La aplicación de la eutanasia en Holanda empieza a asustar incluso a los médicos que la practican
Las violaciones del
consentimiento crecen a medida que el valor de la vida humana ha ido
decreciendo. En algunos casos, ni se pregunta o se actúa a conciencia de que
ese consentimiento no existe. En 2017, casi una cuarta parte de los decesos en
Holanda fueron inducidos por el hombre. Cada vez más personas piensan que
«quizás hemos traspasado el límite con la muerte a demanda»
Bert Keizer es uno de los 60 médicos de Levenseindekliniek,
la clínica holandesa para el final de la vida que, en 2017, practicó la
eutanasia a 750 personas. Está acostumbrado a ir a casa de los pacientes que
quieren morir, pero la escena a la cual asistió el año pasado es inédita incluso
para él. Cuando llegó, con una enfermera, a la cabecera del hombre al que tenía
que matar, se encontró ante 35 personas "que estaban bebiendo, gritando y
riéndose. Había mucho ruido y pensé : 'Muy bien, ¿y ahora cómo lo hago?'.
Gracias a Dios, el hombre que tenía que morir sabía exactamente qué hacer y de
repente dijo: 'Muy bien, chicos' y todos le entendieron. Se callaron, sacaron a
los niños de la habitación y le puse la inyección".
"Quizás hemos traspasado el límite"
Hablando con Christopher de Bellaigue, enviado de The
Guardian, que ha escrito un largo artículo para explicar que, "quizás,
Holanda ha traspasado el límite con la muerte a demanda", Keizer usa este
ejemplo para ilustrar que "la eutanasia se ha convertido en algo normal".
En 2002, cuando se legalizó la "buena muerte", la solicitaron 1882
personas; la cifra aumentó en 2017 a 6585. Si a este dato se le añade que en
2017 se suicidaron 1900 holandeses y a 32.000 personas se les aceleró la muerte
mediante la utilización de una sedación terminal muy anticipada, la
"impresionante" conclusión que obtenemos es que más de una cuarta
parte de las muertes en Holanda en 2017 (casi 150.000) fueron inducidas.
Nunca fue tan fácil morir en Holanda: la eutanasia estaba
inicialmente reservada para los mayores de edad, pero ahora se ha ampliado
también a los niños; no hace falta una enfermedad terminal para recibir la
inyección letal, basta sufrir de un modo subjetivamente
"insoportable" de cualquier malestar, que puede ir desde la demencia
a la depresión; si el propio médico es reacio a conceder la autorización, basta
dirigirse a la Levenseindekliniek. The Guardian está seguro de que pronto se
aprobará en el Parlamento la "píldora para el final de la vida",
disponible para cualquiera que encuentre insoportable la propia vida.
El negocio de la compasión
La eutanasia es un servicio sanitario básico cubierto por la
prima mensual que cada ciudadano holandés paga a su aseguradora. Es un negocio
muy lucrativo: por cada inyección letal practicada por un médico de la Levenseindekliniek,
las compañías de seguros pagan a la clínica 3000 euros. La compensación se da
incluso cuando el paciente cambia de idea en el último momento.
Obviamente Steven Pleiter, director de la clínica, afirma
que no es una cuestión de dinero, sino de "empatía, ética y
compasión": una compasión que, en 2017, hizo ganar a la Levenseindekliniek
más de dos millones de euros. Observa The Guardian: "Evidentemente, las
compañías de seguros prefieren pagar una cifra una tantum por matar a alguien,
y no gastar una enorme cantidad de dinero para curar a una persona viva, pero
no productiva".
Menos del 8% de los médicos se niegan a practicar la
eutanasia por razones de conciencia; sin embargo, muchos empiezan a recuperarse
de la borrachera letal. Algunos se preocuparon cuando en noviembre de 2018 los
fiscales holandeses anunciaron que, por primera vez, una doctora sería
procesada por homicidio: había matado a una paciente a pesar de que ésta le
había dado a entender claramente que no quería morir. "Había firmado las
voluntades anticipadas", se justifica la doctora, a pesar de lo cual la
llevaron a juicio.
"¿Cómo puedo seguir así?"
Otros, en cambio, han tenido experiencias
desestabilizadoras. Como Marie-Louise (nombre ficticio), médico de cabecera,
que se negó a matar con eutanasia a un hombre con demencia que había firmado un
testamento biológico, con el que pedía la inyección letal cuando sus
condiciones fueran a peor. A lo largo de los años "cambió de idea por lo
menos 20 veces"; también porque "era la mujer la que quería
obligarle". Un día, después de que el marido hubiese cambiado de idea por
enésima vez, la mujer entró en el estudio de Marie-Louise y, golpeando los
puños sobre la mesa, dijo: "¡Si encontrara el valor! ¡Ese cobarde!".
Hoy, Marie-Louise ha decidido abandonar la profesión: ese
hombre, al final, fue asesinado con eutanasia por el doctor que la sustituyó
mientras ella estaba de vacaciones. Marie-Louise sabía que su sustituto era fan
de la "buena muerte", pero no pensaba que llegaría hasta ese extremo.
Ahora se siente culpable, no hace otra cosa que preguntarse qué habría pasado
si no se hubiese ido de vacaciones. "¿Cómo puedo seguir así? Soy médico y
no puedo ni siquiera garantizar la seguridad de mis pacientes más
vulnerables".
"Lo siento, su madre ha muerto hace media hora"
Como ella, también Marc Veld, que no es totalmente contrario
al principio de la eutanasia, se siente culpable. La pasada primavera empezó a
sospechar de su madre, Marijke: aunque no era una enferma terminal, daba
señales de querer acabar con todo. Marc intentó hablar con su médico en más de
una ocasión, sin resultado, para explicarle por qué el sufrimiento de su madre
no era insoportable ni imposible de aliviar. El 9 de junio recibió una llamada
de su médico: "Lo siento, su madre ha muerto hace media hora". La
había matado él y ni siquiera le había avisado, tal como establece la ley.
"Podría haber vivido aún muchos años", sacude la cabeza Marc,
carcomido por el remordimiento y la rabia.
También está el caso de Berna van Baarsen. Favorable a la
"buena muerte", había decidido construir activamente la ley,
haciéndose nombrar miembro de una de las comisiones de control de la eutanasia,
encargada de valorar los dossiers que los médicos están obligados a enviar
después de matar a sus pacientes.
En enero se fue dando un portazo, acusando a sus compañeros
de haber traspasado el límite. Seguían juzgando como legales los casos de
pacientes que recibían la eutanasia en base al testamento biológico, aunque ya
no estuviesen en disposición de entender y de querer. "Es fundamentalmente
imposible establecer qué quieren estos pacientes, porque ya no pueden
expresarse. El tema del consentimiento es ambiguo. En las comisiones se
esconden detrás la ley, y ya no se preguntan si es moralmente justo matar a
personas en determinadas condiciones".
"Todos quieren a la madre"
No es fácil prever si Holanda ha llegado al fondo del plano
inclinado, o si llegará hasta la aprobación de la píldora eutanásica a demanda.
Lo que es seguro, afirma The Guardian, en su viaje al reino de la "buena
muerte" pregonada en nombre de la autonomía y la autodeterminación, es que
se percibe una paradoja: "A muchos médicos con los que he hablado le gusta
la idea de la píldora, porque les permitiría volver a salvar vidas como antes.
Pero si bien es cierto que algunos de los solicitantes de la eutanasia se
enfadan con los médicos cuando estos se niegan a concedérsela, también es
verdad que la gente no quiere suicidarse con sus propias manos. El 95% de los
que solicitan la eutanasia en Holanda quiere que sea un médico el que los mate,
prefieren no tomarse ellos solos el cocktail letal. En una sociedad que presume
de rechazar cualquier forma de autoridad establecida, cuando se trata de la
muerte todos quieren a la madre".
Es decir, todos desean que sea el Estado quien les autorice
y les apruebe. Quieren que alguien les diga: no te estás matando, no estás
haciendo nada malo, estás actuando bien.
Leone Grotti en Tempi / ReL., 19 (traducción de Elena Faccia
S.)
Etiquetas: Eutanasia
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