Esto es lo que ocurre si aspiras a ser padre-pana de tus hijos
Javier Urra, doctor en
Psicología, explica la conveniencia o no de querer mantener una relación de
amistad con los hijos
Todo el mundo decide quien es su amigo. Pero nadie elige a
los padres. Sean mejores o peores, son los que uno tiene y es una circunstancia
que no se puede cambiar. Al igual que los progenitores no eligen a sus hijos.
Aun así, hay progenitores que tratan de mantener una
relación más allá de la que corresponde a padres e hijos, intentan ser «amigos»
de sus pequeños. Y alardear de ello. ¿Qué consecuencias tiene esta decisión?
Según Javier Urra, doctor en Psicología y en Ciencias de la salud y autor,
entre otros libros, de «Déjale crecer», intercambiar la figura de padre con la
de amigo es confundirlo todo. «Es posicionar al hijo donde no le corresponde,
otorgándole unas responsabilidades que no tienen sentido».
Explica que el modelo «padre-pana» deja mucho que desear en
la práctica. «Los hijos no necesitan padres-panas que son permisivos. Eso no es
correcto. Lo que necesitan de verdad son padres educadores y padres maestros.
Exhibir una cierta autoridad puede resultar chirriante, pero es necesario».
Explica que es positivo que los niños tengan padres
amistosos que quieran jugar con ellos, que les animen cuando estén tristes, les
orienten ante las dudas... «Pero los hijos tendrán a lo largo de su vida muchos
amigos, pero solo un padre y una madre, y necesitan que actúen como tales para
su correcto desarrollo. Más allá de la confianza está la confidencialidad.
Tener confianza no quiere decir desvelarlo todo, ser transparentes. Padres e
hijos somos independientes y tenemos nuestra intimidad, reservas, dignidad y
honor».
Javier Urra confiesa que alguna vez se ha preguntado si hay
padres que llegan a sentir celos de los amigos de sus hijos —porque les prestan
más atención, les influyen mucho...—. «Esto es así y siempre lo será —asegura—.
En la adolescencia, sobre todo, los grupos de iguales, de referencia, influyen
de verdad más que los de pertenencia», concluye.
Laura Peraita, ABC 2019
Etiquetas: Familia
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