El valor de la Maternidad
Aprovechamos el pasado Día de la
Madre, para reflexionar al respecto
Recordemos las sabias palabras de Mons. Charles Chaput,
Arzobispo de Denver, Estados Unidos: "La fertilidad es la bendición
original dada por Dios al hombre y a la mujer... Es un don divino. Los dones
están pensados para ser dados y recibidos gratuitamente; nunca rechazados por
una parte, y nunca reclamados por otra... La anticoncepción rechaza el don de
la fertilidad. Las tecnologías reproductivas lo reclaman".
Si la fertilidad es un don, también lo es la maternidad,
consecuencia directa de la apertura a la vida.
Pero ser madre, hoy en día, no es tarea fácil. El permanente
cambio social, corrientes culturales contrarias a la familia, e incluso
favorables a la maternidad "por capricho", generan numerosos
problemas, sobre los cuales intentaremos dar algunas ideas.
La maternidad debe ser complementada por la paternidad
Para que la maternidad pueda desarrollarse normalmente, hace
falta el apoyo del padre, hace falta que el padre viva su paternidad. Lo cual
no significa tan sólo proveer el sustento del hogar, sino también ayudar a la
madre de sus hijos en todo cuanto haga falta, cuando se lo permita su actividad
laboral.
A veces, el tiempo de que se dispone es escaso porque las
dificultades económicas obligan a pasar muchas horas trabajando, separado de la
familia; en esos casos, cobra mayor importancia la calidad de la atención a la
mujer y a los hijos: es necesario luchar por adquirir ciertas virtudes, como
espíritu de servicio, desprendimiento, generosidad y buen humor, de manera de
hacer agradable la vida a los demás.
El padre, para favorecer y apoyar la maternidad de su
esposa, debería tratar, por todos los medios, de estar siembre disponible. El
Santo Padre Juan Pablo II hace referencia a la "deuda" que contrae el
padre con la madre de sus hijos, quien durante nueve meses, se
"encarga" de la gestación; esa "deuda", la debería pagar el
varón una vez nacido el niño, ayudando a su mujer en tareas que faciliten la
atención del niño por parte de la madre y la adaptación de la madre a la nueva
situación.
La maternidad y el trabajo deben compatibilizarse lo
mejor posible
Es importante que la mujer pueda alternar su maternidad con
su carrera profesional, dado el caso. Para ello, es necesario en primer lugar,
que el marido le brinde a su esposa, todo el apoyo que esta necesita para
desarrollar su cultura y su capacidad profesional. Por otra parte, la
mujer-madre debe disponer del tiempo suficiente para criar a sus hijos, sin que
ello perjudique irreversiblemente su actividad laboral y/o cultural. Y al
revés: el trabajo, no debería afectar negativamente la atención a los hijos.
Quizá las necesidades económicas que hoy vivimos, hagan difícil encontrar un
equilibrio óptimo entre la dedicación de la mujer al trabajo y al hogar.
Por eso, es más importante que nunca, afirmar que el mundo
laboral debe aprender a respetar el don de la maternidad; si no lo hace, corre
serios riesgos de deshumanizarse. El ámbito del trabajo y el ámbito de la
cultura, necesitan del "genio" de la mujer para ser más acogedores,
más "vivibles", más "disfrutables".
La mujer-madre, puede hacer una contribución peculiar en
este sentido, si se la deja de tratar como a un hombre -también si ella misma
deja de intentar parecerse al hombre-, y se respetan sus tiempos, si se
facilita la adaptación de sus obligaciones laborales a su particular condición
maternal. De este modo, aunque los empleadores no vean en este enfoque más que
problemas inmediatos, a largo plazo podrán comprobar que las mujeres, además de
trabajar más a gusto y rendir más, al poder vivir su maternidad como
corresponde, enriquecerán con su experiencia maternal la actividad laboral.
La paternidad debe manifestarse en el hogar y en el
trabajo
El padre, no sólo debe asumir un compromiso con la
maternidad de su propia esposa, sin que debe asumir un compromiso con el
respeto a la maternidad de las mujeres que trabajan con él, o para él. En la
medida que respete, facilite y proteja la maternidad de sus compañeras o
empleadas, será digno de llamarse padre en el sentido amplio del término.
Lo mismo se puede aplicar a las mujeres que dirigen empresas
o que trabajan fuera de casa; aunque por lo general, suelen ser más
comprensivas.
Los hombres, deben contemplar la especial atención que
requiere la maternidad de aquellas mujeres que no son sus esposas, y las
mujeres, de esas otras mujeres que no son ellas mismas. Lo contrario, implica
incoherencia, propia de quienes viven -esquizofrénicos- una vida hacia el
hogar, y otra completamente distinta, hacia el mundo.
La sociedad debe promover la maternidad
Proteger y apoyar la maternidad, es un deber social. La
sociedad debe favorecer la maternidad, porque la maternidad cumple una función
social: provee al mundo de nuevos seres humanos que, entre otras cosas, pagarán
la jubilación de los patrones y compañeros de sus madres, de las enfermeras y
los médicos que los traen al mundo, etc.
Una especie que no se reproduce, tiende a la extinción. Y si
bien los seres humanos somos unos cuantos, hay signos alarmantes de
estancamiento y aún decrecimiento de la población para las próximas décadas. Al
menos en los países desarrollados, y en los que sin serlo, tenemos indicadores
sociales similares a los suyos.
Estas ideas, son sólo un pantallazo de un tema profundo, que
estimamos debería encararse con seriedad y profesionalidad por parte de quienes
tienen en sus manos la posibilidad de establecer políticas, de fijar
estrategias, de salvaguardar derechos; derechos que van desde la no
discriminación, hasta la celebración del Día de la Madre, que algunas
organizaciones feministas con representación en la ONU pretenden eliminar... y
no precisamente por ser un día "comercial".
La perspectiva del amor
Las relaciones entre los cónyuges no deben basarse en
"equilibrios de poder", ni en una "lucha de clases" de
"oprimido" contra "opresor" al interior de la familia, como
plantea la perspectiva o ideología de género, sino en el amor de los esposos.
El hombre y la mujer, capaces de amar y ser amados, son
iguales en su dignidad porque comparten la misma naturaleza humana, porque son
personas; pero, aunque en cuanto personas el marido y la mujer tienen idéntica
dignidad, son esencialmente distintos en cuanto personas sexuadas.
Esta diferencia, hace que las relaciones matrimoniales, se
basen en la complementación mutua entre marido y mujer, llamados a ser
"una sola carne". Complementación que cuando se realiza
armónicamente, se verifica en la entrega, en el respeto y en el amor de los
cónyuges.
Así, cuando el amor es sincero, el respeto total y la
entrega absoluta, los esposos se abren a la fecundidad; pues sólo si están
abiertos a la vida -a la maternidad-, los esposos son capaces de manifestar plenamente,
además del amor mutuo, el amor que ambos tienen por los hijos que puedan venir
y por sus semejantes.
ACI
Etiquetas: maternidad
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