martes, 25 de julio de 2017

El animalismo de origen marxista otorga «derechos a los animales» y se los niega a ciertos humanos


 El mensaje de que los animales tienen derechos y que deben ser tratados a este respecto como si fueran seres humanos va calando en la sociedad tras años de bombardeo ideológico. Unos por sentimentalismo, pues ya no es infrecuente que las mascotas estén empezando a sustituir a los hijos y sean tratado como tales, y otros por ideología. Pero el objetivo final es “socavar los cimientos de esta civilización” a través del marxismo cultural que se esconde detrás.
Quien hace esta denuncia es el naturalista Álex N. Lachhein, que lleva toda su vida con animales y dedicándose a la divulgación de la naturaleza, siguiendo los pasos del pionero en España, Félix Rodríguez de la Fuente. Pero su amor por los animales es tan firme como su lucha contra la politización de esta causa y por ello denuncia lo que él denomina lo “políticamente correcto” que impide decir ciertas cosas.

Empeñado en despolitizar la defensa de la naturaleza

Y para ello denuncia  la profunda carga ideológica y el objetivo de controlar el presupuesto público que intenta conseguir el ecologismo político y el animalismo. Y para esta causa titánica tiene como altavoz el programa Cuarto Milenio, dirigido por Iker Jiménez, otro enemigo de la corrección política.
Como colaborador del programa ha ido desmontando los principios de estas ideologías, lo que le ha granjeado grandes enemigos, motivo por el cual ha recibido numerosas amenazas.

El eugenista Peter Singer, referente del animalismo

Explicando la creciente influencia, al menos en los medios, del animalismo, Álex Lachhein explica en esta entrevista que el principio básico es que “los animales tienen derechos”. Y puso como ejemplo a Peter Singer, filósofo utilitarista y referente del movimiento animalista, al que “tienen en un altar” pese a que “hace apología de hasta la eugenesia”. De hecho, una de sus citas más conocidas es que “no parece muy sensato aumentar el consumo futuro de recursos limitados permitiendo que aumente el número de niños con deficiencias”.
Viendo cuál es el referente del animalismo se puede entender mejor un vídeo que se hizo viral en el que una simpatizante del partido animalista PACMA criticaba que nadie le hubiera dado el pésame por la muerte de su mascota mientras si se lo daban a la familia de Víctor Barrio, torero que murió corneado.

"Los animales no tienen derechos porque no pueden tener obligaciones"

Aclarando esta cuestión, este naturaliza explica a La Contra TV que “los animales no tienen derechos porque no pueden tener obligaciones”. Para que esto pueda ser entendidos por todos afirma que “los derechos son una cosa de la sociedad humana y creada por humanos. Tú no puedes decir a un león que no puede comerse a una cebra ni que vaya a decirle esto a sus leoncitos”.
Para seguir mostrando la incoherencia de esta ideología, Lachhein cuenta que el animalismo dice “que el animal sufre pero ellos hacen distinciones entre animales” pues “cuando el hijo de un animalista llega a casa con piojos, estos se matan”.
Las feministas radicales, representantes de este marxismo cultural, son también parte del movimiento animalista

El marxismo cultural, base de este movimiento

Como consecuencia, considera que “el discurso es anómalo y descerebrado” y avisa de que “el caballo de batalla en nuestro país para socavar nuestros cimientos es el toro de lidia. Y poco a poco van ganando terreno”.
Para Lachhein la base de todo el problema viene en cómo el “marxismo cultural” ha ido poco a poco calando en los distintos estratos de la sociedad. De hecho, relata que el ecologismo político llegó a España proveniente de la entonces República Democrática Alemana (RDA) a través de la Stasi, que “empieza a socavar los cimientos de nuestra civilización”.
La estrategia para este naturalista está clara. Los ideólogos marxistas al ver que el comunismo económico estaba fracasando en muchos países apostó entonces por “derruir los cimientos”, y desde abajo “ir imponiendo el marxismo cultural, que es sinónimo de lo políticamente correcto”.

El ecologista, un político
Y así es como surge el ecologista activista, que según Lachhein “es un político. Me refiero al ecologista profesional, activista, al que organiza manifestaciones”. Éste es, en su opinión, “un político que no tiene nada que ver con el ecólogo”, que es un personaje que “aplica la ciencia y está al margen de todo elemento político”.
“El ecologista quiere llegar al asiento político y así legislar a su favor, controlando el presupuesto”, sentencia el colaborador de Cuarto Milenio.

La influencia del universo Disney

Durante la entrevista habló también, entre otras muchas cosas, de la influencia de que ha tenido Walt Disney en este ámbito. Para Lachhein, “el mundo Disney es la humanización total de los animales y la naturaleza y las personas se forman creyendo que es la vida real y cuando crece que los sentimientos de la naturaleza son así. Y la realidad es que aquí impera la ley del más fuerte, comer y no ser comido”.
“La muerte está presente en la transmisión de la energía y Disney jamás enseñó esto. La gente tiene una mala formación de lo que es el medio ambiente y sigue viviendo en el universo Disney”, afirma convencido.

J. Lozano / ReL3 abril 2017

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Llamativo movimiento contracultural de los jóvenes de EEUU


La generación «millennial» prefiere la «familia tradicional» a la ideología de género: tres razones, identifican el feminismo radical con el poder político y mediático

Años y años de bombardeo mediático, de leyes de género, de propaganda contra la familia y el hombre o la promoción de las ideas del feminismo radical han podido provocar un inesperado efecto rebote en la generación conocida como “millennial”, la de los nacidos entre 1982 y 2000.
Esto es al menos los que han puesto de manifiesto dos estudios realizados por el Council on Contemporary Families. Uno de Joanna Pepin y David Cotter titulado, ¿Tendencia hacia el tradicionalismo? Los cambios en la ideología de género en los jóvenes. Y un segundo realizado por la investigadora del Evergreen State College, Nika-Dixon titulado: ¿Están algunos millennials repensando la revolución de género?
En ambos casos comparan las respuestas que los jóvenes dan sobre el rol del hombre y la mujer en la familia y en la sociedad en 2014 con las mismas preguntas que jóvenes de su edad respondieron en 1994.

Un movimiento contracultural

A tenor de las respuestas, una contracultura está afianzándose entre los jóvenes ante una ideología de género que impone con agresividad su mensaje, lo que poco a poco está generando el rechazo de los jóvenes.
Según los datos, cada vez más jóvenes estadounidenses se están rebelando contra el modo de vida y modelos de familia que se están intentando normalizar y que a su vez criminalizan la familia llamada tradicional. De este modo, son ya mayoría los jóvenes de esta generación que querrían rescatar los valores de sus abuelos en cuanto a la igualdad hombre-mujer.
Los resultados han llamado la atención incluso del New York Times, que no comprende las respuestas de los jóvenes máxime cuando entre medias ha habido las presidencias de Bill Clinton y Barack Obama, que apostaron por esta “revolución de género”.

Unos datos sorprendentes
Según recoge uno de los dos estudios, el 42% de los estudiantes de secundarios afirmaba en 1994 la “mejor familia” sería aquella en la que el hombre trabajaba y la mujer pudiera estar en casa como encargada del hogar y la familia. Veinte años más tarde, en 2014, el porcentaje de jóvenes que pensaba así pasaba de este 42% al 58%.
La conclusión a la que llegan los responsables del estudio tras analizar esta y otras preguntas es que los jóvenes se están volviendo más tradicionales en cuanto a la relación familiar hombre-mujer ya que están “revisando la llamada revolución de género”.
Para explicar las causas de esta tendencia contracultural de los jóvenes estadounidenses, el editor de Daily Wire, John Nolte, ofrece tres puntos que pueden ayudar a entender a estos “millennial”:

1.“Una saludable rebelión”

  En su opinión los jóvenes  se han rebelado contra lo que consideran “una estructura de poder”, en este caso el feminismo cada vez más radical. Afirma Nolte que esta generación “En sus escuelas públicas, en sus películas y programas de televisión, en sus medios de comunicación y en su presidente, una y otra vez, los ‘millennials’ de hoy han sido ordenados e intimidados a pensar de una manera específica. Y ahora están dando marcha atrás”.

2. Vuelta a la Polarización

El editor de Daily Wire explica que en 1994 “la vida era mucha más relajada” aunque “las cosas no fueran perfectas”.  En su opinión, “cuando se preguntó a estos jóvenes sobre estos temas en 1994, simplemente se encogieron de hombros y de manera natural decían: ´¿a quién le importa si es el hombre o la mujer la que gana el dinero o tomas las decisiones?’. Y ese el lugar ideal para estar. La diferencia hacia estas cosas es la actitud más sana que una sociedad puede tener. Vivir y dejar vivir. Las personas deben tomar sus propias decisiones”.
Las feministas, unidas a los ideólogos de género, pretenden romper todo aquello que suene a tradición
Sin embargo, Nolte afirma que “lamentablemente, en los 20 años transcurridos desde entonces, con el fin de mantener el poder a través de la división, la izquierda institucional ha trabajado horas extra para dividirnos en cuestiones de raza o género que estaban en camino de ser resueltas. Esta polarización sólo ha servido para convertir la indiferencia saludable en algo tóxico.

3. Contra el feminismo tóxico

Según Nolte estos adultos jóvenes son los que están obligados a lidiar contra este “feminismo anti-hombre” que se ha convertido en una identidad política. “Ahora vivimos en un mundo donde todo es sexismo”, afirma, en donde “el aborto es un sacramento y las mujeres que optan por la escolarización en casa o que se quedan en casa (…) o que aceptan a Jesús en sus corazones son tratadas como monstruos medios de comunicación, la cultura y nuestros políticos. Y también por la élite feminista”.
Para él la clave es que “incluso en 1994, el feminismo de izquierda no era atractivo pero hoy es feo, irracional, estridente, desagrdable”. Por ello, quizás muchas mujeres jóvenes podrían “estar recurriendo a un papel más tradicional como un medio para rechazar el estrés de no encajar perfectamente en la idea fascistas, rígida e inflexible de la izquierda de lo que se supone que es una mujer”.

 J.Lozano / ReL6 abril 2017

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Transhumanismo una peligrosa ideología que expulsa a Dios y amenaza al hombre


 En las últimas décadas, los avances de las tecnologías genéticas, reproductivas y biomédicas, de la nanotecnología, la informática, las técnicas neurocognoscitivas y de la comunicación son espectaculares y afectan a muchos campos, y en el ser humano no solo a su cuerpo sino también a su mente. Estos avances –y los emergentes– se contemplan por algunos como el umbral de una nueva era, en la que seremos capaces de mejorar y transformar de manera radical lo que hasta ahora conocemos como especie humana.

Desde que la humanidad existe, las aplicaciones técnicas se han usado principalmente para reducir o eliminar enfermedades, discapacidades y limitaciones del ser humano. Es lo que se conoce como mejoramiento humano o, en terminología anglosajona, human enhancement. Curar y mejorar son actividades encomiables siempre que su finalidad y sus medios sean éticos.

Sin embargo, cada vez toma más cuerpo un movimiento cultural internacional formado por científicos, filósofos, pensadores y emprendedores de diversas tendencias que pretenden llevar la aplicación de la tecnología en la mejora del hombre y la mujer hasta sus últimas consecuencias. Su objetivo es utilizar la tecnología para obtener superlongevidad, superinteligencia y superbienestar en los seres humanos de una manera desconocida hasta el día de hoy.

En un primer paso, serían humanos en trasformación, con una parte natural y otra artificial, es decir, un estadio previo o transhumano, que tendría algunas capacidades físicas y psíquicas superiores a las del ser humano normal debido a la aplicación de “mejoras” tecnológicas y genéticas.

En un segundo paso, se trataría de alcanzar una “singularidad tecnológica” en la que se lograría fabricar un nuevo ser totalmente sintético o artificial; una nueva especie o nuevo organismo tecnológico a los que denominan posthumanos o cyborgs. Para algunos, dicha singularidad está cerca.

Este movimiento cultural se conoce como Transhumanismo (abreviado como H+ o h+). Su ideología ya se ha plasmado en la literatura, la televisión, los videojuegos y el cine. Algunas de sus manifestaciones cinematográficas son: Avatar, Matrix, Robocop o Ex Machina.

Esta peligrosa ideología, que presenta una agenda de presente y de futuro para el ser humano individual y para el conjunto de la humanidad, se basa en una construcción intelectual en la que el hombre se reduce a materia, a factum físico, genético o neuronal, el cual se puede gestionar como un mecano, y para la que la especie humana no es más que un animal más evolucionado que los demás. Por otra parte, en ella se maneja una antropología naturalista en la que la naturaleza humana no es un “hecho” dado sino una construcción cultural; es decir, en la que el ser (pensar, elegir, decidir, amar) sigue al obrar.

Los trashumanistas son hijos del pensamiento ilustrado en su consideración de eliminar la noción de naturaleza de los seres, y también en la premisa de que somos absolutamente libres para hacer con nosotros mismos, y con todo lo que nos rodea, lo que queramos. Pero a esas dos premisas añaden el imperativo de usar las inmensas posibilidades que ofrece (y ofrecerá) la tecnología para dominarlo todo sin cortapisas ni trabas de ningún tipo: es lícito y ético todo lo que técnicamente es posible, aseveran los transhumanistas. De esa manera, se generará un proceso evolutivo inducido por las tecnologías emergentes. Es Dios expulsado del horizonte de la vida humana y el hombre como normativa.

Además de problemas y limitaciones técnicas, pues la capacidad omnímoda de manipulación del ser humano es una falacia, sea por la gran complejidad de los sistemas biológicos, sea por las especiales propiedades y características del ser humano, las implicaciones bioéticas del trashumanismo son desafiantes y de gran calado. Cabe preguntarse si somos capaces de decidir qué es exactamente “lo normal”, qué significa en realidad “mejorar” al ser humano, y en qué consiste su “felicidad”.

Para los defensores de esta ideología “es correcto y deseable aquello que es útil para el máximo número de personas y que no hace daño a nadie; aquello que yo considero que es mejor”.

Se comprende que esta respuesta utilitarista puede conducir fácilmente a una eugenesia social o eugenesia del Estado del bienestar, porque esas mejoras únicamente tienen como punto de referencia los deseos actuales de los usuarios con poder, o la visión que una parte de la humanidad tiene de sí misma. Además de alterarse la naturaleza humana, la cosmovisión del transhumanismo lesiona gravemente la posibilidad de autonomía moral del individuo, que quedaría sometida a intereses sociales, políticos o económicos, y elimina el concepto de igualdad entre todos los seres humanos.

Manipular a los hombres y mujeres hasta el extremo que persiguen los trashumanistas debe hacernos pensar, por ejemplo, si los humanos transformados no se sentirán alienados al saberse fruto de un proceso ajeno y manipulador. ¿Seguirá esa persona modificada pensando en el futuro que aquella “mejora” de su cuerpo y de su mente fue acertada? ¿Por qué decidió otro por mí? En el hipotético caso de que se llegase a construir cyborgs (posthumanos), convendría reflexionarse en lo qué harían con nosotros, o nuestros descendientes. En el filme Ex Machina el cyborg acaba asesinado a su creador.

El antihumanismo de esta ideología postmoderna, que ha sustituido la fe en Dios por una fe en el progreso que proporciona el desarrollo de la ciencia y la tecnología actual y promisoria, está sustentado en una antropología errónea a la que se ha llegado después de un largo proceso de banalizar lo qué es realmente el hombre. Los problemas que plantea no deben, sin embargo, producir miedo a la ciencia y la tecnología, que encierran muchas posibilidades positivas de mejoramiento, sino una reacción pedagógica a todos los niveles para explicar con claridad lo que es una persona humana, en la que lo somático y lo espiritual se unen de una manera peculiar dando lugar a un ser racional, consciente, libre y abierto a la trascendencia.

Considero que para ello lo más sensato es retomar las perspectivas metafísica y fenomenológica-psicológica o personalista, y, sobre todo, la visión del hombre y la mujer que proporciona la tradición cristiana, para las que el auténtico mejoramiento de la naturaleza humana pasa por la lucha interior en la que se adquieren valores y virtudes, al objeto de hacernos capaces de alcanzar la finalidad para la que hemos sido creados, que nos es otra amar y gozar de Dios y servir a nuestros semejantes. Cuando el hombre o la mujer que desarrollan la ciencia y la tecnología, aceptan esta perspectiva y tienen esta disposición, son capaces comprender la dignidad del ser humano y el respeto que merece, así como orientar la adquisición de conocimientos y la aplicación de sus resultados como medios para alcanzar la felicidad personal, y mejorar realmente a la humanidad.


Angel Guerra Sierra Doctor en Biología por la Universidad de Barcelona. Profesor de Investigación emérito del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). / INFOV. 2017

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Los que imponen la ideología de género son totalitarios y enemigos de la libertad



El abogado Benigno Blanco, durante años presidente del Foro de la Familia, es uno de los personajes públicos que más está plantando cara a la ideología de género. Recientemente ha elaborado un influyente informe sobre las leyes de privilegios LGBT y ahora en un artículo publicado en La Razón titulado "¿Pene y vulva o o ideología?" va a al fondo de la cuestión.

Según Blanco, “la primera conclusión es que el sexo hoy se ha politizado e ideologizado de forma poco razonable”. Y asegura que si alguien pusiese en un autobús “que los humanos son bípedos supongo que no se generaría debate político alguno y que los mutilados de una o ambas piernas no se sentirían ofendidas”.
La amenaza del delito de odio
Sin embargo, en su opinión, con el sexo la lógica parece ser otra pues “afirmar la realidad biológica de la especie humana parece ser para algunos algo inadmisible y ofensivo hasta el punto de calificarlo como delito de odio”.

¿Qué hay detrás de todo esto? Benigno Blanco cree que “cuando la mera constatación de un hecho evidente genera polémica es que alguien intenta colar de rondón una ideología que pretende sustituir la constatación de la realidad por las subjetivas apreciaciones del ideólogo que se considera legitimado para imponer su opinión por encima de la evidencia fáctica de los hechos”.
Características comunes con el totalitarismo
Y recuerda un dato importante: “Esta ha sido la características de todas las ideologías (totalitarias, por cierto) que hemos padecido en el siglo XX”.

Blanco explica que “esta ideología sostiene que la realidad biológica del ser humano no nos dice nada sobre su sexualidad” y que “se puede ser hombre con un cuerpo de hembra o mujer con un cuerpo de varón”.
Lo que no es aceptable en democracia
En democracia esta ideología puede ser defendible, pero para el expresidente del Foro de la Familia “no es aceptable que se pretenda que solo se puede defender la opinión de la ideología de género y que las demás opiniones al respecto deben ser consideradas delictivas (delitos de odio).

Insiste Blanco en que “lo que no es aceptable es que se pretenda que la visión de la sexualidad de la ideología de género es la única legítima en democracia y por tanto puede imponerse ex lege a toda la sociedad y que la libre exposición de la visión humanista clásica debe ser perseguida como delictiva”.

Por ello, en su artículo este abogado considera que quienes pretenden hacer esta imposición “de la derecha o de la izquierda, son enemigos de la libertad y de la democracia y se oponen a la libertad de pensamiento, opinión, ideológica, religiosa y de educación, al menos”.

“Quienes así piensan son totalitarios aunque se envuelvan en presuntas banderas de igualitarismo humanitario y progresismo. ¡Falso progresismo el que ataca las libertades!”, sentencia.



REL, 2017 

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La confianza en la educación de los adolescentes


Deben los padres llamar por su nombre los fallos y las actitudes equivocadas. Ha de quedar claro que libertad no es libertinaje ni falta de compromiso, sino que incluye el comportamiento responsable, en el que por supuesto hay deberes y obligaciones, pero las normas han de ser claras, sencillas y sensatas.

¿Qué papel juega la confianza en la educación de los adolescentes? Un clima de confianza es indispensable para que los padres puedan ejercer su papel de formadores. Si los padres tienen una confianza básica en la vida y saben ver lo positivo de ella, tendrán fe en lo que hacen con sus hijos y les será fácil imbuirles autoestima, con lo que éstos no se arredrarán sino que superarán más fácilmente las dificultades que encuentren. Es muy positivo para el adolescente el que sus padres sean acogedores y hospitalarios y reciban en su casa con alegría a sus amigos. El hijo interpretará esta acogida como el que sus padres tienen confianza en él y él puede tenerla en sus padres.

Con frecuencia los problemas entre padres e hijos surgen por la falta de comunicación y confianza; los hijos no confían en los padres ni los padres en los hijos. Aunque para los padres es evidente que quieren a sus hijos, para éstos no lo es tanto y por ello es conveniente que los padres se lo digan de vez en cuando, incluso cuando les riñen, para que comprendan que lo hacen por su bien y que para ellos sería mucho más cómodo dejar pasar. Una ocasión formidable para crear un clima de confianza entre padres e hijos, es precisamente que los padres no tengan miedo en afrontar la educación sexual de sus propios hijos, abriéndoles con amor y verdad a los grandes misterios de la vida y enseñándoles las leyes del corazón. Y si ven que los hijos están totalmente cerrados, un buen sistema es que los padres hablen entre sí, por ejemplo en la mesa, de una cuestión seria de sexualidad, y el adolescente no dejará de prestar oído, aunque no se le interpele.

La conversación y la sana confianza ayudan a encarrilar al hijo, proporciona sosiego al padre y autoestima al joven. Cuanto más confianza haya entre padres e hijos, cuanto más diálogo y comunicación profunda haya en ambos sentidos, cuanto más los padres les sepan escuchar y entender y tengan a disposición de éstos la frase adecuada en el momento oportuno, menos riesgo hay de que los hijos adopten conductas peligrosas, porque donde hay confianza y en consecuencia sinceridad, disminuyen y casi desaparecen los problemas, pero los padres deben recordar que son padres, y que deben ejercer su autoridad de padres y adultos. Lo que los hijos necesitan son un padre y una madre educadores con autoridad, no que sus padres jueguen a colegas suyos. Es necesario que haya normas, lo más claras posibles, pero, aunque los padres sepan ser firmes, siempre es mejor que las reglas se expongan de forma más razonada que impositiva y tengan en cuenta la edad y madurez del adolescente. El buscar la confianza de los hijos, debe ser para ayudar a éstos, con su ejemplo, autoridad y dirección, con una combinación equilibrada de amor y disciplina, pero para ello han de ser padres responsables, capaces de sacrificarse por ellos, conscientes de su tarea de educadores y de transmisores de valores, y no simplemente amigos.

Los hijos han de procurar ver en sus padres algo más que como fuentes de dinero y fastidiosos obstáculos para sus caprichos y deseos y para su libertad siempre impaciente. Los padres por su parte han de educar en el sentido que el servicio a los demás es mejor y más importante que el simple consumismo y tienen que enseñar a sus hijos el valor del dinero y a saber utilizarlo con responsabilidad. El adolescente vive las instituciones educativas, como familia, escuela e Iglesia, muchas veces como represoras y portadoras de una moral de prohibiciones, pero también espera en ellas como instancias protectoras y de apertura de su futuro.

Deben los padres llamar por su nombre los fallos y las actitudes equivocadas. Ha de quedar claro que libertad no es libertinaje ni falta de compromiso, sino que incluye el comportamiento responsable, en el que por supuesto hay deberes y obligaciones, pero las normas han de ser claras, sencillas y sensatas. También hay que hacerles ver que, aunque no se haga ni consiga todo, no hay que conformarse con el nada, pues siempre se puede hacer algo en cualquier situación. Los padres han de dar orientaciones, pero, en lo posible, razonadas, para que los hijos vayan construyendo su propio sistema de valores, por lo que no deben impedir que éstos critiquen normas y tradiciones para ellos anticuadas y que busquen un ideal de vida asumido de modo personal. Para conseguir esto con frecuencia lo mejor no es imponer nuestros criterios, sino abrir pistas de reflexión para que el adolescente descubra por sí mismo los valores adecuados, no siendo infrecuente que, cuando se actúa así, los valores de los hijos terminan siendo muy parecidos a los de los padres.

Pedro Trevijano / InfoC., 2017

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Los ideólogos de género defienden la mutilación sexual de niños



¿Hay que dejar a las personas autolesionarse? Una revista de ética médica lanza el nuevo «derecho»


Eutanasia, suicidio asistido, mutilaciones a personas transexuales... Es como si se fuese preparando el terreno para un "derecho a la autolesión", tanto que ya existe un artículo de ética médica que lo justifica. John M. Grondelski lo analiza en una colaboración para Crisis Magazine bajo el título "La moralidad de la autolesión" (1):

El Journal of Medical Ethics, una publicación británica líder en bioética, lo ha vuelto a hacer. En 2011 nos ofrecieron la salvaje tesis de Alberto Giubilini y Francesca Minerva en defensa del infanticidio (2): ambos autores argumentaron a favor del "aborto después del nacimiento" afirmando que matar a un niño después de nacer estaría justificado si se hace bajo "circunstancias ... que habrían justificado el aborto".

Pues bien, el Journal ha vuelto al ataque con su última contribución a la barbarie: la defensa de la autolesión (3), donde abogan por que se permita a la gente que la practica (por ejemplo, cortándose o quemándose) seguir haciéndolo, al menos en algunas circunstancias. Le agradezco a Wesley Smith que me haya señalado este artículo (4).

Déjenme decir, ante todo, que soy consciente del rechazo que causarán mis argumentaciones por haber ya tachado estas ideas de "bárbaras". Respecto a las tesis de Giubilini y Minerva, estoy de acuerdo con Robert George, de Princeton, que ha insistido, con razón, en que la respuesta a la "locura" no es un compromiso desapasionado, sino
 llamar a las cosas por su  nombre (5).

Matar a recién nacidos es una locura, no una forma desconocida de aborto. Es el ejemplo sumo de lo que Zbigniew Stawrowski define como "bárbaros elegantes"(6), que no están vestidos con pieles de animales, sino con batas de laboratorio y trajes de Gucci, pero que defienden ideas inhumanas.  ¿Es obligatorio que las consideraciones de un estudioso sean desapasionadas y se comprometa con ideas que, francamente, son salvajes? ¿Significa que tengo que tomarme en serio la idea de que Josef Mengele y Sigmund Rascher fueron "científicos"?

El último salvajismo bioético es 
un artículo de Patrick Sullivan (7), de la Facultad de Derecho de la Universidad de Manchester. Sullivan argumenta que la gente que se autolesiona debería estar autorizada, por lo menos en algunas circunstancias, a hacerlo para que su "autonomía" no se vea perjudicada. Afirma que las personas que se cortan, se arañan, se queman, se pinchan, se agujerean, se perforan, se graban o se hieren a sí mismas podrían estar ejerciendo "una decisión autónoma" y que incluso si no la estuvieran ejerciendo, esto no indicaría "una falta de capacidad para participar en este tipo de programa terapéutico". ¿Cuál es esta terapia? Permitir que la persona siga cortándose, arañándose, quemándose, pinchándose, agujereándose, perforándose, grabándose o hiriéndose a sí misma, siempre que tenga acceso a "cuchillas limpias" y pueda consultar con "personal adecuado que la ayude a comprender como hacerse daño de manera más segura".

No me lo he inventado.

La mayoría de las personas afirmaría, instintivamente, que la gente que se automutila está mentalmente enferma. Que hay que parar a esta gente para que no se haga estas cosas. Que, objetivamente, cortarse, arañarse, quemarse, pincharse, perforarse, grabarse y/o herirse a uno mismo no es algo bueno, no importa lo "normal" o incluso "aliviado" que uno pueda sentirse. Que ayudar o instigar este tipo de comportamiento autodestructivo no le hace ningún favor a la víctima.

Pero la mayoría de las personas no ha estudiado la teoría de la bioética. En contraste con la ética médica católica, sus criterios objetivos de bueno y malo hace mucho que han desaparecido, sustituidos por el ídolo dorado de la "autonomía". En la bioética común, los fundamentos de las decisiones éticas son o una "autonomía" sin restricciones o el puro consecuencialismo, que llevan al "bien mayor" sin que importe cómo transmite la respuesta deseada la persona que formula la pregunta. La bioética común normalmente no tiene nada que ver con βιος [vida], bien porque finge una ignorancia epistemológica sobre la cuestión, aplicando el principio de Caifás para calcular el "bien mayor" de quién vive y quién muere, o porque impulsa una "elección" autónoma a la que somete toda la vida.

Douglas Farrow reconoce, justamente, que 
la "autonomía" moderna se ha convertido en el nuevo nombre de un mal antiguo (8), uno que se remonta al árbol del Paraíso: la idolatría de un orgullo autosuficiente que niega la responsabilidad ante el Creador (y ante el orden real de los valores que Él creó) en nombre de "valores" acuñados por uno mismo; valores que, si rascamos su superficie, revelan los viejos elementos del fracaso humano. Vale la pena citar lo que escribe:

"Cuando Moisés vuelve a la montaña sagrada con su gente, les advierte de que no deben adorar ídolos. Ese mandamiento, junto al mandamiento de no matar, se rompe cuando defendemos el suicidio o la eutanasia. ¿Por qué? Porque declaramos que nuestras vidas son nuestras independientemente de Dios, que las poseemos de tal modo que tenemos el derecho de disponer de ellas a nuestro antojo. Lo hacemos también, en el otro extremo de la vida, cuando defendemos los anticonceptivos y el aborto. Lo hacemos en medio, cuando defendemos nuestro derecho a determinar nuestra 'identidad de género' o el matrimonio con alguien de nuestro mismo sexo. (...) Los dioses antiguos, a saber: el sexo, el dinero y la muerte, están vivos de nuevo y se imponen otra vez como los dioses de la autonomía".

Adán y Eva reclamaron su "autonomía". Y lo mismo hizo, en última instancia, Satanás. El problema es que a pesar de que reclamaran "ser libres para ser ellos mismos", esta libertad estaba y está circunscrita por un mundo real de valores reales, de lo bueno y de lo malo cuyo modo de hacer el bien o el mal no dependía, y no depende, del ojo del espectador.

Esto significa que hay criterios objetivos y reales en el mundo, incluyendo el mundo  médico. Pero la influencia de una "autonomía" desligada de esos criterios significa que la medicina se ha transformado en mero cumplimiento de los deseos. La extirpación quirúrgica de valores objetivos ha convertido algunas ramas de la medicina, como la ginecología, en derecho al cumplimiento de los deseos. De este modo, la fertilidad ya no es una característica normal y natural de una persona, sino un "ritmo biológico", cuyo valor depende de su utilidad en un determinado momento. El embarazo ya no es una característica normal y natural de una mujer en edad de tener hijos, sino que es un bien si se quiere tener un hijo y un mal si no se quiere tenerlo. Paliar el dolor vs. considerar el hecho de matar activamente son, cada vez más, distinciones sin ninguna diferencia. Y ahora, cortarse, rajarse o quemarse a uno mismo puede ser considerado como algo que está bien, siempre que lo hagas de una manera estéril y limpia.

Cuando estudié teología moral en los años 70 y 80, los libros de texto solían incluir algún tema de discusión sobre "la mutilación", pero siempre en el contexto de la esterilización porque, al contrario de lo que ocurre con la anticoncepción, la esterilización consigue la infertilidad mediante la extirpación, a petición propia, de órganos perfectamente sanos y normales. Algunos libros de texto incluían análisis sobre "la cirugía de cambio de sexo", reconociendo que había gente confundida que pensaba que extirpando los genitales o haciendo una reconstrucción mediante cirugía plástica en el pecho y la entrepierna uno podía pasar de hombre a mujer o viceversa, a pesar del testimonio que ofrece cada una de las células del cuerpo de esa persona. En la teología moral católica el tema terminaba, por lo general, con la conclusión obvia: era una actividad irracional, contraria a la realidad y finalidad de la persona sexuada y, en la medida en que dichas acciones eran más amplias y generalizadas, eran también más perversas.

Desde luego, hay quien afirma que la sociedad, e incluso la ética, "han avanzado", "han progresado", que el "bien objetivo" de una persona es lo que la persona cree que quiere autónomamente. Y suma y sigue. En lugar de ofrecer autocontrol a los que se autolesionan, les ofrecemos cuchillas limpias y agua oxigenada, orgullosos porque respetamos su "autonomía" y observándoles mientras se cortan. De este modo, estamos tirando por la borda el primer principio de la ética médica, primum non nocere, "primero, no hacer daño". Porque, ¿cómo puede hacer daño? En un mundo sin ningún criterio médico-moral objetivo, simplemente borramos el dolor.
 
El endemoniado geraseno
Evidentemente, Jesucristo era un mal bioeticista. En Marcos 5, 1-17 se habla de un hombre inclinado a autolesionarse: el endemoniado de Gerasa. La Biblia pone en evidencia su aislamiento. Vivía entre los sepulcros, lugares de muerte y decaimiento, impuros para los judíos. La propia región de Gerasa estaba situada, en realidad, fuera de Israel. El endemoniado se autolesionaba con piedras y gritaba. Algunas personas habían intentado, sin éxito, "sujetarle con cepos y cadenas" para que no se hiciera daño a sí mismo.

Jesús, sabiendo que el hombre estaba poseído, no se dio cuenta de que el endemoniado tenía "capacidad para iniciar una terapia" si aliviaba su estrés usando piedras limpias. En vez de guiarle para que se autolesionara de una manera más antiséptica, Jesús le exorcizó. (Y para colmo de males violó los derechos de los animales e hizo entrar al diablo en los cerdos. ¿Cometieron ellos "autónomamente" suicidio al lanzarse por el acantilado? Esto me recuerda a alguien -creo que fue David Hume- cuyo comentario sobre esta perícopa no era alegrarse por la liberación de este hijo de Abraham, sino lamentarse por el daño causado a la propiedad en la persona del porquero.)
La ideología de género prepara el terreno 
Si en nuestra "desarrollada" sociedad la mutilación genital está justificada en nombre de la "identidad de género" (incluso para menores de edad), ¿realmente es ir demasiado lejos si dejamos aliviar el estrés a través de la autolesión? 
Como preguntó un comentarista (9), ¿por qué no deberíamos "celebrar" entonces que una persona que se siente realmente un parapléjico en un cuerpo que anda envuelva sus piernas en hielo seco para que así tengan que ser amputadas?

En el Antiguo Testamento, se asociaba la automutilación a la adoración a Baal, el falso dios de los cananeos (ver 1 Re 18, 28). Baal estaba asociado también al sacrificio de niños. Ahora ha vuelto en nombre de la autonomía, del derecho a "elegir" matar a nuestros niños y para justificar la autolesión. Pero a diferencia de los días de Elías, estos falsos profetas están ahora aprobados por sus colegas.

Rel, 2017 / Traducción de H. Faccia

  1. http://www.crisismagazine.com/2017/morality-self-injury
  2. http://jme.bmj.com/content/39/5/261
  3. http://jme.bmj.com/content/early/2017/01/03/medethics-2015-103146
  4. http://www.nationalreview.com/corner/444828/bioethicist-give-self-cutters-sterile-razors
  5. http://mirrorofjustice.blogs.com/mirrorofjustice/2012/02/its-no-longer-just-peter-singer.html
  6. http://www.tischner.org.pl/zbigniew-stawrowski/ksiazki/the_clash_of
  7. http://www.mayoclinic.org/diseases-conditions/self-injury/symptoms-causes/dxc-20165427
  8. https://www.firstthings.com/article/2017/03/discernment-of-situation
  9. http://www.nationalreview.com/article/419282/people-who-cut-their-own-limbs-and-their-enablers-ian-tuttle

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La ventana Overton: La técnica para legalizar cualquier tema inmoral


En la actual sociedad de la tolerancia, que no tiene ideales fijos y, como resultado, tampoco una clara división entre el bien y el mal, existe una técnica que permite cambiar la actitud popular hacia conceptos considerados totalmente inaceptables.

Esta técnica, llamada ‘la ventana Overton‘ y que consiste en una secuencia concreta de acciones con el fin de conseguir el resultado deseado, “puede ser más eficaz que la carga nuclear como arma para destruir comunidades humanas”, sostiene el columnista Evgueni Gorzhaltsán. En su artículo en el portal Adme (2014), pone el ejemplo radical de cómo convertir en aceptable la idea de legalizar el canibalismo paso a paso, desde la fase en que se considera una acción repugnante e impensable, completamente ajena a la moral pública, hasta convertirse en una realidad aceptada por la conciencia de masas y la ley.
Eso no se consigue mediante un lavado de cerebro directo, sino con técnicas más sofisticadas que son efectivas gracias a su aplicación coherente y sistemática sin que la sociedad se dé cuenta del proceso, cree Gorzhaltsán.

Primera etapa: de lo impensable a lo radical

Obviamente, actualmente la cuestión de la legalización del canibalismo se encuentra en el nivel más bajo de aceptación en la ‘ventana de posibilidades’ de Overton, ya que la sociedad lo considera como un fenómeno absurdo e impensable, un tabú.
Para cambiar esa percepción, se puede, amparándose en la libertad de expresión, trasladar la cuestión a la esfera científica, pues para los científicos normalmente no hay temas tabú. Por lo tanto, es posible celebrar, por ejemplo, un simposio etnológico sobre rituales exóticos de las tribus de la Polinesia y discutir la historia del tema de estudio y obtener declaraciones autorizadas sobre el canibalismo, garantizando así la transición de la actitud negativa e intransigente de la sociedad a una actitud más positiva.
Simultáneamente hay que crear algún grupo radical de caníbales, aunque exista solo en Internet, que seguramente será promocionado y citado por numerosos medios de comunicación. Como resultado de la primera etapa de Overton, el tabú desaparece y el tema inaceptable empieza a discutirse.

Segunda etapa: de lo radical a lo aceptable

En esta etapa, hay que seguir citando a los científicos, argumentando que uno no puede blindarse a tener conocimientos sobre el canibalismo, ya que si alguna persona se niega a hablar de ello será considerado un hipócrita intolerante.
Al condenar la intolerancia, también es necesario crear un eufemismo para el propio fenómeno para disociar la esencia de la cuestión de su denominación, separar la palabra de su significado. Así, el canibalismo se convierte en ‘antropofagia’, y posteriormente en ‘antropofilia’.
Paralelamente, se puede crear un precedente de referencia, histórico, mitológico, contemporáneo o simplemente inventado, pero lo más importante es que sea legitimado, para que pueda ser utilizado como prueba de que la antropofilia en principio puede ser legalizada.

Tercera etapa: de lo aceptable a lo sensato

Para esa etapa, es importante promover ideas como las siguientes: “el deseo de comer personas está genéticamente justificado”, “a veces una persona tiene que recurrir a eso, si se dan circunstancias apremiantes” o “un hombre libre tiene el derecho de decidir qué come”.
Los adversarios reales a esos conceptos, es decir, la gente de a pie que no quiere ser indiferente al problema, intencionadamente se convierten para la opinión pública en enemigos radicales cuyo papel es representar la imagen de psicópatas enloquecidos, oponentes agresivos de la antropofilia que llaman a quemar vivos a los caníbales, junto con otros representantes de las minorías.
Expertos y periodistas en esta etapa demuestran que durante la historia de la humanidad siempre hubo ocasiones en que las personas se comían unas a otras, y que eso era normal.

Cuarta etapa: de lo sensato a lo popular

Los medios de comunicación, con la ayuda de personas conocidas y políticos, ya hablan abiertamente de la antropofilia. Este fenómeno empieza a aparecer en películas, letras de canciones populares y vídeos. En esta etapa, comienza a funcionar también la técnica que supone la promoción de las referencias a las personajes históricos destacados que practicaban la antropofilia.
Para justificar a los partidarios de la legalización del fenómeno se puede recurrir a la humanización de los criminales mediante la creación de una imagen positiva de ellos diciendo, por ejemplo, que ellos son las víctimas, ya que la vida las obligó a practicar la antropofilia.

Quinta etapa: de lo popular a lo político

Esta categoría supone ya empezar a preparar la normativa para legalizar el fenómeno. Los grupos de presión se consolidan en el poder y publican encuestas que supuestamente confirman un alto porcentaje de partidarios de la legalización del canibalismo en la sociedad. En la conciencia pública se establece un nuevo dogma: “La prohibición de comer personas está prohibida.”
Esta es una técnica típica del liberalismo que funciona debido a la tolerancia como pretexto para la proscripción de los tabúes. Durante la última etapa del ‘movimiento de las ventanas’ de Overton de lo popular a lo político, la sociedad ya ha sufrido una ruptura, pues las normas de la existencia humana se han alterado o han sido destruidas con la adopción de las nuevas leyes.

Gorzhaltsán concluye que el concepto de las ‘ventanas de posibilidades’, inicialmente descrito por Joseph Overton, puede extrapolarse a cualquier fenómeno y es especialmente fácil de aplicar en una sociedad tolerante en la que la llamada libertad de expresión se ha convertido en la deshumanización y donde ante nuestros ojos se eliminan uno tras otro todos los límites que protegen a la sociedad del abismo de la autodestrucción.
El aborto, los vientres de alquiler, la eutanasia, la homosexualidad, la droga, el transgenerismo, el incesto, la pornografía… Todos estos temas, antaño tabú, han pasado por este procedimiento o se encuentran inmersos en él en estos momentos.

RT / Gta., 2017

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