jueves, 28 de septiembre de 2017

Hijos privados de padre o madre: un «triunfo» del lobby gay preparado por el divorcio heterosexual


Por primera vez en la historia se está teniendo hijos con la expresa determinación, no solo de que ignoren su filiación, sino de que resulte imposible averiguarla. Lo denuncia, respecto a las parejas gay, alguien que también llevó una vida homosexual, Doug Mainwaring, en un artículo en The Public Discourse (1) donde asimismo recuerda que, antes que las paternidades forzadas de las parejas del mismo sexo, muchos matrimonios causan a los hijos un dolor similar con su divorcio:

¿PUEDO HABLAR CON MI PADRE, POR FAVOR?
Cuando empezaba a salir del armario a principios de los años 90, un tipo que se llamaba a sí mismo Tex, me ofreció una versión breve de la historia de su vida mientras nos tomábamos unas copas en un bar de Dupont Circle [barrio de Washington, DC]. La conversación tomó un giro inesperado: me explicó que su pareja de ese momento había cruzado medio país, abandonando a su ex mujer y a sus hijos. A veces, cuando Tex respondía al teléfono fijo de la casa de éste (entonces no había celulares), oía una voz infantil preguntando con cautela: "¿Puedo hablar con mi padre, por favor?". Era la hija de ocho años de su pareja, llamando desde algún lugar en las Montañas Rocosas. Tex me dijo que le causaba mucha desazón que la hija de su pareja tuviera que pedir permiso a un extraño para poder hablar con su padre.
Cuando pienso en esta niña, mis pensamientos me llevan a gente como Alana Newman y otros que tienen como padres a anónimos donantes de esperma. Muchos de ellos se han hecho a diario esta misma pregunta en su corazón: ¿puedo hablar con mi padre, por favor?
Alana Newman es la fundadora del proyecto Anonimous Us [Nosotros los Anónimos] (2), que recoge testimonios de personas víctimas de la ingeniería reproductiva y/o la subrogación, que les hizo nacer sin poder conocer a su padre, a su madre o a ambos.
Cuando empecé a hablar abiertamente sobre el peligro para los niños que conlleva el matrimonio entre personas del mismo sexo, me fue difícil encontrar defensores del matrimonio sin género que se ofrecieran a participar en debates cara a cara intelectualmente honestos. Entonces me di cuenta: al menos la mitad de las personas que querían sacudirme con frases hechas y eslóganes eran el resultado de matrimonios rotos.

Un diálogo esclarecedor
A principios de 2013, después de participar en una mesa redonda, un joven me acusó de ser injusto hacia los gays, las lesbianas y sus hijos. Aproveché la oportunidad y le pregunté de sopetón:
-Tus padres, ¿se divorciaron cuando eras niño?
Se quedó atónito por la pregunta personal, pero respondió:
-Sí -su rostro dejó de tener una expresión de suficiencia.
-¿Vivías con tu madre?
-Sí.
-¿Veías mucho a tu padre?
-No, casi nunca le veía.
-¿Le echabas de menos? ¿Te hubiera gustado pasar más tiempo con él?
-Sí, claro -respondió, con un poco de tristeza.
-El divorcio de tus padres, ¿aumentó tu alegría o tu tristeza?
-Mi tristeza.
-Por lo tanto, tus padres desmantelaron tu hogar y crearon dos nuevas estructuras poniendo en primer lugar sus necesidades, no las tuyas. De hecho, fueron estructuras que garantizaron tu continua infelicidad. Aprendiste a vivir con ello, porque como niño no podías tener ningún tipo de control sobre sus acciones, pero estas nuevas estructuras no fueron necesariamente construidas pensando en tu bien.
-La verdad, no lo fueron. Y no pude decir nada al respecto. Era un niño.
-Exactamente. Por lo tanto, ¿por qué debería ser diferente para los hijos de los gays y las lesbianas, a los que se les está negando tener un padre o una madre? ¿Realmente crees que tener dos madres o dos padres es exactamente lo mismo que tener un padre y una madre que te aman y te cuidan? ¿Lo dices en serio? ¿Tener otra madre en la casa habría llenado tu anhelo, o seguirías teniendo en tu corazón el deseo, no correspondido, de ver a tu padre?
-Ya veo.
-Entonces, ¿por qué quieres condenar a otros niños a no tener padre? ¿O a no tener madre?

Lo comprendió. No le gustó, pero lo comprendió... y se fue. No tengo ni idea si cambió de parecer, pero por lo menos oyó y escuchó un punto de vista opuesto, uno que resonó dentro de él.
Mientras me iba, pensé: "Si quiero ser intelectualmente honesto, no puedo seguir hablando en público contra los peligros del matrimonio sin género y no hablar, al mismo tiempo, del mal objetivo que es el divorcio para los hijos". El divorcio es, exponencialmente, una amenaza mucho mayor y más generalizada para los niños que la perspectiva de que los gays críen a los hijos sin una madre, o que las lesbianas hagan lo correspondiente sin un padre. Suspiré: había mucho por deshacer y volver a hacer.

El padre pródigo
Cuando mi mujer y yo llevábamos ya unos años divorciados, empezó a ser normal para ella llamarme para que fuera a su casa porque el menor de nuestros hijos estaba descontrolado. Cuando llegaba, me encontraba con el caos. Nuestro hijo se había enfadado por un motivo cualquiera y esto había desencadenado una rabia totalmente desproporcionada respecto a la causa inicial. Gritaba y chillaba y pataleaba; después, se aislaba en su habitación. Nadie podía entrar. Era devastador. Por suerte, al cabo de un rato se calmaba y todo volvía a la normalidad.
Su rabia solía desembocar, a veces, en discusiones con mi ex. ¿Qué podíamos hacer con su problema de comportamiento? ¿Necesitaba medicación? ¿Necesitaba recibir algún azote? ¿Necesitaba la ayuda de un psicólogo?
Después de que esta escena se repitiera varias veces, tuve claro lo que realmente necesitaba nuestro hijo. Sólo una cosa: que sus padres volvieran a estar juntos y que se amaran. La división y ruptura de nuestra familia había causado un estrés insoportable en la tierna mente de este niño de cuatro años. Su padre y su madre eran los culpables de todo esto; y, sin embargo, nosotros lo estábamos enfocando como si fuera su problema.

Nuestro pequeño no tenía ninguna culpa, pero yo sí.
Mi ex esposa y yo necesitamos unos años más para recuperar el sentido común. En el ínterin, nuestros hijos vinieron a vivir conmigo. No era una solución, sino simplemente una solución temporal para reducir la tensión de una situación incómoda. Si bien esto resolvió algunos problemas, creó otros, por lo que siguió siendo una respuesta completamente insatisfactoria.
Para justificar el seguir divorciados y mantener dos hogares, nosotros, adultos, estábamos imponiendo una farsa, exigiendo a todos los que nos rodeaban -sobre todo a nuestros hijos- que aceptaran como algo justo nuestra búsqueda egoísta y nuestra incapacidad de resolver las cosas. En realidad, lo único que habíamos hecho era deshacernos de nuestros problemas y alterar a nuestros hijos. Nos estábamos quitando de encima nuestro propio estrés para cargarlo sobre los hombros de nuestros hijos.
Maravillosamente, una docena de años después, finalmente abandonamos las pretensiones y ahora somos, de nuevo, marido y mujer, casados con niños. Hemos necesitado un largo recorrido de curación, y algunas de las heridas sanadas han sido un sorpresa total. Nunca sabremos qué 0dificultades potenciales adicionales les hemos evitado a nuestros hijos.

Una lección desde Hollywood
Nunca antes en la historia los niños han nacido con el propósito explícito de privarles de una madre o un padre. Sin embargo, los niños que llegan a este mundo para satisfacer los deseos y necesidades de las parejas gays y lesbianas llegan a este mundo precisamente así. Viven con el conocimiento que uno de sus padres biológicos será siempre un enigma, un fantasma.
Hasta hace poco, los hijos eran considerados un regalo de Dios. Ahora, las nuevas leyes que hacen del matrimonio algo indefinido están produciendo, tristemente, también hijos indefinidos, reducidos a ser meros bienes inmuebles y fuente de plenitud. Por un lado, su árbol familiar no consiste en una serie de antepasados, sino en un pequeño ejército de subrogados anónimos, de donantes y de abogados que sustituyen al género ausente en matrimonios sin género.
Aunque pueda parecer extraño, la película de Disney de 1998 Tú a Londres y yo a California (remake del clásico de 1961 Tú a Boston y yo a California, con Hayley Mills) puede enseñarnos mucho sobre hijos que crecen con dos padres gays o dos madres lesbianas.
En la película, dos niñas que se parecen muchísimo, Hallie Parker y Annie James, se conocen en un exclusivo campamento de verano de Nueva Inglaterra. Pronto descubren que son gemelas y que fueron separadas al poco de nacer. Deciden intercambiar sus identidades y el lugar donde viven. Ambas sienten una gran necesidad de conocer al progenitor que les falta, por lo que se cambian el aspecto, el corte de pelo, la manera de moverse, la voz y el acento para ir a un país extranjero y poder tener subrepticiamente unos días el padre o la madre que siempre han deseado.
Hallie vive con su padre en una zona de viñedos de California, en una bonita mansión situada en una colina, con piscina y establos. Tiene un padre muy atractivo que es un vinicultor de éxito. En resumen, lo tiene todo, pero anhela la madre que le ha sido negada. Por su parte, Annie vive en una mansión en un barrio elegante de Londres. Su hermosa madre es una diseñadora de moda mundialmente famosa. Tiene servicio y un Rolls-Royce con chófer a su disposición. Sin embargo, Annie también anhela el padre que le ha sido negado.
Ambas niñas tienen una envidiable vida de ensueño. Pero los espectadores que ven esa película, la mayoría de los cuales no disfruta de esa riqueza y seguridad en sus vidas, sienten lástima por las niñas, porque a cada una le falta un progenitor. Esta ironía es, precisamente, el centro de la película.
Es interesante también que la tía de Hallie vive en la casa y es una especie de figura materna subrogada, mientras que el abuelo materno de Annie vive con ella y su madre, y es una especie de figura paterna para Annie. A pesar de que estos dos maravillosos, optimistas y cariñosos hogares monoparentales tienen un familiar del sexo opuesto cercano y afectuoso, en los corazones de Annie y Hallie sigue habiendo un agujero del tamaño del Gran Cañón.
En la película, los adultos son los responsables de separar a los hijos. En el caso de hijos producto de matrimonios sin género, los adultos son responsables de la carencia. Carencia que se graba de manera permanente e irrevocable en los corazones y almas de seres humanos creados para un matrimonio sin género. Los niños que son diseñados para matrimonios gays se enfrentan a una vida más desdichada desde el día de su nacimiento, pues dos hombres los arrancan del vientre alquilado de su madre subrogada, negando al niño lo que seguramente es la única oportunidad de sentir el abrazo de una madre. Esta oportunidad perdida es lo más cerca que su hijo estará de tocar a alguien que es, de alguna manera, su madre.
A medida que el niño crece, se descartará, silenciará, eliminará con risas y no se tomará en serio su deseo de tener una madre. Porque, después de todo, papá no ve la necesidad de tener a una mujer en su vida. Entonces, ¿por qué su hijo debería tener esta necesidad? Anhelar una madre se convierte en un insulto para el hombre sin esposa, o para la pareja de hombres con la que crece. Mejor sufrir en silencio que correr el riesgo de enfadar a papá, o a los papás, sacando a relucir el tema más tabú de todos.
Es necesario que pensemos seriamente en las consecuencias, no intencionadas e irreflexivas, que acechan -o que son escondidas a propósito- detrás de nuestra aceptación del matrimonio sin género y, lo que es más importante, la continua indiferencia de nuestra sociedad hacia el divorcio y los hogares monoparentales. Cuando se tratan estos temas, los adultos bostezamos aburridos. Los niños, en cambio, en cualquier lugar del mundo tienen otras respuesta: lloran hasta quedarse dormidos.

Cuando se trata de paternidad, los hombres necesitan ser hombres
Los hombres que se divorcian, los hombres que se casan con otros hombres para criar a sus hijos, o que anónimamente venden su esperma, siguen los pasos de Esaú. Pero no estamos vendiendo nuestro derecho de progenitura por un plato de lentejas. Estamos comerciando con nuestros hijos. Y lo hacemos despiadadamente, vendiendo su mayor tesoro (que es crecer con sus padres biológicos, con una familia biológica intacta) a un precio ínfimo.
Este mundo no necesita que nosotros, hombres, cojamos egoístamente lo que queremos, sobre todo si el precio es el bienestar de nuestros hijos. Se supone que los hombres deben hacer lo contrario: los hombres deben proteger a sus hijos de la infelicidad, la soledad y de otras amenazas. Los hombres de verdad no convierten en víctimas a sus propios hijos en su propio beneficio. Los hombres protegen, absorben el estrés y las dificultades en lugar de desviarlas hacia sus hijos. Los hombres se mantienen en la brecha [movimiento lanzado por el obispo Thomas Olmsted, de Phoenix (Estados Unidos) para la recuperación del valor del hombre ante la vida familiar].
Cuando se trata de paternidad, nuestra cultura necesita hombres que sean hombres. Para algunos, esto puede significar renunciar a ciertos sueños, o a nuestros propios anhelos. Nuestra cultura está cada vez más dominada por hombres egoístas y cobardes. C.S. Lewis diría que estamos en una generación de hombres sin pecho [título del primer capítulo de “La abolición del hombre”, de C. S. Lewis].
El Papa San Juan Pablo II nos dijo en “Cruzando el umbral de la esperanza” que: "el pecado original intenta abolir la paternidad, destruyendo sus rayos, que penetran en el mundo creado, e induciendo a dudar sobre la verdad de que Dios es Amor" (las cursivas son suyas). Actualmente, se mina el matrimonio, la familia e incluso el género de todos los modos posibles. La paternidad, sobre todo, está siendo objeto de un ataque violento e implacable. Somos nosotros, los hombres, los que tenemos que presentar batalla.
Nuestros hijos se merecen algo mejor. Nuestros hijos no necesitan superhéroes; necesitan sólo esos héroes corrientes, tranquilos y desconocidos que responden al nombre de "Papá", un nombre que no tendrían que decir por teléfono, sino susurrar en nuestros oídos mientras, seguros y felices, descansan en nuestros brazos.

by  Doug Mainwaring, the public discourse / Rel, 2017/Traducción de H. Faccia

  1. http://www.thepublicdiscourse.com/2017/03/18769/
  2. https://anonymousus.org/

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Los bebés no nacidos experimentan dolor durante el primer trimestre de embarazo


El que el sistema nervioso se desarrolla más pronto de lo se que pensaba tiene implicaciones en la capacidad para sentir dolor de los bebes en sus primeras semanas.
 Aunque no hay razón lógica por la cual la falta de capacidad humana para sentir dolor justifique poner fin a la vida de un bebé nonato, es un argumento muy utilizado de parte de los defensores del aborto para alegar que es aceptable en las primeras etapas del embarazo. Sin embargo, la afirmación predominante de que los bebés no sienten dolor en el primer trimestre puede tener que ser reexaminada, como informa Live Action (1)
Y es que un estudio publicado en la revista Cell el 23 de marzo de 2017 revela que el sistema nervioso de embriones y fetos puede estar mucho más desarrollado de lo que se creía anteriormente. Con el título «Visualización tridimensional y análisis del desarrollo humano temprano» (2), el estudio muestra que los bebés no nacidos en el primer trimestre tienen patrones de nervios «parecidos a los adultos». Los investigadores encontraron que «el patrón adulto de inervación de la piel se establece antes del final del primer trimestre, y existen importantes ramificaciones individuales de los tejidos nerviosos».
Aunque es demasiado pronto para concluir que el sistema de nervios observado en embriones y fetos permitiría al niño en desarrollo sentir dolor, la nueva investigación muestra que el sistema nervioso se desarrolla mucho antes de lo que se había pensado anteriormente, lo que podría apuntar a la sensibilidad al dolor.
¿Qué evidencia hay para el dolor fetal?
Por ahora, es casi concluyentemente comprobable que los bebés prematuros pueden sentir dolor a las 20 semanas de gestación, aunque responden al tacto tan pronto como 8 semanas. También hay una creciente evidencia de que los bebés no nacidos pueden sentir dolor mucho antes de 20 semanas (posiblemente hasta cinco semanas). Existe cierta evidencia para demostrar que el dolor fetal puede ser aún peor en el primer trimestre, debido a la maduración irregular de la neurofisiología fetal.

LifeSiteNews/InfoC., 2017
  1. http://www.liveaction.org/news/new-study-finds-preborn-babies-may-feel-pain-in-first-trimester/
  2. http://www.cell.com/cell/fulltext/S0092-8674%2817%2930287-8

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Un adolescente sometido a terapia de “cambio de sexo” se arrepiente dos años después



Se sometió a una terapia hormonal para feminizarse con el aval de su madre

Un adolescente australiano, con el aval de su madre, se sometió a una terapia hormonal para feminizarse, pero se arrepintió dos años después. Entrevistado en el programa de televisión 60 Minutes de Channel 9, Patrick Mitchell reveló que comenzó su terapia a los 12 años.

En esa época, dijo, “como que tienes una imagen de cómo es ser un chico o una chica, pero cuando realmente lo experimentas es bastante diferente”.

Como resultado del tratamiento hormonal al que se ha visto sometido en los últimos dos años, tras ser diagnosticado con “disforia de género”, Patrick ha desarrollado senos, los que serán luego reducidos quirúrgicamente en Corea del Sur. “Comencé a desarrollarme como una chica lo haría, que era lo que quería en ese momento pero ahora no es de mucha ayuda”, señaló.

Al ser consultado por qué le hizo darse tomar la decisión de frenar su terapia de cambio de sexo, Patrick señaló que “me di cuenta de que puedo ser feliz sin cambiar totalmente quién soy”.

La cirugía de reducción de senos, dijo, será “probablemente el paso final en volver a ser normal”, para poder así dejar de usar ropa holgada y poder “nadar y practicar deportes”.

ACI, 2017

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miércoles, 27 de septiembre de 2017

Political Network for Values


Ante el avance de la Cultura de la Muerte y de la Ideología de Género, han surgido iniciativas como ésta, para defender, al más alto nivel, valores como la vida, la familia, el matrimonio natural, la libertad…, entre otras cosas

Political Network for Values es “La Red Política por los Valores”, nació del esfuerzo iniciado por Jaime Mayor Oreja, junto con representantes políticos de Hispanoamérica, Estados Unidos y Europa para crear un diálogo y una cooperación transatlántica sobre los valores esenciales que dieron lugar a la civilización occidental.

Después de algunas reuniones bilaterales, los participantes reafirmaron la necesidad de aunar esfuerzos internacionalmente en la defensa de estos valores compartidos, para así abordar amenazas y problemas comunes simultánea y más eficazmente.

En Diciembre de 2014, tuvo lugar la primera Cumbre Transatlántica en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, con motivo del XX Aniversario del Año Internacional de la Familia, durante la cual se formalizó la Red Política por los Valores como una plataforma de trabajo internacional para legisladores y gobernantes. Como marco de referencia se definió un Decálogo de Valores compartidos que ha sido expresamente ratificado por sus miembros.

Desde esta plataforma se fomenta una agenda política internacional para la protección de toda vida humana, la familia como pilar de la sociedad y las libertades fundamentales. PNfV Washington 2015Una red en donde los representantes políticos no solo comparten sino que también defienden y promueven activamente estos valores a nivel local y global, con el apoyo del extraordinario capital social e intelectual del que disponemos.

La red actúa como vertebradora de este diálogo transatlántico cuyo fruto es la promoción de una agenda “glocal” para el bien común. Durante los dos últimos años, la PNfV (por sus siglas en inglés) ha desbordado sus expectativas, construyendo una red creciente y activa a nivel internacional comprometida con la protección de la vida, el matrimonio, la familia, la libertad religiosa, de conciencia y educación.

Las dos cumbres organizadas en Nueva York (2014) y en Washington, D.C. (2015), reunieron en total a 120 representantes políticos de 27 países, además de 125 representantes de la sociedad civil y el mundo académico, procedentes de la Unión Europea, Norteamérica, Centroamérica, Sudamérica y África. Estas cumbres han sido patrocinadas hasta ahora fundamentalmente por organizaciones Estadounidenses como Alliance Defending Freedom (ADF), National Organization for Marriage (NOM), CitizenGo USA, World Congress of Families (WFC) y el Center for the Family and Human Rights (C-Fam).

Un Programa de formación juvenil acompaña la preparación de las cumbres. Jóvenes que aspiran a ejercer un liderazgo social y político en defensa de los valores compartidos en esta Red son seleccionados para participar en sesiones de formación durante los días previos a las cumbres y participar también como voluntarios durante la celebración de las mismas.

Está previsto celebrar la próxima Cumbre en Bruselas, en la sede del Parlamento Europeo, en Noviembre de este mismo año 2017.
Sería ideal que Venezuela enviara representantes a la misma, sobre todo de entre los estudiantes universitarios, profesionales y políticos jóvenes que van siendo la generación de relevo en la conducción del país, y que deberán tener unos valores lo suficientemente arraigados, como para resistir las presiones internacionales para implantar políticas antropológicamente equivocadas, que no conducen realmente a la felicidad de la mayoría…

Lola Velarde / Junta Directiva
Está felizmente casada y es madre de 3 hijos. Doctora Ingeniera por la Universidad Politécnica de Madrid. Actualmente es Directora de la Oficina del Instituto de Política Familiar en Nueva York. Es miembro del Consejo Pontificio para los Laicos desde 2008. Miembro del Patronato de la Fundación Valores y Sociedad que preside Jaime Mayor Oreja. Ha sido responsable del área de gestión de proyectos en la Fundación Europea Sociedad y Educación desde 2008 hasta 2013. Ha presidido la Red Europea del Instituto de Política Familiar desde 2004 hasta 2013. Profesora Asociada en la Universidad Rey Juan Carlos, en el Área de Medio Ambiente (2003-2011). Profesora visitante en la Norwegian University of Life Sciences (2004-2006). Directora General de Juventud en la Comunidad de Madrid (2001-2003). Directora Gerente del Instituto Madrileño de Investigación Agraria -IMIA- (2000-2001). Directora de la Fundacion para la Investigación y el Desarrollo Ambiental -FIDA- (1999-2000).

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Guerra entre feministas de la «lucha de sexos» e ideólogos de género: empieza la caza al disidente


Durante muchos años han ido de la mano haciendo causa común y atacando a enemigos compartidos como la Iglesia Católica. Sin embargo, la relación entre el feminismo radical y el lobby LGTB está más tirante que nunca, muy cerca de un divorcio, que en algunos aspectos ya es un hecho.
En esta alianza, el feminismo era tradicionalmente el que abría camino y el que más influencia tenía en el poder. Sin embargo, desde algo más de una década a esta parte la situación ha dado un vuelco y son los grupos LGTB los que han conseguido mediante la ideología de género imponer sus tesis con numerosos gobiernos aprobando leyes a su favor.
Es precisamente la eliminación de los sexos que promueve la ideología de género lo que está entrando en conflicto con el feminismo radical clásico encabezado por históricas de este movimiento, especialmente por la cuestión transexual y los llamados “géneros fluidos”. Aunque esta batalla que se está empezando a entablar también se manifiesta en los vientres de alquiler, utilizados en buena medida por homosexuales, y que las feministas denuncian como explotación de la mujer.

Una operación no los convierte en mujer
Una de las feministas más importante del siglo XX y referente del movimiento durante décadas, Germaine Greer, ha pasado de heroína a apestada para una parte del movimiento feminista que mantiene su alianza con los grupos LGTB. La actitivista y profesora australiana, autora de The Female Eunuch (La mujer eunuco), uno de los más vendidos en los 70 y sagrado para las feministas, es ahora vetada en universidades por estudiantes que la califican de “tránsfoba”.
En una entrevista en la BBC ha evidenciado esta división que puede ir a más tras asegurar que por mucho que un hombre diga que es una mujer e incluso se someta a una operación de reasignación de sexo nunca lo será. "Lo que estoy diciendo es que no los convierte en una mujer", insistió Greer, que además quiso destacar que en algunos casos estas operaciones han sido un desastre y han dejado grandes secuelas en estas personas.

Charlas boicoteadas por esta postura
Greer, que ha vivido de la guerra de sexos toda su vida, se encuentra ahora en una encrucijada de la que está saliendo mal parada ante el enorme poder de los ideólogos de género. Ya en otras entrevistas dijo que el hecho de no tener pene (tras una operación) no convertía a un hombre en mujer, motivo por el cual estudiantes y profesores de la Universidad de Cardiff impidieron una charla suya.
De nuevo, se ha reafirmado en sus tesis tras las críticas del entrevistador. “No estoy diciendo que a la gente no se le debe permitir ese procedimiento. Lo que estoy diciendo es que no los convierte en mujer. Es una opinión, no una prohibición. Sigue con ello, si es lo que crees que tienes que hacer. He sido acusada de incitar a la violencia contra personas transexuales. Eso es absurdo”.

"No se atreven a decirlo"
Pero además, ahondó aún más en esta división asegurando que “muchas mujeres no creen que las personas transexuales postoperatorias, o incluso no postoperatorias, sean mujeres o se comporten como tal pero no se atreven a decirlo”.
En otra entrevista un año antes lo ejempliicaba: “No es justo que un hombre que ha vivido durante 40 años como un hombre y tuvo hijos con una mujer y disfrutó de los servicios –los servicios no remunerados de una esposa, que la mayoría de las mujeres no sabrá…entonces decida que todo el tiempo ha sido una mujer”.

Las TERF
En esta misma línea se mueve otro de los referentes del feminismo en España, Lidia Falcón. En un artículo en su blog en Público publicado el pasado mes de marzo hablaba de esta fuerte división que se está produciendo en el feminismo debido a los grupos LGTB.
Falcón explicaba el término TERF (Trans exclusionary radical feminist), término despectivo con el que se refieren a feministas como ella o Greer. “Sí, las feministas de siempre, las que reclamamos desde hace 200 años libertad, igualdad, solidaridad. Este término se lo han inventado un grupo de transexuales, apoyados al parecer por otro grupo LGTB, que siguiendo la teoría queer –aquella que dice que no nacemos con una predeterminación de sexo sino que a lo largo de la vida escogemos variablemente el que queremos- han decidido que ni el sexo, ni la edad, pueden ser definitorios”.

"Están dando cobertura a tales peligrosos disparates"
Además, esta escritora y política feminista española explica esta teoría con sus propias palabras: “Una puede ser mujer u hombre, según lo decida en el momento que así lo desee, y una y uno, igualmente. Y si esta transformación ya era conocida, e incluso amparada por las leyes, pero implicaba someterse a los cambios físicos que acompañan a las características de cada sexo, ahora no. Ahora todo el mundo es un transformista y puede serlo por la mañana o por la tarde, este fin de semana o el mes que viene. Y del mismo modo que escoge en cada momento la edad que desea. No es preciso tener, o pretender, la apariencia física correlativa al sexo que se desea”.
“Quienes nos opongamos a semejantes desquiciadas fantasías, somos TERF, homofóbicas, transfóbicas y perseguidoras de la libre elección de sexualidad y de edad. Lo peor es que algunas conocidas activistas del movimiento LGTB están dando cobertura a tales peligrosos disparates, y cuando se les lleva la contraria difunden toda clase de críticas, trufadas de insultos, contra las TERF, que somos nosotras. Incluso se preguntan si no podrían agruparnos a todas y tirarnos al mar”, escribía esta veterana feminista española.

J.Lozano / ReL, 2017

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Nueve mujeres de rostro alegre: arriesgaron su vida en el embarazo por salvar la de sus hijos


El aborto directamente procurado jamás es una alternativa lícita para una madre, ni siquiera en riesgo para su vida. Caso distinto es recibir un tratamiento necesario para salvar a la madre, que tenga como resultado indirecto, previsto pero no deseado ni buscado, la muerte del feto, como sucede en el caso de mujeres a las que se diagnostica un cáncer: pueden legítimamente someterse a quimioterapia o radioterapia potencialmente mortales para su hijo.
Muchas, sin embargo, no lo hacen, y lanzan un mensaje al mundo recordando nueve de esos casos que han saltado a la opinión pública en los últimos años, enmarcados entre una santa, Gianna Beretta Molla, y quien tal vez lo sea pronto: Chiara Corbella Petrillo.
Chinas, europeas, cristianas. No son santas como Gianna Beretta Molla, pero son decenas las mujeres normales que han aparecido en los periódicos en los últimos años por haber elegido sacrificar su salud, con el riesgo de perder la vida, con el fin de proteger y alumbrar a sus hijos. En su mayoría son enfermas de cáncer que han rechazado la quimioterapia. Algunas han fallecido tras el nacimiento de sus hijos; otras han sobrevivido gracias al tratamiento recibido después del parto. En cualquier caso, todas han demostrado, consciente o inconscientemente, que el amor materno está llamado a amar hasta sacrificarse por el bien del hijo. Aquí no tiene nada que ver la fe cristiana (que, en todo caso, ilumina y sostiene al hombre en lo que es verdad), porque estas mujeres demuestran que ésta es la verdadera naturaleza de la mujer y la sublimidad de cada ser humano, que lleva escrito dentro de sí la verdad.

"Impensable hacer nada que pueda dañar a mi hijo"
La última que ha sacrificado su vida es Tasha Trafford, madre inglesa diagnosticada en 2012 de un cáncer de huesos poco común, del que se había curado. Sin embargo, el tumor volvió en 2015, cuando Tasha estaba embarazada. Los médicos le dijeron que abortara de inmediato cuando estaba en la decimosexta semana de embarazo, pero la mujer, de 33 años, se negó y once meses después del parto falleció.
La familia de Tasha ha declarado que el pequeño está muy bien gracias al sacrificio de su madre, que explicó que "vivir una vida sin saber lo que significa la alegría de ser madre hace que el aborto no sea una opción". Que es como decir que la vida está hecha para ser dada y que para alcanzar este fin vale la pena incluso morir. "Y aunque sé que rechazar la quimioterapia hasta el momento del parto es un riesgo grave, es impensable para mí hacer nada que pueda dañar a mi hijo", añadió. Pero, ¿cómo no ocuparse del drama de un niño que crecerá sin madre? "Sé que no podrá ser más amado que así". Efectivamente. El pequeño crecerá sabiendo que tuvo una madre que con tal de que viviera y creciera estuvo dispuesta a morir. A morir por él. Así, dijo Tasha, "aunque yo no esté, una parte de Jon [el marido] y de mí vivirá en nuestro hijo".

"Imposible sacrificar su vida para salvar la mía"
Antes de Tasha, otra mujer inglesa, Jo Powel, descubrió en 2010, estando embarazada, que tenía un cáncer. Dos años después contaba así su primera reacción: "Cuando oí la palabra cáncer mi primer pensamiento fue: perderé a mi hijo".
Jo, que deseaba tener un hijo desde hacía tiempo, ha explicado que "era imposible para mí sacrificar su vida para salvar la mía. Y sabía que aunque el riesgo era que yo muriera, lo habría hecho para generar otra vida". Afortunadamente, el tratamiento que recibió después del parto la salvó. (ReL contó la historia de Jo en 2012, pincha aquí para leerla.)

"Nos volveremos a ver en el paraíso"
Carrie DeKleyn, en cambio, nunca tuvo miedo de morir, pero sí de perder a su hijo. Por esto, en 2011, rechazó el tratamiento contra un tumor, el glioblastoma, muy agresivo y que afecta al cerebro. La mujer, residente en Michigan y madre de cinco hijos, tras haber alumbrado acabó en "estado de conciencia mínima" (erróneamente llamado "estado vegetativo"). Obviamente, en cuanto descubrieron el tumor los médicos, en lugar de ayudarla, le propusieron el homicidio de su hijo, que ella rechazó.
No solo: también rechazó someterse a quimioterapia. El marido, Nick DeKlyen, ha contado que los médicos le dijeron: "Si no abortas, Carrie, morirás". Pero ella dijo: "Sigamos adelante". El marido, creyente, ha dicho que se sintió triste pero lleno de esperanza porque "ella sabe que esta vida es muy breve y que nos volveremos a ver en el paraíso". Carrie, madre afectuosa, recibe ahora los cuidados de su familia: "Siempre le digo que estoy a su lado y que no la abandonaré nunca", ha explicado el marido, añadiendo que estaba "orgulloso de ella" y demostrando qué significa amar de verdad. (ReL contó la historia de Jo en 2012, pincha aquí para leerla.)

Una estrella de la televisión sin narcisismo alguno
En 2014, Qiu Yuanyan, estrella del espectáculo en China, tras haber descubierto que tenía un tumor, rechazó el tratamiento para no arriesgar y comprometer la vida, e incluso la salud, del hijo que llevaba en su vientre. Tras el parto empezó el tratamiento, pero no consiguió salvarse. Cien días después Yuanyan fallecía.

Sus fans hablaron de un ejemplo "contrario al narcisismo" moderno y de "verdadero espíritu de sacrificio".

Ella fue "el paraíso en la tierra" para los suyos
Los médicos le dijeron a Kathy Taylor que tenía un cáncer después de quedarse embarazada de su sexto hijo. También ella rechazó el tratamiento antes del parto, a pesar de que el tumor ponía en peligro también la vida del pequeño, que murió dos semanas después de nacer prematuro.
La mujer había intentando llevar el embarazado hasta el final, a pesar de que los riesgos aumentaban a medida que avanzaba el tiempo; pero cuando el hígado empezó a fallar tuvo que someterse obligatoriamente a una cesárea. Tras el parto, en 2015, el pequeño murió a causa de una infección.
Conmueven las imágenes de la madre, una bellísima mujer de 34 años, con el hijo en el regazo, y las palabras en el blog de su marido (Kathy's Miracle) que explican que ha muerto como ha vivido "entregándose a sí misma" y "amando sin egoísmo: su extrema devoción hacia mí y su alegría infinita por sus hijos eran, para mí, el paraíso en la tierra".

"Mi instinto materno ya estaba allí"
En 2015, Holley Tierney, profesora de danza de 25 años, estaba embarazada de gemelos desde hacía casi seis meses cuando descubrió que tenía un tumor. También en este caso los médicos le propusieron el aborto. Pero también en este caso la mujer decidió correr el riesgo de morir con tal de proteger a sus hijos: "Era imposible para mí abortar... mi instinto materno ya estaba allí, presente".
A pesar de todo, cuando los médicos comprendieron que Holley no quería abortar, intentaron convencerla de que había que provocar el parto mucho antes de salir de cuentas. Pero Holley se opuso también a esto, y pidió llegar por lo menos a la trigésima semana de embarazo. Y mientras su salud empeoraba, los pequeños crecían fuertes. En el parto, Holley era pura alegría: "Ha sido el día más feliz de mi vida... ha sido un riesgo que ha valido la pena sobre todas las cosas, porque lo único que me interesa es su salud". A pesar del espantoso cuadro que le pintaron los médicos, que querían convencerla a un parto prematuro, Holley, cuando vio a sus hijos, pensó que a pesar de que había sido "duro, sabía que tenía que ser fuerte por mis hijos". Los cinco ciclos de quimioterapia fueron físicamente agotadores.

"Él me dio una oportunidad y tengo que devolvérsela"
En abril de 2016, una mujer de Nueva York, Kim Vaillancourt, dio a luz a un niño tras haberse negado a que le administraran la quimioterapia durante el embarazo. Diagnosticada de glioblastoma, Kim empezó el tratamiento después del parto. Todo ello a pesar de tener ya dos hijos naturales y tres adoptados.
Según la mujer, el niño estaba allí para ayudarla: "El pequeño me ha dado una posibilidad y yo tengo que dársela a él", a pesar de que los médicos definieron su decisión "una carrera contra el tiempo". Un año después Kim sigue en tratamiento, pero sus condiciones son estables.

"Es mi hija y quiero salvarle la vida"
Veintisiete años y un cáncer de ovarios descubierto cuando estaba en la decimosexta semana de embarazo. Pero la alemana Gemma Nuttall no tuvo dudas: empezaría el tratamiento después del parto. Dos años y nueve meses después el tumor volvió a aparecer en 2016, pero Gemma dijo: "No quería abortar. Ésta es mi hija y quería salvarle la vida". Además, "ella ha salvado la mía porque, si no fuera así, no me hubiera hecho una ecografía".
Gemma y su prometido estaban pensando en casarse antes de descubrir la enfermedad y empezar el tratamiento. Hace un año, aunque su vida aún corría peligro, dijo que "no me arrepiento de mi decisión. Mi hija lo es todo para mí. Y lo ha sido desde el momento en que me quedé embarazada".

"Jamás hubiera eliminado a mis adorables hijos"
"Ha sido un alivio enorme saber que el tumor no se había extendido, pero en cuanto he digerido la noticia, mi preocupación han sido enseguida mis gemelos". Así contó en mayo de este año Becky Anderson, de Portsmouth, su historia de madre embarazada y enferma de cáncer. Los médicos le dieron un ultimátum: abortar y empezar la quimioterapia, pero ella ha explicado: "El aborto no era una opción, nunca he pensado hacerlo: jamás hubiera eliminado a mis adorables hijos".
Tras el parto Becky estaba agotada y agonizante pero "cuando me los pusieron en el pecho... lloraba por una mezcla de amor y asombro, por fin podía acunarlos". Los niños tienen ya seis meses y Becky sigue en tratamiento, pero "no cambiaría mi decisión por nada en el mundo. Son una alegría absoluta y los amo muchísimo".

Es la ley del corazón materno
Estas son sólo algunas entre muchas historias similares. Y, sin embargo, la mayoría de los médicos y del mundo se obstina en proponer la eliminación del otro como única posibilidad a la propia supervivencia y al propio bienestar, poniendo la vida del más fuerte por encima de la del niño y, sobre todo, violando la ley grabada en el corazón de cada madre. Una ley que dice lo opuesto: que la mujer está naturalmente hecha para dar la vida, para dar espacio a otro, para cuidarlo y pensar en sus hijos más que en ella misma. En esto está su verdadera satisfacción. Y, de hecho, se siente realmente realizada cuando sabe que ha contribuido a la salvación de su hijo. El mundo empuja individual y narcisistamente a hacer lo contrario, desnaturalizando a la mujer, que vive pensando que es libre pero que, en realidad, se siente eternamente insatisfecha. A pesar de todo, la verdad continúa y emerge con claridad gracias a innumerables ejemplos.
Porque como dijo la Sierva de Dios Chiara Corbella (muerta a causa de un tumor que no trató durante su tercer embarazo) tras haber rechazado el aborto de su primogénita enferma, después nacida en el cielo a las pocas horas del parto, "el Señor introduce la verdad dentro de cada uno de nosotros y no hay posibilidad de tergiversación".

Benedetta Frigerio / La Nuova Bussola Quotidiana, 2017

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miércoles, 20 de septiembre de 2017

Anticonceptivos y aborto


 Una de las más falaces afirmaciones repetidas por el Nuevo Orden Mundial es la que señala que, a medida que se incrementa el uso de anticonceptivos, desciende el número de abortos. Así, son ingentes los partidos políticos, que llevan en su programa electoral la farisaica propuesta de repartir preservativos, como se reparten caramelos, en aras de disminuir la cantidad de abortos. Simulan, pues, desconocer estudios que prueba que, cuantos más son los condones distribuidos, más son los bebés abortados.

La realidad que se parapeta tras los anticonceptivos es la banalización del sexo, al que sutilmente se despoja de sus dos fundamentos más esenciales: el amor y la procreación. Por un lado, los preservativos – y la filosofía hedonista que subyace tras ellos – contribuyen a que el hombre vea en el sexo, y por tanto en la persona con que se comparte el momento, un mero instrumento de placer; un simple medio para satisfacer instintos. Lo aleja, de este modo, de su más honda atribución, que no es sino reflejar el amor entre dos personas; un amor que se manifiesta en forma de entrega plena al otro. Por otro lado, el condón atenta, de forma si cabe más evidente, contra el que por designio de la misma naturaleza debiera ser pilar irrenunciable del acto sexual: la vida. Un sexo que, por medios artificiales, cierra las puertas a la procreación es un sexo enfermo, cojo, que bien podría asemejarse a una tarta de limón sin base de galleta.

Esta banalización del coito, que se consuma, como hemos dicho, desprendiéndolo de sus atributos más elementales, supone un aumento de las relaciones sexuales, evidentemente. El sexo deja de ser algo único - deja de ser retrato de un sugestivo proyecto de vida común - para tornarse en un hecho tan nimio como la siesta dominical.

El incremento de las relaciones sexuales implica, a su vez, un aumento de los embarazos. No es necesario ser San Agustín para percatarse de esto, y más si se atiende a los continuos “fallos” de los anticonceptivos. Las mujeres encintas y sus parejas, inmersos en un clima social que promueve la irresponsabilidad y que desprecia la vida humana, perciben en el aborto una salida razonable, con el inestimable consejo, por cierto, de médicos que violan sin reparos el juramento hipocrático y de políticos que, desde la comodidad de sus despachos, hacen ingeniería social.

El resultado de este abominable proceso es el sacrificio de millones de seres humanos cada año. No es casual que Planned Parenthood, cuyas arcas se nutren fundamentalmente del ponzoñoso negocio del aborto, inste a las masas a usar preservativos. Los que manejan esta multinacional del mal saben mejor que nadie que, mientras el sexo sea presentado como algo fútil e irrelevante, ellos mantendrán, con salud vigorosa, su negocio.

“No tardará en proclamarse una religión que, a la vez que exalte la lujuria, prohíba la fecundidad” (Gilbert Keith Chesterton)


  Julio Llorente Sanchidrián /Mi Torre de Marfil