Alabama, año cero
Sería absurdo, un día como hoy, que intentara informar o
comentar primero de cualquier otro asunto. Alabama ha prohibido, en la
práctica, el aborto provocado, en una iniciativa extraordinaria que podría
señalar el principio del fin de la Cultura de la Muerte.
Vamos por partes. El problema del aborto en Estados Unidos
no es meramente que se permita, sino que una sentencia del Tribunal Supremo en
1973, en el caso Roe vs Wade, que sentó jurisprudencia, determinó que el aborto
provocado estaba protegido por la Constitución en un nebuloso ‘derecho a la
privacidad’. La sentencia fue muy criticada desde el punto de vista técnico,
jurídico, porque hacía decir a la carta magna americana lo que de ninguna
manera decía, y de ahí derivó toda una escuela de interpretación que veía en
ella un “texto vivo” lleno de “penumbras” que solo los jueces del Supremo
podían dilucidar.
La consecuencia, naturalmente, fue convertir a los nueve
jueces en una ‘junta’ no electa que puede revertir el resultado de cualquier
decisión presidencial, parlamentaria o popular, como se demostró cuando hizo el
mismo ‘truco’ con el matrimonio homosexual, que fue rechazado en referéndum por
31 Estados. El caso es que el aborto se convertía en intocable para cualquier
poder, amparado por su condición de ‘derecho constitucional’, que solo el
propio Supremo podía revertir. De ahí que se considere que el legado más
importante que puede dejar un presidente en su paso por la Casa Blanca, cuando
hay una vacante, es nombrar jueces para el augusto tribunal.
Del ‘derecho’ surgió una industria, un poderoso valedor,
Planned Parenthood, que es la organización privada más favorecida por la ONU,
un negocio con muchas derivadas e incontables intereses. Y siendo Estados
Unidos el país más poderoso y culturalmente influyente de la tierra, la
maquinaria abortista funcionando en todo el mundo a toda potencia parecía
asegurada en un horizonte de futuro predecible.
Pero los provida no se rindieron jamás, y a pesar de ser
ninguneados y ridiculizados por los medios, acosados por los abortistas,
detenidos por la policía y atacados desde todos los ángulos, no cejaron y
lograron que, poco a poco, milímetro a milímetro, la opinión pública -a años
luz de la publicada- empezara a entender que el aborto estaba destrozando el
alma de nuestras sociedades, anestesiándonos a nuevas aberraciones, y que en el
futuro se verá probablemente como hoy contemplamos la esclavitud legal.
Así, y desde hace ya más de una década, los candidatos
provida, en igualdad de condiciones, tienen más probabilidades de resultar
elegidos que los partidarios del aborto. Pero nada de eso servía para cambiar
nada esencial en el estado jurídico de la cuestión. Ni siquiera la llegada a la
Casa Blanca del presidente más favorable a las tesis abolicionistas que ha
tenido Estados Unidos en décadas, Donald Trump, que llegó a dirigirse a los
participantes en la última y multitudinaria Marcha por la Vida en Washington,
parecía capaz de alterar este estado de cosas.
La batalla parecía estar donde corresponde, en el Supremo,
en el que Trump ha logrado meter a dos jueces y en el que los conservadores -probables
provida, aunque nunca se sabe- serían mayoría tras el esperable retiro de la
juez Ginsburg si Trump sigue en la Casa Blanca para proponer sustituto.
Y entonces llega la Ley de Protección de la Vida Humana
(Human Life Protection Act), aprobada por el congreso estatal por 74 votos
contra tres, y todo se da la vuelta. La ley tipifica como delito realizar
abortos, penado con diez años de cárcel, aunque la madre no sería castigada.
Lo que se espera, naturalmente, es que la ley se recurra al
Supremo, ya que supuestamente vulnera un derecho constitucional, dando al alto
tribunal una oportunidad de revertir el precedente judicial de Roe vs Wade.
Y ahora empieza la verdadera batalla, porque todos los
grandes poderes de este mundo van a usar su potencia de tiro contra esta
tendencia. Porque el aborto no es una medida más de la Cultura de la Muerte: es
su eje, su núcleo, su tesoro más preciado; como decían las Femen que asaltaron
el Congreso español, es su “sacramento”. Temen, no sin razón, que si acaba el régimen
de terror y muerte que supone el aborto legal, toda su funesta obra estará en
peligro. Temen que la gente abra los ojos y se horrorice en nombre de todos
esos inocentes masacrados legalmente, con el beneplácito de las autoridades
legítimas, con la intervención de una profesión que existe para salvar vidas y
convertido en un formidable negocio de muerte.
Por Carlos Esteban | InfoV., 2019
Etiquetas: Aborto
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio