jueves, 20 de abril de 2017

Adolescentes robotizados


Si por algo nos caracterizamos los adolescentes y jóvenes es por nuestra rebeldía e inconformismo ante la realidad que nos rodea. Lo que me preocupa es ver cómo muchos canalizan esa rebeldía hacia aficiones no productivas, abducidos por modas sin fundamento e incluso perjudiciales para su salud.

La mayoría de los “inconformistas” paradójicamente están robotizados, carecen de objetivos y de personalidad propia, todos hacen lo mismo: uso idéntico de las redes sociales, en las que publican las mismas fotos hechas frente a un espejo del baño con la tapa del váter abierta, mostrando músculo o nuevo corte de pelo y acompañadas de las mismas frases copiadas de internet, incluidas las faltas de ortografía. Echo de menos encontrar imágenes en las que se ha ido a un museo o a una biblioteca, se ha realizado un viaje cultural, o simplemente sintiéndose orgullosos por ganar una medalla o un premio en cualquier deporte o actividad, o por haber creado e inventado algo útil.
 Pienso que carecer de objetivos reales y productivos en nuestra vida, tarde o temprano nos pasará factura. Las personas que se dejan llevar por modas absurdas, sin otro objetivo que salir más o menos guapo o con el corte de pelo más moderno, se están autolimitando, y no saben que están dejando de lado la parte más importante, la que nos identifica como una persona única y lo que nos hace sentirnos bien con nosotros mismos. Tener una actitud indiferente e importarte muy poco lo que pasa a tu alrededor, es un problema para ti mismo y para la sociedad en general, porque no deja avanzar a los que verdaderamente queremos. Perder el tiempo diariamente en cosas inútiles nos perjudica a todos.
 Los que tenemos ejemplos y modelos positivos a seguir somos capaces de perseguir nuestro sueño. Si nuestros padres nos trasmiten valores: respeto, esfuerzo, fe, superación, saber estar e incluso negociar, los hijos aprenderemos buenas conductas. En cambio, si los padres se dedican a discutir, a ver televisión basura, chatear, ir de bar en bar y jugar a la play, que no esperen que sus hijos cuando lleguen a la adolescencia vayan a leer a Platón. Sus objetivos serán otros, el sexo intrascendente,  participar en algún reality show, querer ser populares a cómo de lugar... Robots de gimnasios y discotecas, todos con el mismo corte de pelo, la misma ropa y la misma cultura de analfabetismo funcional.

Álvaro Cabo (edit.) / La Razón, 2017

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