jueves, 5 de julio de 2018

¡No te especialices, muchacho!


Ya estamos en época de graduaciones de bachillerato. Entonces, ¿qué seguir estudiando? Desde luego, algo que le satisfaga a uno o que no le disguste mucho.

Me atrevo a susurrar al escolar que va a acceder a los estudios universitarios o profesionales: "Si quieres triunfar como me dices, muchacho, no te especialices". Entendámonos. Claro que hay que elegir una carrera, una especialización. Pero la condición (ahora dicen la "precondición") para el éxito y la satisfacción vital es que se estudie también algo más.

Cuenta una primera razón práctica. El abanico de los trabajos profesionales cambia a tal velocidad que la inmediata salida laboral puede que deje de existir pasados unos lustros. No hay más que pensar el destino que le esperó a un joven que se especializó hace poco tiempo como delineante o tipógrafo. Hoy esas profesiones ya no existen, y con ellas han desaparecido cientos de ellas. Muchos de los trabajos que hoy parecen prometedores puede que se extingan como tales antes de la próxima generación.

Entonces, ¿qué estudiar? Desde luego, algo que le satisfaga a uno o que no le disguste mucho. Además, la carrera elegida hay que completarla con otra más y con saberes básicos o instrumentales. Por ejemplo, las ciencias humanas, la historia, el arte, las matemáticas, la informática básica o aplicada. Siempre que se pueda, la carrera elegida hay que ampliarla con estudios en otro país. No importa que parezcan alejados de la primera vocación.

Podrá parecer muy exigente el plan que propongo. Pero lo es todavía más si añado que el éxito en cualquier opción profesional pasa por acumular un continuo esfuerzo. Comprendo que es una exigencia difícil de cumplir, pues el sistema educativo actual ha desterrado el esfuerzo de los estudiantes y profesores. El valor de esmerarse solo se ha mantenido en el deporte. Se trata de aplicar esa misma orientación para la carrera principal o primera que uno se propone seguir. Esto es, hay que seguirla con espíritu deportivo.

Todo lo anterior encuentra una gran dificultad. Es tan amplia la oferta de titulaciones que ofrecen hoy los centros educativos, que los jóvenes pueden perderse ante el aparente exceso de información. Por fortuna, hoy todos los escolares manejan con soltura la internet. Si todavía se pierden con ella, les aconsejo que se metan en algunas de las aplicaciones que hay en el mercado para este menester de elegir carrera o para cambiar a otra. Está, por ejemplo, el programa Wikigrado, que les ayudará a informarse y tomar decisiones. Supongo que hay otros varios. No hace falta una información presencial; basta con las actividades en línea. Puede servir de mucho la demostración de la carrera que han seguido algunos profesionales exitosos. Se puede aprender mucho también de los errores de otros.

La opción mejor será siempre la que le permita a uno seguir aprendiendo. Insisto en que esa dedicación tiene que ser apetecible, como lo es la práctica de un deporte o viajar por placer o curiosidad. La dedicación de estar toda la vida aprendiendo es la que distingue a los científicos y a los artistas. Es decir, los que tratan de ser creadores.

La peor solución es limitarse a estudiar una carrerita cómoda, y con el propósito de ganar dinero cuanto antes. Un objetivo tan corto suele llevar al fracaso profesional y al descontento con uno mismo.

Amando de Miguel, L.D. 2018

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