Es «etnocéntrico» considerar natural solo una forma de familia? Responde un antropólogo
Los adversarios ideológicos de la familia suelen apuntar un
sinfín de variedades de organización conyugal y paterno-filial procedentes de
los estudios etnográficos como argumento contra el matrimonio entre hombre y
mujer, monógamo, indisoluble y abierto a la procreación. Pero, ¿qué significa
en el fondo esa diversidad? Adriano Virgili (Roma, 1974), antropólogo y
filósofo, autor de obras de apologética católica tras unos años vividos como
ateo militante, miembro del GRIS [Grupo de Investigación e Información
Socio-Religiosa, por sus siglas en italiano], casado y con un hijo, aborda una
respuesta muy distinta a la sugerida por quienes utilizan ese argumento:
La insustituible
fisionomía del matrimonio
Una de las consecuencias más relevantes del Congreso Internacional
de las Familias que ha tenido lugar hace escasas semanas en Verona, ha sido la
de haber puesto de nuevo en el centro de la atención pública del país el tema
de la familia.
Sin embargo, esto ha sucedido en un contexto cultural que ya
está contaminado por un abrumador relativismo según el cual, a la luz de los
conocimientos actuales, ya no es posible hablar de familia nuclear, es decir,
de aquella que está formada por un
hombre, una mujer y los hijos que con ellos conviven como, "familia
natural". La familia natural ya no existe, se repite cada vez con mayor
insistencia, y con el fin de demostrarlo se utilizan los resultados de las
investigaciones etnográficas y los análisis antropológico-culturales.
Personalmente, me encuentro en la extraordinaria posición de
ser, por formación, tanto un antropólogo cultural como un filósofo de declarada
"fe" tomista. La polémica actualmente en marcha me insta, por lo
tanto, a proponer una breve reflexión sobre este tema, a caballo entre la
antropología cultural y la filosofía. Comprendo que el asunto, para ser
analizado en todo su alcance, merecería la redacción de un ensayo, por lo que
aquí me limitaré a una muy breve reflexión preliminar sobre el mismo,
reservándome la posibilidad de profundizar los distintos aspectos en futuras
colaboraciones.
Parentesco biológico y "simbólico"
Hablar de familia significa hablar de parentesco. Ahora
bien, se dice que la investigación antropológico-cultural demuestra que, en las
distintas culturas, las relaciones de parentesco (también las que se dan entre
padres e hijos) pueden construirse también después del nacimiento, mediante
procedimientos concretos de apropiación simbólica. Se afirma que, a pesar de
que el nacimiento del individuo ocurre necesariamente a través de la unión de
un hombre y una mujer, una familia es un conjunto de personas que participan,
de manera íntima, los unos de los otros en una construcción social
culturalmente significativa que incluye factores biológicos, pero que no se
reduce sólo a estos, hasta llegar a situaciones en las que las relaciones de
carácter extra-biológico son preponderantes. El parentesco sería pues,
fundamentalmente, un sistema simbólico capaz de dar sentido al dato biológico
de la filiación, pero que en muchos casos se superpondría a él, perteneciendo
(por citar una dicotomía que le gustaba mucho a Lévi-Strauss) más al ámbito
cultural que al natural.
La "deconstrucción" relativista de la familia desde el punto
de vista etnográfico comenzó en los años 40 con la obra del antropólogo franco-belga
Claude Lévi-Strauss (1908-2009).
Cada cultura resuelve a su manera el problema relacionado
con la asignación de un individuo a un determinado grupo parental,
prescindiendo a veces, de manera más o menos marcada, de los factores meramente
biológicos. Así, la institución matrimonial, que regula fundamentalmente el
acceso sexual de los hombres a las mujeres, y viceversa, se configura de manera
muy variable en las distintas culturas. Para apoyar esta tesis, se ponen muchos
ejemplos sacados de la bibliografía etnográfica, de la que nos ofrece una
amplia muestra el libro What kinship is
and is not, de Marshall Sahlins.
Casuística etnográfica
Es de destacar que en las culturas matrilineales (aquellas
en las que los individuos pertenecen a la familia de la madre, y no a la del
padre) como, por ejemplo, en las africanas de los Ashanti y los Ndembu, el
vínculo familiar fundamental es el que hay entre hermano y hermana. El hermano
ejerce la autoridad sobre los hijos de la hermana, que serán sus herederos. La
hermana, como pariente femenina más cercana, goza de ciertos derechos y
representa la fuente de continuidad del linaje. Si en las sociedades
patrilineales (aquellas en las que los individuos pertenecen el linaje
paterno), el interés de los hombres se basa en tener hijos, en las
matrilineales se centra en hacer que los tengan las propias hermanas. Entre
hermano y hermana hay una gran intimidad: el hombre tenderá a confiarse con su
hermana más que con su esposa; será a su hermana a la que le pedirá consejo cuando
lo necesite, o cuando se trate de gestionar su economía y posesiones. En estas
culturas, la relación entre un padre y sus hijos tiende a ser mucho más
informal y el primero no es considerado por los segundos una figura dotada de
autoridad, sino más bien un amigo y, a menudo, un cómplice.
En todas las culturas el matrimonio es una institución
social orientada a la reproducción y la asignación de los hijos a un grupo y no
a otro. La unión matrimonial presenta una gran flexibilidad y, a veces, se
configura de modos que a nosotros, occidentales, nos pueden parecer extraños:
entre los Igbo de Nigeria, en caso de esterilidad del marido, una mujer está
autorizada a tener relaciones sexuales con otro hombre, y los hijos procreados
serán legalmente los hijos del primero (el pater) y no del segundo (el
genitor).
Entre los Nuer del Sudán está documentado el matrimonio con
un fantasma, por lo que, siempre que un hombre muera sin hijos o antes de
casarse, un hermano o un primo puede casarse con una mujer en nombre del difunto
para que los hijos sean legalmente sus hijos [del difunto]. Entre los Nuer
existe el matrimonio entre mujeres (que no tiene ninguna connotación lésbica):
una mujer estéril puede contraer matrimonio con otra mujer, elegir para ella un
amante y los hijos nacidos de esta unión serán hijos socialmente reconocidos
como de la mujer-marido, miembros de su grupo. La mujer-marido incluso está
autorizada socialmente a pedir una indemnización a sus esposas si estas
mantiene relaciones sexuales con otros hombres distintos a los que ella les
asigne.
Tenemos también a los hermanos de la madre llamados
"madres varones" y a las mujeres ricas Lovedu, que ceden su ganado
para comprar "mujeres" y convertirse así en "padres" de sus
hijos.
Los Karembola de Madagascar consideran que hermanos y
hermanas son lo mismo, por lo que un hombre puede reivindicar la maternidad de
un niño.
En algunas poblaciones del Amazonas, un nacimiento puede no
implicar ningún tipo de parentesco si lo que la mujer lleva en su vientre es el
hijo de un animal (del espíritu de un animal).
Entre los Inuit de Groenlandia, cuando un niño es llamado
con el nombre de su abuelo materno, empieza a llamar hija a la madre que le ha
dado a luz, marido de mi hija a su padre y esposa a su abuela.
También están las familias polígamas: las poligínicas (en
las que un hombre tiene varias esposas), las poliándricas (en las que una mujer
tiene varios maridos) y las poliginándricas (en las que un grupo de hombres,
normalmente hermanos, se unen en matrimonio con un grupo de mujeres,
normalmente hermanas). En el caso de las familias poliándricas y
poliginándricas, los hijos son considerados como de todos los maridos, incluso
cuando se conoce la identidad de su padre biológico.
Ante una variedad tan grande de modelos familiares y
matrimoniales (aquí he citado pocos ejemplos), ¿acaso no es absurdo hablar de
la familia nuclear, ese tipo de familia históricamente difundido en nuestra
cultura, como de "familia natural"? ¿Acaso no es etnocéntrico, se
preguntan algunos, considerar nuestro modelo matrimonial como el único
legítimo?
El relativismo cultural, contradictorio en sí mismo
En punto entra el filósofo, que observa cómo este modo de
plantear la cuestión presupone que la única ley es la positiva, es decir, que
las leyes que los hombres se imponen son el término último con el cual valorar
la licitud de sus acciones. Según esta perspectiva, los usos y costumbres de
cada pueblo son moralmente equivalentes incluso cuando están en contradicción
los unos con los otros.
Obviamente, esta
concepción, como se deduce claramente de lo que acabo de escribir, es
contradictoria en sí misma. Sería bastante simple articular una
argumentación apropiada para demostrar lo que he dicho antes, pero en este
contexto no hay ni siquiera la necesidad de molestarse en hacerlo. Sí, porque
los mismos autores que defienden la idea de que no existe la "familia
natural", un tipo de familia que a nivel meta-cultural haya que considerar
como la única verdaderamente tal, son los primeros que, después, se indignan
porque en determinadas culturas y sociedades los derechos de los gays o de las
mujeres no se respetan de la manera adecuada.
Esto significa que también ellos consideran, implícitamente,
que además de una ley positiva, debería haber una ley natural, es decir, esa
norma moral que basa los criterios de la acción humana directamente en la
naturaleza específica del hombre. De hecho, si así no fuera, no tendría sentido
indignarse por las costumbres que se considera inmorales en una cultura o
sociedad concretas, ya que no habría ningún metro meta-cultural o meta-social
en base al cual poder determinar la moralidad o la inmoralidad de algo
prescindiendo de cómo sea considerado por cada grupo humano.
¿Qué significa "natural"?
Ahora bien, cuando
utilizo el término "natural", no me estoy refiriendo a algo
impuesto por la naturaleza, ya que la ley moral supone siempre la mediación de
la razón, sino que quiero indicar algo
que es conforme a las exigencias de la naturaleza humana tal como las investiga
y conoce la razón.
Así se aclara también el sentido en el que se puede hablar
de "familia natural", concepto sobre el que quienes niegan su
existencia parecen tener siempre las ideas suficientemente claras. Con la expresión "familia
natural" no se hace referencia a un único tipo de familia que
impondría la naturaleza humana (motivo por el que las distintas culturas han elaborado
modelos familiares tan diferentes unos de otros), sino a aquel que es más acorde al hombre en cuanto tal.
Nos queda sólo justificar el motivo por el que la familia nuclear, es decir, la
"sociedad conyugal" fundada sobre el matrimonio, tiene que ser considerada como la "familia natural".
Como he demostrado antes, no es posible concretar una forma
de matrimonio que sea compartida en todos los aspectos por los pueblos de todas
las culturas: la divergencia de las instituciones matrimoniales causa desconcierto
y, a primera vista, también desánimo para quien desea intentar un resumen.
Parece que el elemento más constante se puede especificar, a nivel biológico,
en la relación sexual; el resto parece más bien fluido, incierto,
contradictorio. Sin embargo, considerándolo en conjunto, es posible formular
una primera definición de matrimonio que incluya todas las variantes de un
hecho que sigue siendo inequívoca y claramente natural y, por lo tanto, sujeto
a la evolución de la conciencia humana: una
institución que en cualquier lugar y siempre, tiende a regular las
manifestaciones del instinto sexual según las normas específicas de una
comunidad humana determinada.
Esto quiere decir que el matrimonio, a nivel universal, no
es nunca concebido como un hecho privado, una convivencia libre de cualquier
vínculo legal que se remite únicamente a la conciencia y a la decisión personal
e irrefutable de los individuos como únicos gestores de sus sentimientos y
elecciones. Dentro de los límites fijados por la ley positiva de los distintos
pueblos, el matrimonio, como institución, ha conocido todas las formas y todas
las aberraciones: de la poligamia a la poliandria, del concubinato al divorcio.
Sin embargo, se confirma que esta
institución, como unión del hombre y de la mujer en vista y en función de la
familia, ha asumido un carácter cada vez más delineado desde el punto de vista
jurídico, que no es dejado nunca al arbitrio personal: un amor libre, que
se sustrae a cualquier ley, no ha existido nunca.
La noción de
matrimonio incluye el dato biológico (la atracción de los sexos), y el
racional, es decir, su disciplina obtenida en virtud de normas jurídicas
concretas. Ahora bien, si quisiéramos limitarnos sólo al primer dato, el
biológico, la noción de matrimonio reflejaría sólo la vida instintiva común
también a las bestias; en cambio, si nos limitamos al segundo, la institución
matrimonial no surgiría de manera suficientemente clara e inequívoca, porque no
hay ley que no dependa del arbitrio humano, falible de por sí. El análisis
antropológico de las distintas culturas se limita a describir su vida, no
sugiere una norma; documenta el ser, no señala el deber ser; alude a los
hechos, no descubre el derecho. Buscar
la norma quiere decir captar la esencia o el deber ser del matrimonio, el cual,
al ser un hecho eminentemente humano, puede ser juzgado sólo remontándonos a
las inclinaciones de la naturaleza humana en su conjunto.
Amistad, unidad y alteridad
La familia nuclear es
la célula fundamental de la sociedad correctamente ordenada, sociedad que ve idealmente
en la amistad entre las personas que la forman el pegamento que la mantiene
unida. Y la amistad que satisface todas las posibilidades reales de desarrollo
de la persona humana, se da sólo en el matrimonio monógamo, y esto es así por
las razones de fondo resumidas en esa complementariedad de los sexos, que
implica su unidad fundamental en la más heterogénea riqueza de estructura
exclusivamente propia del primer núcleo social humano, capaz de generar nueva
vida.
No hay forma de amistad más alta que la que es posible entre
dos sexos que se aman y se entregan en vista de la prole. Su mutua atracción de
amor está determinada por la máxima unidad en la máxima alteridad que la
naturaleza humana puede ofrecer.
El matrimonio
monógamo realiza la más profunda comunión de amor entre los sexos a través de
su integración mutua, tan perfecta que resulta naturalmente fecunda,
garantizando por tanto la supervivencia de la familia humana, fin último de la
naturaleza. A través del matrimonio se realiza la perfección de los
cónyuges y la procreación de la prole. Claramente, la segunda, aunque posterior
en el tiempo, al interesar a la especie, prevalece sobre el primero que atañe a
dos individuos. Por consiguiente, el primero, inmediato, está subordinado a la
segunda.
Esta es la razón por la que la
familia nuclear, la que está fundada en los cónyuges y su prole, es, de hecho,
la "familia natural". Esta es, efectivamente, la forma de unidad familiar que mejor
responde a las exigencias de la naturaleza humana tal como pueden ser
investigadas y conocidas por la razón y que, en esencia, es la única forma de familia en sentido propio.
Adriano Virgili, La Croce
Quotidiano, 2019 / ReL, Traducción de
Elena Faccia Serrano.
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Etiquetas: Matrimonio
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