Pro cultura de la muerte
El resultado del referéndum en Irlanda, ha sido en contra de la Cultura de la Vida, supondrá un avance de la cultura de la muerte, doblemente peligrosa porque se reviste de vida y derechos para arrebatarle las dos cosas a quien está en el seno materno.
Una mayoría superior al 60% de los votantes de ese país, aprobó la derogación de la famosa “Octava enmienda” al artículo XXX de la Constitución, que protege al concebido no nacido reconociéndole el derecho a la vida y garantiza su respeto y su defensa sin perjuicio del derecho a la vida de la madre. El Tribunal Supremo de Irlanda ha declarado que fuera de esta enmienda, no hay protección para el concebido no nacido. En el fondo estuvo el proyecto del gobierno para introducir el aborto libre dentro de las doce semanas de embarazo y el aborto a petición de la madre dentro de un plazo de seis meses por motivos de salud mental que aún no se han detallado.
Al unirse con el óvulo, el espermatozoide pierde la cola y fusiona su núcleo con el del gameto femenino. De esta simbiosis nace la primera célula del bebé: el huevo fecundado o cigoto, que contiene una información genética única: desde el color de ojos hasta la estatura aproximada que tendrá el nuevo ser humano. El Cigoto seguirá desarrollándose hasta su nacimiento. Por ejemplo, a los 22 días de concebido, el corazón del bebé comienza a latir. A las doce semanas, la criatura puede dar patadas, estirarse y saltar. Tiene brazos, piernas y dedos en las manos y en los pies. Le han crecido las uñas y pelo. Se le ha formado el rostro. Tiene cuerdas vocales y responde a los estímulos táctiles. Si lo tocan reacciona. Tiene todos los órganos vitales. A las doce semanas, en el seno de esa madre hay un ser humano que comenzó a formarse desde el mismo instante de la concepción. Ahora, a esa persona, se le quiere arrebatar la única defensa que la ley le da.
El resultado, pues, del referéndum supone un avance de la cultura de la muerte, doblemente peligrosa porque se reviste de vida y derechos para arrebatarle las dos cosas a quien está en el seno materno. Irlanda, que es referente en el mundo en materia de ayudas a mujeres embarazadas, se sumará así a la lista de países que han optado por introducir un pretendido “último recurso” que, de hecho, termina convirtiéndose -como sucedió en Inglaterra- en lo primero a lo que se recurre ante un embarazo no deseado.
Si las civilizaciones pudiesen vestirse de luto, la nuestra debería llevar ropajes negros mucho tiempo. Las raíces de la cultura de la muerteapenas se remontan al siglo XIX -Schopenhauer, Nietzsche, Marx, Darwin, Comte, etc.- pero han calado hondo en el discurso público.
Hay una hegemonía cultural del discurso favorable al aborto que lo presenta como un derecho, una conquista, un avance. He aquí la magnitud de la confusión moral que sufre nuestra civilización, cuya creencia en la dignidad intrínseca del ser humano y la sacralidad de la vida han sostenido este edificio que ahora parece agrietarse. Desde Occidente, esta fascinación por la muerte -el aborto, la eutanasia, la eugenesia, etc.- se ha ido extendiendo al resto del planeta.
En España, por ejemplo, conocimos unos datos sobrecogedores extraídos del Ministerio de Sanidad. En 2016, se practicaron en España un total de 93.131 abortos voluntarios. La cifra es aterradora. En España, se realizan más de 255 abortos al día. De los 93.131 abortos, cerca de 65.000 se practicaron en la semana 8 o antes. 22.407 entre la semana 9 y la 14. 5.533 entre la 15 y la 22. 216 con 23 semanas o más. Se acerca a 800 el número de mujeres que han abortado seis veces o más. Al mismo tiempo, España atraviesa un invierno demográfico, cuyas consecuencias sobre las pensiones, por poner un ejemplo, apenas han comenzado a notarse.
Todo es síntoma de la decrepitud moral de una sociedad que acaba con la vida de los más indefensos. Si el futuro es eso, hay que evitarlo. El 19 de noviembre de 1955 la National Review que dirigía William Buckley formuló en unos términos muy felices el sentido de la célebre revista conservadora: “Se alza contra la historia gritando “alto” en un tiempo en que nadie se inclina a hacerlo […]”.
No debemos perder la esperanza. Durante siglos, unos seres humanos sometieron a esclavitud a otros seres humanos. La historia del movimiento abolicionista es el relato de quienes se atrevieron a desafiar la idea de que el futuro ya estaba escrito y era irreversible, quienes se atrevieron a confiar en la razón y en la humanidad, quienes creyeron que otro mundo era posible. La tragedia del aborto, y el mar de insondable sufrimiento que se agita bajo los colores de las campañas en su favor, nos imponen una responsabilidad indeclinable. Ferdousí, el gran poeta persa autor del Shah Nameh, escribió: “No dejemos el mundo al mal”. Uno de los personajes de su obra, formula una pregunta que parece dirigida a nosotros “Si la muerte es justicia, ¿qué es la injusticia?”.
Debemos exigir como laicos y ciudadanos, más medidas de apoyo a las madres y a las familias, más alternativas y ayudas para evitar este crimen que se comete con el pretendido respaldo legal de unas leyes radicalmente injustas y mayor protección para los más indefensos de este mundo. La profunda deshumanización que está anegando nuestro tiempo – el hambre, la pobreza, la precariedad, la soledad, el abandono de los más débiles- tiene en el aborto un primer episodio que priva a los concebidos del más elemental derecho.
Ricardo Ruiz de la Serna (edit.)/ Gta. 2018
Etiquetas: Aborto
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