del ser humano requiere que actúe siempre según una elección consciente y libre, y no bajo la presión de un ciego impulso o de la mera coacción externa.

El ser humano respeta su dignidad cuando, liberándose de toda esclavitud de las pasiones, persigue su verdadero fin, que es la libre elección del Bien, y se procura con eficacia y habilidad los medios adecuados para alcanzarlo (conocimiento de si mismo, conocimiento y práctica de principios y virtudes, crecimiento espiritual y conocimiento de su fe, reconocimiento y respeto de la dignidad del otro, sentido de la existencia, sentido de trascendencia, conciencias de lo que es el Amor, planteamiento de metas e ideales, etc.).

La Castidad forma parte de la virtud de la Templanza, la cual nos conduce a “impregnar de racionalidad” las pasiones, y los apetitos propios de la sensibilidad humana.

El dominio de si, es una obra que dura toda la vida. Nunca se considera adquirido de una vez para siempre. Supone un esfuerzo reiterado en todas las edades de la vida. El esfuerzo requerido puede ser más intenso en ciertas épocas de la existencia.

La virtud de la Castidad se desarrolla, por ejemplo, con la práctica de la sana amistad. La amistad nace de la simpatía mutua y el compartir intereses, del interés por la persona del otro, por su mejoría y desarrollo.

Los “novios” están llamados a vivir la Castidad en la CONTINENCIA (moderación de las pasiones o sentimientos. Abstinencia del “acto” sexual antes del matrimonio). El noviazgo es una prueba necesaria, donde los novios han reconocer y practicar el mutuo respeto, es un aprendizaje de la fidelidad, una ayuda mutua a crecer integralmente, y la esperanza de recibirse el uno al otro en el Sacramento del Matrimonio para toda la vida. Reservarán para después de casados, las manifestaciones específicas del Amor Conyugal. Esto es posible, a lo largo de la historia muchos lo han hecho así, aunque la cultura actual lo niegue y denigre de la castidad o la presente como un ideal inalcanzable, no es tal. Por lo demás, cuando se practica se descubren sus ventajas o bondades.

1.-Ofensas a la Castidad:
Vienen dadas principalmente por la lujuria, que consiste en el deseo o goce desordenado del placer venéreo. El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado como fin en sí mismo, separado de las finalidades de unión trascendente entre un hombre y una mujer (matrimonio), y procreación (apertura a la vida). Entre estas faltas tenemos:
-La Masturbación: Es la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo. El uso deliberado de la “facultad sexual”, fuera del acto conyugal normal, contradice su finalidad y el sentido íntegro de la “mutua” entrega y de la procreación humana, en el contexto del amor verdadero. Su practica puede traer consecuencias en el campo psicológico (debilitamiento de la voluntad, baja autoestima, introversión o  descaro, melancolía, tendencia a la evasión, compulsión, desvalorización del otro/a, etc.), en el campo intelectual (desaplicación en los estudios o trabajo, dispersión, pereza, desinterés, etc.), en el campo religioso y moral (debilitamiento de la Fe, inclinación a considerar el placer como un fin en si mismo, etc.). Desgraciadamente, la confusión imperante en estos tiempos, causada entre otros por: cierto liberalismo, la ideología de género, la sexología, el homosexualismo, el relativismo, la anticoncepción, los medios de comunicación, etc., han promovido mucho esta práctica.
-La Fornicación: Consiste en cualquier unión carnal que no corresponda al verdadero sentido de la sexualidad humana, la cual se cristaliza en la pareja (hombre y mujer), que busca fundar una familia, y en el caso de los católicos, después de la bendición Sacramental ante Dios. La fornicación es gravemente contraria a la Dignidad de las personas y a la verdadera sexualidad humana, la cual está naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación de los hijos.
-La Pornografía: Es ver la imagen del cuerpo humano o del acto sexual de terceros, ignorando la intimidad intrínseca que les corresponde aunque aquellos no la busquen, para excitar el placer venéreo propio… Todo lo cual desnaturaliza la finalidad del acto sexual, e introduce al individuo, en la ilusión de un mundo ficticio y deformante.

2.-Prácticas que contribuyen a la Castidad
 -La “pureza de intención”: búsqueda del fin verdadero del hombre y de la mujer, y actuar en consecuencia.
-Cultivar “una mirada limpia”: mirar viendo en el otro…, su dignidad como hijo de Dios. Es disciplinar los sentidos y la imaginación.
-Crecer espiritualmente: formarse en ello, cultivar la fe y la oración.
-Practicar la virtud del “pudor”: que reconoce el valor de la intimidad propia y respeta la de los demás. Exige el cuidado en las miradas y en los gestos, en la vestimenta, en el habla. Rechaza la curiosidad malsana, y cultiva la discreción.
-Desarrollar la propia Autoestima: valorarse a si mismo. Cultivar las potencialidades propias. Reconocer la capacidad de ser competente. Responsabilizarse de la propia vida. Asumir actitudes positivas. Descubrir la razón de la existencia y darle sentido a la propia vida.


Según el CIC, y la ciencia objetiva 

Etiquetas:

martes, 30 de enero de 2018

La construcción de la violencia



Una persona violenta ¿nace o se crea? La violencia forma parte de nosotros, de nuestra sociedad. La vemos y percibimos en todos los ámbitos. Sin embargo no todo el mundo es violento, de hecho la mayoría de las personas no lo son. Hablamos con la experta en psicología Victoria Noguerol, experta en tratamientos a personas que son víctimas de esa violencia, así como de abusos pero también que trata a los que ejercen esa violencia, sin duda los que más necesitan ser corregidos y/o tratados.
-Peleas callejeras, adolescentes que amenazan a sus novias, que se ponen gallitos con los padres, profesores...a veces parece mentira que un adolescente pueda mostrarse de una manera tan violenta. ¿Cómo se construye la violencia? ¿Cómo se va instalando en el ser humano? ¿Es un proceso gradual?
-Ese niño no se convierte de repente en un ser violento, el cambio no es radical sino progresivo. Existen diferentes variables intervinientes. Una variable a tener en cuenta es la estructura del cerebro. Las diferentes estructuras que lo componen experimentan notables cambios entre los 6 y los 24 años. Los adolescentes son más vulnerables a las influencias del ambiente al estar predispuestos a la búsqueda de novedad, placer y recompensa (al haber mayor activación del circuito mesolímbico); pero no disponer aún de suficientes recursos para identificar el riesgo y contener la impulsividad (pues su corteza prefrontal está en formación).
Otra de las variables a tener en cuenta es la estructura familiar. Un Ejemplo de ello son los niños de familias donde los padres están muchas horas fuera de casa por trabajo y el niño, “niño llave”, pasa varias horas solo, sin ninguna figura de apoyo y referencia.
Otro perfil cada vez más estudiado son las familias monoparentales donde el adolescente pasa un gran número de horas en la calle, expuesto a múltiples situaciones de riesgo, mientras su progenitor trabaja durante amplias jornadas debido a la necesidad económica. Este perfil puede desencadenar en la pertenencia a grupos violentos, o en la agresión, debido a la rabia acumulada, que es volcada en su progenitor, usualmente la madre. Según estudios, desde el año 2007, más de 17.000 menores de 14 años han sido procesados en España por agredir gravemente a sus padres, ya sea física o psicológicamente.
En otras estructuras familiares, también hay riesgo de violencia al existir sobreprotección y ausencia de límites.
Por último, encontramos la variable del modelado. El ciclo de la violencia nos explica como las conductas violentas ejercidas por los padres sobre los hijos pueden ser repetidas por estos.

-¿Considera que la violencia es estructural? ¿O se puede dar en cualquier ámbito socio económico?
Mientras la violencia física se distribuye en mayor medida en clases socioeconómicas bajas, sobre la violencia emocional y violencia sexual no aparecen datos significativos en cuento a la clase económica o social. En concreto, la agresión sexual se distribuye en todas las edades, clases sociales y culturales (Noguerol, 2005).

-Nacemos con un gen (los mamíferos) que es agresivo. Un gen que (según Steven Pinker) por un lado procura rendimientos o recursos en general (alimentarios, territoriales, económicos o sexuales) y, por el otro se muestra, la agresividad, como algo placentero. ¿Cómo podemos tratar esa agresividad desde la infancia para que el día de mañana no se convierta en algo desbocado?
Para responder a esta pregunta es muy importante aclarar la diferencia entre agresión y violencia. Se habla de agresión como respuesta de defensa y afrontamiento a un peligro potencial, y de violencia como respuesta destructiva propia del ser humano (Echeburúa, 2000). La agresividad desempeña un papel defensivo en el ser humano porque le permite hacer frente a sus enemigos, a sus dificultades. Es un tipo de respuesta presente en todos los animales además de en el ser humano.
Nuestros casi 30 años de experiencia clínica, aportan estudios longitudinales que permiten confirmar cómo las conductas violencias son conductas aprendidas, y priorizar así los programas de prevención y coordinación familiar, social y educativa para intervenir de forma integral en el ciclo de la violencia.
La mejor forma de intervenir, por tanto, es desde la prevención, trabajando en la formación de todos los profesionales para poder detectar los indicadores que ayuden en la denuncia e intervención; trabajando con las familias para ayudar en la detección e intervención; fortalecer la sensibilización social con serias campañas nacionales en los medios donde quede claro que la violencia es un delito y, que la tolerancia ante la misma es cero; y crear programas de atención e intervención eficaces.

-¿De padres violentos, hijos violentos? Refiriéndonos al padre varón.
El comportamiento agresivo es multicausal, pero dado que el papel de la familia en el desarrollo psicológico de la persona es indiscutible, el funcionamiento familiar, es uno de los mayores predictores de la aparición de las conductas agresivas. Se manejan diferentes variables explicativas, observadas nuestra experiencia clínica con niños y adolescentes agresores, para el ciclo de la violencia víctima-agresor, que sería el proceso por el que los sujetos víctimas se convierten en agresores: impulso a salir de la victimización vivida identificándose con el agresor pensamientos distorsionados, que evitan el desarrollo de la empatía y favorecen las justificaciones, patrón de aprendizaje de repetidas agresiones, enganche emocional con el agresor...
Sin embargo, no todos los jóvenes que presenciaron o sufrieron violencia en su infancia se convierten en agresores, la correlación no es simple ni directa. Por ello es importante estudiar los factores que protegen a los menores de convertirse en agresores. El factor más importante que se ha encontrado es el apoyo o vínculo emocional.

-Hablemos ahora de la madre. ¿Qué sucede si es la madre la violenta?
-Respecto a los problemas de conducta, se ha observado que el apego inseguro (en el que el cuidador no atiende de forma consistente las necesidades del niño), especialmente con la madre, puede llevar al desarrollo de problemas internos, y está asociado a la violencia y conductas antisociales posteriores. Se ha observado cómo para el varón resulta más difícil y traumático tanto a corto como a largo plazo soportar la agresión física, emocional y/o sexual de la madre. Por ejemplo, en el caso del abuso sexual, de acuerdo con Finkelhor, los abusos cometidos por mujeres suponen para un varón una mayor barrera de cara a la denuncia, por la estigmatización que en nuestra sociedad conlleva haber sido agredido por un perfil de mujer (dependiente, frágil...). De hecho, en el trabajo en el Centro Noguerol, un módulo complicado en la intervención es la reparación del vínculo madre-hijo y madre-hija, donde resulta imprescindible trabajar las emociones negativas hacia la madre.

-Abusos sexuales y violencia. En el ejercicio de su profesión habrá visto de todo. ¿Qué específica relación guardan estas dos situaciones?
-Respecto a la relación entre abusos sexuales y violencia, la violencia física no es una característica definitoria de la agresión sexual, no correlaciona de forma significativa con el abuso. En nuestra larga experiencia, han sido pocas las veces en la que esa relación se ha dado. El núcleo central de la violencia, en muchos casos, es el establecimiento de miedo o la indefensión, como forma de control y dominio, de una persona sobre otra. La conducta del agresor sexual suele ser muy perversa, precisamente porque engancha a la víctima a través de premios, atenciones especiales, sobornos, amenazas, etc. Por tanto, no es necesaria la violencia física dentro de los abusos sexuales para generar en la víctima graves consecuencias tanto a corto como a largo plazo.
La elevada prevalencia del abuso sexual infantil expuesta por el Consejo de Europa (2014) deja clara la importancia de continuar el trabajo de la formación en sintomatología para detectar los abusos desde todos los ámbitos y así poder intervenir de manera eficaz en esos casos.

Gema Lendoiro / La Rzn. 2018

Etiquetas:

Casi la mitad de los pediatras de Canadá son favorables a aplicar la eutanasia a menores


La Sociedad Canadiense de Pediatras informó recientemente que un número considerable de padres de menores enfermos y de los propios menores han solicitado información sobre la eutanasia. Es por ello que han realizado dos encuestas a los médicos

Las dos encuestas realizadas entre 2.600 pediatras, con una participación del 30 y el 50%, reflejan que casi la mitad de los médicos estaría de acuerdo en que la eutanasia se practicara a menores en fase terminal o que padezcan un sufrimiento “insoportable” (aunque actualmente existen cuidados paliativos que suelen mitigarlo)

Además, casi el 20% de ellos estaría dispuesto a administrar la dosis que provocara la muerte de los niños.

Desde la aprobación de la ley federal sobre la eutanasia, se ha aplicado la misma a más de 2.000 personas. El país norteamericano podría ser el tercero, después de Bélgica y Holanda, en permitir su aplicación a niños enfermos. Un equipo de «expertos» elabora un informe para el gobierno en el que también incluye la eutanasia para personas con enfermedades mentales.

Actuall

Etiquetas:

¿Hay en marcha una expropiación de los hijos?


Los hijos son un don que viene de Dios y que es necesario educar para que vuelva a Él, y esa educación corresponde originariamente a los progenitores. Este artículo denuncia la progresiva sustitución de los progenitores y la familia y de cómo la expropiación de los hijos “los reduce a cosas”.

¿De quién son los hijos? Los hijos no son de nadie porque son de Dios. Hubo un tiempo en el que la idea que el hijo era un don estaba arraigada en el corazón y en la mente de las personas, no sólo de las madres. Un don que viene de Dios y que es necesario educar para que vuelva a Él. Se sentía la procreación como una pertenencia a un ciclo de significado que quitaba al niño de las manos de cualquier poder terrenal, porque era «del Señor».

Este sentir común está aún vivo en muchos progenitores, pero cada vez menos debido a la racionalización técnica y política, que ha asumido también esta forma de dominio, el dominio sobre los hijos.
Las utopías políticas fueron las que produjeron, en los siglos pasados, serias excepciones a la idea que los hijos pertenecían al Señor, empezando por la antigua utopía de Platón, según la cual los niños recién nacidos tenían que pasar inmediatamente a estar bajo la protección del estado, que los criaría en estructuras públicas para que así cada ciudadano, viendo a los jóvenes por las calles y plazas, pudiera decir: «Podría ser mi hijo». La negación de la familia era funcional a la creación de una comunidad política de iguales, con sólidos vínculos recíprocos. Se creía que si los hijos seguían con sus progenitores, la unidad interna de la comunidad se debilitaría y fragmentaría. Esta idea se ha prolongado en la historia y pasa por la comunión de las mujeres en los “falansterios” del nuevo mundo de Fourier, o las indicaciones del Manifiesto de Marx…, hasta llegar a los estados totalitarios de finales del siglo pasado.

El ideal utópico de ciudadanos huérfanos para que puedan sentirse más células del organismo estatal se consolida progresivamente con la formación del estado moderno, que concentra en sí la instrucción y la educación, centraliza la sanidad y la atención a la infancia, debilita las formas familiares de solidaridad y se sustituye, cada vez más, a los progenitores y la familia. Todo esto con el fin de dañar a la Iglesia y a la religión de referencia de las familias, que confiaba a las madres la educación, también religiosa, de los niños y enseñaba una procreación que encontraba su lugar humano específico sólo en el matrimonio.

La Iglesia, con su Doctrina social, siempre ha enseñado que los hijos son de los padres porque era el único modo para que fueran de Dios.
Siempre ha enseñado que del mismo modo que el lugar humano de la procreación es la pareja de esposos, el lugar humano de la educación es la familia.
La educación es, de hecho, una continuación y un llevar a cumplimiento la procreación y corresponde originariamente a los progenitores. Diciendo esto la Iglesia sabía que enunciaba un principio evidente de ley moral natural, pero sabía también que sólo así los niños podían ser educados en la piedad cristiana, los rudimentos del catequismo, las oraciones al ángel custodio. A través de los progenitores, y no del estado, la Iglesia podía hacer que los niños conocieran a Jesucristo. Es el revés positivo de la medalla: el estado sustituye a los progenitores para deseducar a los futuros ciudadanos en lo que atañe al Evangelio; la Iglesia se alía con los progenitores, contra el estado, para educar a los futuros ciudadanos en el Evangelio.

Era una verdadera lucha que la Iglesia no parece querer ya combatir. Hoy, no menos que en la República de Platón, los hijos parecen ser del Estado, que los asume en las propias estructuras desde el jardín de infancia, los forma según sus propios programas y, como la Iglesia justamente temía, los aleja sistemáticamente de Jesucristo, hablando mal de Él, o no hablando en absoluto. La Iglesia ya no protesta por esto y no apuesta por formas de educación alternativa -como las escuelas parentales-, que serían el único modo para que ella, la Iglesia, volviera a educar a los niños a través de la reapropiación de la función educativa de los progenitores. La escuela parental no es sólo la escuela de los padres, sino que es también la escuela de la Iglesia a través de los padres. Sería un modo para volver al principio según el cual los hijos son de Dios, y no del ministro de educación.

Desde este punto de vista, las democracias occidentales no se diferencian de los regímenes totalitarios. El niño es introducido en el «sistema»: es educado por profesores-funcionarios del estado, uniformemente instruidos por la universidad pública y los cursos de formación ministeriales; es precozmente psicologizado por funcionarios del estado, presentes ya en todas las escuelas; es precozmente sexualizado por funcionarios del estado a través de proyectos curriculares inderogables; en lo que respecta a su salud, es examinado desde que está en el vientre materno y, posiblemente, abortado por parte de funcionarios del Estado; por ejemplo, es enviado a hacer un Erasmus (sistema de becas europeo para estudios superiores, generalmente en lugares distantes al hogar) en cualquier otro país donde aprenderá estilos de vida y valores estandarizados por funcionarios de ese estado-no estado que es la Unión Europea; en su recorrido escolar, se le enseñará a usar los anticonceptivos, incluidos los de «emergencia», y la fecundación artificial para que, a su vez, procree otros niños huérfanos.

La cuestión es que las democracias hacen todo esto sin que se vea. La educación de Estado habla de “inclusión” cuando quiere decir “uniformidad”; de “tolerancia” cuando quiere decir “inmoralidad”; de “igualdad de oportunidades” cuando quiere decir “indiferentismo sexual”; de “libertad de elección” cuando quiere decir “sexualización forzada” desde el jardín de infancia, según las directrices emanadas por un despacho cualquiera de funcionarios del estado uniformados en el pensamiento único y dominante. De este modo se deja fuera a los progenitores, que incluso se alegran de ello. La Iglesia también se queda fuera y el niño es deformado incluso antes de que oiga por primera vez la palabra «Dios», si alguna vez la oye.

Los hijos son de Dios, se pensaba antes. Era el reconocimiento de lo absoluto de su valor que se fundaba en la gratuidad del don. Sólo lo que no se paga tiene verdaderamente valor. La procreación debe ser un acto gratuito para que, así, se pueda pensar en la nueva vida como un don gratuito. Lo sabía bien la Humanae vitae de Pablo VI, que precisamente sobre una procreación verdaderamente humana fundaba no sólo la moralidad del acto conyugal, sino la moralidad de toda la sociedad. Si no hay gratuidad allí, en el acto inicial de la vida, ¿cómo podrá haber gratuidad en las otras y sucesivas relaciones sociales?

Efectivamente, desde la anticoncepción en adelante, ha habido una degradación progresiva en la percepción pública de la dignidad del niño. Los niños son concebidos en laboratorios, fabricados a partir de embriones descongelados; son dados en acogimiento o adoptados por parejas homosexuales; son divididos y objeto de pelea de progenitores divorciados; son comprados, vendidos y son objeto de contratos en la abominable práctica del vientre de alquiler; son objeto de la intervención de la sanidad pública ante síntomas de «disforia de género»; son convertidos en objetos clínicos o terapéuticos ante el primer síntoma de ligera dislexia o hiperquinesia; son entregados al sistema del espectáculo y de la publicidad desde pequeños y los padres los ven por la mañana y los vuelven a ver sólo por la tarde-noche.

La Iglesia siempre ha enseñado y defendido el derecho del niño a crecer bajo el corazón de su madre y, antes, su derecho a ser concebido de manera humana bajo el corazón de sus progenitores. Cuando la Iglesia decía que la familia es una sociedad pequeña, pero verdadera, o cuando invocaba el respeto a la subsidiariedad, lo hacía mirando a los niños, en el intento de sustraerlos al Leviatán que quiere apropiarse de ellos.

Platón deseaba una fuerte cohesión interna entre ciudadanos y por este motivo el estado que él había pensado le quitaba los hijos a los padres desde su nacimiento. Sin embargo, lo suyo era, claramente, una utopía. Pero después, los sistemas políticos de la comunidad de mujeres, de la planificación centralista de la procreación, de la eugenesia de Estado, del “género” enseñado en todas las escuelas…, no han producido, y no producen, ninguna cohesión social; más bien, hacen de nuestros niños, cuando son adultos, individuos débiles, aislados y llenos de temor. Expropiar a los hijos los reduce a cosas.

+ Giampaolo Crepaldi / Il Timone / Observatorio Internacional Card Van Thuan / InfoV. 

Etiquetas: