jueves, 20 de enero de 2022

Papel de los padres en la educación sexual de sus hijos

 Papel de los padres en la educación sexual de sus hijos

Dra. Rosatio Laris  M, Phd.  ¿Sexo seguro en  América?

Educar y guiar en la sexualidad es un privilegio de los padres de familia, pues quién mejor que ellos para formar en el amor y la responsabilidad.

La educación sexual es –y significa– educar en el amor, razón por la cual los principales responsables de llevarla a cabo son los padres de familia. Educar a los hijos en la sexualidad, más que una obligación es un privilegio, pues en manos de cada padre y madre está educar en el cuidado del cuerpo, el valor de las relaciones sexuales como expresión de amor, la dignidad y el respeto que deben procurar y que a su vez merecen en el trato con los demás, y el don de la vida. Si los padres de familia comprenden el papel que desempeña la sexualidad en su vida, les será mucho más fácil formar y guiar a sus hijos en este tema.

Los padres son esenciales para el desarrollo saludable de los adolescentes, ya que juegan un papel crítico en la comunicación efectiva relacionada con valores sexuales. El cuidado, presencia y supervisión que ejercen sobre sus hijos son importantes para evitar que estos caigan en conductas de riesgo. La mayor influencia para los jóvenes viene de la familia, y en especial de los padres.

Se han descrito varios factores determinantes en la estructura familiar y en la relación padres e hijos, que coadyuvan a retrasar el inicio de las relaciones sexuales. Entre ellos destacan los siguientes:

1) Presencia y supervisión de los padres. La supervisión de los padres es considerada un mecanismo potencial para reducir conductas de riesgo en los adolescentes, incluido el inicio de las relaciones sexuales, limita la exposición a compañeros de alto riesgo y brinda a los padres el tiempo para discutir con sus hijos los beneficios de retrasar las relaciones sexuales. Desde la perspectiva de un niño, la supervisión de los padres puede indicar preocupación, cuidado y afecto, por lo que los niños que están firmemente vinculados a sus padres, pueden tener menos probabilidades de buscar el apego a los demás a través de las relaciones sexuales tempranas.

Un reciente meta análisis de 40.625 participantes, concluyó que la mayor presencia y supervisión de los padres y cumplimiento de normas de conducta por parte de los hijos, favorece el retraso en el inicio de las relaciones sexuales de los adolescentes. Varios estudios han concluido que a mayor supervisión de los padres o responsables, existe mayor retraso en el inicio de la vida sexual.

2) Comunicación. Se ha demostrado que una mejor comunicación entre padres e hijos adolescentes y mayor unión familiar, favorece la abstinencia sexual en los jóvenes, en tanto que los adolescentes que reportan una relación de menor calidad con sus madres, presentan el doble de riesgo de tener relaciones sexuales en comparación con aquellos que si la tienen.

Si los padres propician la convivencia familiar y promueven una buena relación con sus hijos, disminuyen las conductas sexuales de riesgo en éstos por lo que, a su vez, se reducen los embarazos y las ITS en los jóvenes. La buena comunicación entre padres e hijos, respecto a temas sexuales, se ha asociado al retraso del inicio de la vida sexual.

Una relación de mejor calidad entre los adolescentes y sus padres, especialmente entre madres e hijas, puede ayudar a proteger contra la iniciación sexual temprana. Una comunicación frecuente sobre temas sexuales de los adolescentes con sus padres es muy importante, pues reduce significativamente la influencia del entorno social y los amigos, que frecuentemente se traduce en presión para tener relaciones sexuales.

3) Educación sexual. La comunicación más frecuente por parte de los padres, respecto de las normas sexuales orientadas al amor y al respeto, se asoció con actitudes sexuales menos permisivas y, para los niños, con un comportamiento sexual estable y menores conductas de riesgo. Esto lo concluye Overbeek, que dio seguimiento, en 2018, a 514 adolescentes holandeses de 13 a 16 años, enfatizando que la adolescencia temprana es una fase clave del desarrollo para implementar posibles programas de apoyo destinados a ayudar a los padres a comunicarse sobre el sexo con sus hijos, de manera oportuna y efectiva.

La influencia de los padres para evitar las relaciones sexuales, es muy eficaz cuando existe una relación estrecha entre ellos y sus hijos. Los jóvenes que conversan de sexualidad con sus madres, más que con sus amigos, son más propensos a no tener relaciones sexuales(18); en cambio el hecho que los padres hablen sobre sexualidad con sus hijos a edades tardías, se relaciona con un inicio sexual a temprana edad por los jóvenes.

Los jóvenes cuyos padres les hablan sobre abstinencia sexual y sobre cómo decir NO a las relaciones sexuales, les transmiten reglas claras, y les enseñan a discernir qué es bueno y qué no, tienen muchas menos posibilidades de iniciar la vida sexual en la adolescencia(20). Los padres que desaprueban las relaciones sexuales a edad temprana, se asocian con una mayor edad de inicio de la vida sexual por parte de sus hijos.

Una buena comunicación del hijo y la hija con sus padres, se asocia con un retraso en el inicio de las relaciones sexuales entre los adolescentes que viven en barrios marginales. Las políticas públicas de salud sexual y reproductiva dirigidas a adolescentes que incluyen a los padres, pueden tener un impacto significativo en el retraso del debut sexual y, posiblemente, pueden reducir las conductas de riesgo sexual entre personas jóvenes en entornos de alto riesgo, como barrios marginales. Para reducir el riesgo de tener actividad sexual en la adolescencia, los padres deben hacer énfasis en retrasar los noviazgos, sobre todo en el caso de las mujeres, si el novio es algunos años mayor que ella.

4) Estructura familiar. Los adolescentes que viven con sus dos padres inician la vida sexual a edades posteriores(24) que aquellos que viven solamente con uno de ellos(25-28). El vivir con un solo padre aumenta la actividad sexual.

Estudios demuestran que vivir con un padrastro (en comparación con dos padres biológicos), se asocia con una mayor probabilidad de tener relaciones sexuales tempranas.

Se ha reportado que las adolescentes con bajo nivel educativo, socioeconómico y cultural, con poco cuidado y escasa presencia de los padres o con padres separados, tienden a experimentar relaciones sexuales a una edad más temprana.

Un estudio realizado a 3.380 jóvenes en Suecia, refirió que el 25% no había iniciado sexo oral, anal o vaginal a la edad de 18 años. Comparados con los que si habían tenido relaciones sexuales, este grupo presentó mayores probabilidades de tener padres cariñosos, menor consumo de pornografía, menor consumo de alcohol y tabaco, menor comportamiento antisocial y, sobre todo, mejor manejo del deseo sexual y menores experiencias de abuso sexual, refiriendo que la estructura familiar y la cultura son importantes cuando se trata de la edad de inicio de la vida sexual. Los adolescentes que a los 18 años de edad no habían tenido su debut sexual, parecían vivir una vida más estable y cautelosa que los que tuvieron experiencias sexuales.

Se ha comprobado que una comunicación adecuada entre los padres y sus hijos adolescentes, la presencia de unión familiar, así como hablar de sexualidad y de abstinencia sexual, logra retrasar el IVSA(35). El tipo de convivencia de los adolescentes con sus padres ha sido valorado como un factor determinante para el IVSA tanto en lo relativo a la cantidad de tiempo que los padres conviven con sus hijos como en la calidad de relación que tienen con ellos. Lammers y colaboradores, en un estudio realizado a 26.023 adolescentes, concluyeron que el cuidado de los padres retrasa la edad de IVSA(37). De la misma forma, Sieving(38) y McNeely concluyen que las adolescentes que tienen una relación más estable con sus madres, logran retrasar el inicio de la vida sexual activa de manera considerable.

La supervisión y acompañamiento por parte de los padres cuando los adolescentes no se encuentran en actividades escolares, logran que los adolescentes inicien a edades posteriores la vida sexual, tal y como lo concluye Harris, del Centro de Ciencias y Salud de la Universidad de Oklahoma, al estudiar a 1.079 jóvenes y sus padres. Así mismo, Nagamatsu y su equipo de la Escuela de Medicina de la Universidad de Saga, en Japón, encuestaron a 1.268 jóvenes y concluyeron que la supervisión de los padres aumenta la edad de inicio de la vida sexual en las mujeres. A conclusiones similares llegan Yang, de la Universidad de Wayne en Detroit, donde, además de la supervisión, la buena comunicación con los padres juega un papel importante en el retraso del inicio de la vida sexual; y Dancy, de la Universidad de Illinois en Chicago, quien observó que la supervisión materna logra retrasar el inicio de la vida sexual en las adolescentes.

Yimer, en 2019, dio seguimiento al azar a 406 estudiantes entre 14 y 19 años y reportó que las relaciones entre padres y adolescentes de alta calidad con alto soporte emocional y estricto control, se asociaron con menores probabilidades de participar en conductas sexuales de riesgo en adolescentes. Así mismo, Kassahun analizó a 723 estudiantes entre 15 y 19 años, concluyendo que aquellos que iniciaron a más temprana edad las relaciones sexuales, presentaron escaso cuidado de parte de sus padres y presión del grupo por iniciar la vida sexual.

En relación a la convivencia del padre y las hijas se ha demostrado, que además de ser la presencia y cuidados del padre un factor determinante en la conducta sexual de los hijos, la mujer requiere de la aceptación de su feminidad por parte de su padre varón. Por su lado, el hijo varón obtiene de la madre el necesario reforzamiento tanto en su persona como en su masculinidad. Una vez experimentado lo anterior, se vuelve un factor de seguridad personal que le permite valorarse para lograr el retraso del IVSA.

El padre juega un papel fundamental en la educación sexual de los hijos, pues es él quien debe ser ejemplo de masculinidad para los varones, y generar confianza y autoestima en sus hijas. El padre debe ser quien nutra la seguridad de ellas y demuestre a sus hijos como tratar y respetar a la mujer.

Son los padres quienes tienen la oportunidad, a lo largo de los años y las múltiples vivencias que tienen con sus hijos, de trasmitirles valores tanto en forma verbal como con el ejemplo, lo que constituye uno de los más importantes factores de protección para los hijos de ambos sexos. Si los padres dedican tiempo para estar e interactuar con los niños, valoran los esfuerzos que estos van realizando a lo largo de su vida y les brindan comprensión en los momentos de fracaso; y si, a su vez, los hijos comentan con sus padres las experiencias que tienen fuera de la casa; ese diálogo e interacción generarán en estos la necesaria seguridad emocional que les permitirán, llegada la adolescencia, tomar decisiones por sí mismos, conscientes de su propio valor personal. No necesitarán reforzar su autoestima fuera del hogar, ni ceder en sus convicciones para ser aceptados por sus pares o sentirse apreciados, siendo así que los padres juegan un papel fundamental en el desarrollo sexual de sus hijos.

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