Existen dos preguntas de mucha profundidad que vale la pena sostener en el tiempo y que pueden formularse de diversas maneras: ¿Quieren realmente las mujeres que las dejen solas en la decisión del aborto? ¿Han estado solas las mujeres en la decisión de abortar?

Según las investigaciones del sociólogo T.W. Strahan, el 80% de las mujeres que han abortado en realidad deseaban al niño y declaran que habrían llevado a término el embarazo si su compañero las hubiera alentado a hacerlo.

El Journal of Pregnancy de 2010, P.K. Coleman destacó que el 64% de los varones y de las mujeres involucradas en el aborto declararon no haberlo querido realmente, sino que fueron impulsados a hacerlo. Y el 47,8% de las mujeres afirmaron que fueron inducidas por personas diferentes a su pareja.

¿Quiénes inducen a una mujer a practicarse un aborto?

Aborto: ¿dónde queda la figura del hombre para decidir?

¿Quiénes pueden ser los agentes que induzcan a una mujer a tomar esa decisión de forma directa o de forma indirecta? La respuesta es abismalmente amplia pues cubre: amistades, compañeros, padres de familia, profesores, consejeros, jurisprudencias, contratos laborales.

El entorno social enmarcado en la televisión, el cine, la publicidad en la que se vende los placeres de la alegría de la vida excluyendo radicalmente cualquier compromiso hacia una figura maternal, paternal y que pueda insinuar siquiera el concepto de hogar.

La situación de embarazo la van inyectando en el subconsciente colectivo como: amenaza, inconveniencia, obstrucción, mal momento, accidente, situación inconcebible, y un largo etc. ¿Qué significa todo ello?, la consecuencia final, después de dejar a un lado todas las arandelas ideológicas y jurídicas, es la extirpación de un ser que no recibe siquiera la oportunidad de nacer (¿o debe decirse embrión?).

Se evita categorizarlo como un ser humano

Aborto: ¿dónde queda la figura del hombre para decidir?

Se le nombra de distintas maneras pero se evita la de categorizarlo como ser humano. Desde la temprana posibilidad de «germinación/gestación» se le tilda de «cosa» y que, de dejarlo avanzar, podría hasta llegar a convertirse en… ¡un ser humano! Como si fuese una verdadera amenaza.

Todos los argumentos fortalecen en la psiquis de los futuros padres, el adjetivo de inconveniente. Y sin saberlo, este diminuto ser comienza desde el refugio más perfecto de la naturaleza y que denominamos vientre, una batalla que jamás imaginó, y al que aplicaron el calificativo de «un problema por resolver».

Esto resulta ser una instigación hacia el aborto con todo el profundo significado que el verbo instigar implica (influir en una persona para que realice una acción o piense del modo que se desea, especialmente si es para que haga algo malo o perjudicial).

En otras palabras, se le enseña a las nuevas generaciones que no existe límite y que el aborto no solo es un derecho sino también un servicio. Llámese sociedad de consumo o sociedad del cálculo y control, el hecho es que se está deshumanizando a la gente.

Pero claro, cuando se acude a la tenebrosa arma de relativizarlo todo, se cae en la dimensión conformista de que todo depende de la forma como se analice una circunstancia.

La figura del hombre queda olvidada cuando se habla de aborto

aborto, «La tercera víctima». ¿Por qué la figura del hombre queda olvidada cuando se habla de aborto?

Un asunto que poco o nada tiene cabida en esta tragedia vergonzosa del aborto está en aquel individuo que ha sido completamente anulado de la ecuación: el varón. Es más fácil inculcar la idea que para él es muchísimo mejor no ser tenido en cuenta que permitirse pensar que tiene completo derecho a intervenir en tan seria decisión de «interrumpir un embarazo».

Socialmente se vende la idea de que el asunto es estricta y exclusivamente de la mujer embarazada y totalmente ajeno del varón. Líneas arriba se mencionaban algunos porcentajes sorprendentes de mujeres que no habrían acudido a ese procedimiento médico si tan solo hubieran sido alentadas a no hacerlo por parte de sus parejas.

Aquí las variables son numerosas y se facilita la interpretación de este texto, si solamente se centra la problemática en parejas que por x o y circunstancia no planeada, resultaron embarazadas. Es decir, no se centrará en la astuta argumentación de que todos los casos de embarazo no planeado, resultan ser el fruto de unos escenarios horrorosos en que la mujer es violentada.

Escenario que en debates gubernamentales motivados por intereses económicos, urge convertirse en la regla general. Pero que la realidad indica que se trata de casos particulares y/o puntuales (por no expresarlo como: estadísticamente minoritarios).

Y habiéndose desconocido sistemáticamente el derecho a la vida del bebé en gestación —primera víctima— se llega también de forma dramática a una nueva pregunta:

¿En dónde entra o es tenido en cuenta el padre del bebé?

Aborto: ¿dónde queda la figura del hombre para decidir?

Llegando a situaciones extremas de anularlo totalmente, estableciendo leyes sobre la absoluta imposibilidad legal por parte del papá de querer hacer presencia en tan delicada decisión.

¿Qué ocurre con aquellos hombres a los que se les negó la oportunidad de oponerse, de quejarse, de expresarse? ¿Sus heridas psicológicas y dolor moral no son ni medianamente comparables con las heridas de aquellas jovencitas que consiguieron comprender la crueldad que implicó dicha decisión?

A través de investigaciones de especialistas de la psicología, asesores espirituales, encuestas, demandas y quejas de jóvenes, viene abriéndose paso la necesidad de concientización sobre esta tercera, desconocida e infra-valorada víctima en los casos de aborto: el hombre.

Particularmente –como es apenas obvio—, cuando estos al enterarse por su pareja (cosa que no siempre ocurre) intentan desesperadamente impedir que el procedimiento médico se haga. Sí, esos casos existen y sus testimonios son tan desgarradores como los de aquellas mujeres que acudieron al aborto.

Artículo elaborado por Carlos G. Romero S (40días por la vida Colombia).