Si tu hijo no suelta el celular, esto es lo que tienes que hacer
Joan Amorós, director del Mobile
Free Life, asegura que llegará un momento en que no esté bien visto consultar
el teléfono en una cena o reunión
Muchos padres se
quejan de que cruzan muy poco la mirada con sus hijos adolescentes porque cada
vez estos están más pendientes de la pantalla de su celular respondiendo
mensajes de amigos, viendo los vídeos que cuelgan contactos que ni conocen o
subiendo fotos que, en realidad, poco les aportan. Joan Amorós, psicólogo,
director del Mobile Free Life e impulsor del Día Mundial Sin Celular, explica
cuáles son las señales que pueden hacer sospechar que un joven es adicto al
móvil y las fórmulas para corregir esta conducta de riesgo.
Los adolescentes que pasan una media de 4 horas diarias usando el celular,
¿son adictos tecnológicos?
Puede que sí.
Cuando hablamos de adicción debemos tener en cuenta que el tiempo que se pasa
usando el celular es una variable muy significativa, pero también hay otros
aspectos conductuales que nos tienen que llamar la atención o, al menos,
alarmarnos. Por ejemplo: ¿ha hecho cambios en los hábitos de vida a fin de
tener más tiempo para conectarse?, ¿se irrita, enfada o descontrola si se le
quita el móvil?, ¿se priva de sueño para estar más tiempo conectado?, ¿descuida
otras actividades importantes como pasar tiempo con la familia o los amigos,
dedicar tiempo al estudio o al cuidado de su salud?, ¿ha recibido quejas de
alguien cercano por no prestarles atención al estar demasiado pendiente del
celular?, ¿niega el uso desmedido del tiempo?, ¿miente sobre el tiempo real que
está conectado?, ¿ha intentado limitar el tiempo de conexión, pero sin
conseguirlo, y pierde la noción del tiempo?
¿Cómo se puede lograr que reduzca su tiempo de consumo?
El control sobre
el tiempo de utilización es fundamental a la hora de evitar crear el mal
hábito. Debemos fomentar y enseñarle el uso responsable, establecer y
consensuar las normas de uso, así como supervisar y programar los horarios de
utilización del móvil.
¿Por dónde empezar? ¿Qué medidas o límites son los más indicados en este
momento y para esta situación?
Si el mal hábito
ya está establecido, tendremos que negociar y a la vez ser un buen modelo de
conducta para ellos. Empecemos por algo que puede parecer muy fácil, pero que
en muchas familias quizá ya no lo es: que el celular no nos acompañe dentro de
casa, de habitación en habitación. No podemos comer con los celulares encima de
la mesa, no podemos mirar la televisión mientras contestamos Whatsapps. Un muy
buen hábito es dejar en un mismo lugar, todos los celulares de la casa a partir
de una hora determinada; todos, ¡los de los padres también!
De esta manera
también evitamos que los jóvenes estén mucho rato conectados antes de irse a
dormir, con las consecuencias que también conlleva a nivel de sueño. Los
adultos tenemos que ser un buen modelo en lo que se refiere al uso del móvil.
Ese es el mejor aprendizaje que les podemos ofrecer.
¿Cómo afrontar las discusiones sobre este asunto?
Inicialmente
debemos intentar hacer partícipe al adolescente de las normas de uso del
celular. Esto incluye horas y momentos de uso. Otro tema es el tipo de
aplicaciones o juegos a los que dedican esas horas. Es responsabilidad de la
familia enseñarles las consecuencias que puede tener hacer un mal uso de
algunas redes sociales, los riesgos que hay… o no permitir que jueguen a según
qué juegos si no tienen la edad indicada.
Si hay
discusión, la negociación tiene que ser nuestra aliada. De la misma manera que
lo es cuando piden empezar salir. Lo más importante es que, como padres,
tengamos el control y sean ellos los que se vayan ganando nuestra confianza en
el buen uso del teléfono.
¿Es posible educar en el tiempo de uso de las nuevas tecnologías en un
mundo que vive «enganchado» a su móvil?
¡Por supuesto!
Lo que no hay que hacer es normalizar el hecho de vivir enganchados al celular.
La tecnología nos ha desbordado, pero ya ha pasado otras veces y ahora el
siguiente cambio es social. La educación pasa por no aceptar ciertas conductas
ni paradigmas. Andar por la calle no es perder el tiempo, previsualizar un
email no es ser más efectivo y mandar notas de voz no es comunicarse mejor.
Llegará el
momento en que todas estas cosas no se consideren «normales», en que no esté
bien visto que alguien consulte el teléfono en una cena o en cualquier reunión
social. Solo con estos pequeños ejemplos ya podemos calcular, no solo el tiempo
de pantalla que disminuimos, sino también la calidad y eficacia de nuestras
acciones y relaciones.
¿Cómo hacer que disfrute más del mundo real?
Entendiendo el
mundo real como todo aquello que no pasa a través de una pantalla, debemos asegurarnos
que nuestros hijos e hijas tienen experiencias, relaciones sociales y
actividades más allá de la pantalla. Proteger esos espacios y momentos,
mantenerlos libres de móvil para vivirlos de una forma plena y con presencia
total. Deporte, actividades extraescolares, hobbies, quedar con los amigos y
amigas…
Debemos proteger
y potenciar todos estos aspectos de la vida real, darles libertad, espacio y
todo el apoyo que necesiten en los ámbitos de interés que les puedan aportar
experiencias reales. Pueden ser en familia o no, pero algo que es sin duda real
y conecta con niños, adolescentes y adultos es la naturaleza, tan fácil como
salir y disfrutar de ella.
Laura Peraita, ABC, 2019
::::::::::::::::::::::::::::Etiquetas: Sociedad
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