La gran contradicción científica: el envejecimiento, ¿una enfermedad?
Mientras nos esforzamos por alargar la esperanza de vida, científicos de varios países pretenden “que el envejecimiento se convierta en una enfermedad y se puedan prescribir fármacos para frenarlo”. Si al viejo se le considera enfermo, ¿se abrirá aún más la puerta a la eutanasia?
Se supone que los avances científicos para conseguir una mayor esperanza de vida tienen como objetivo conseguir que las personas vivan más años con un óptimo estado de salud. Y, a buen seguro, eso se está logrando en buena medida.
En cualquier caso, no se acaba de entender una gran contradicción en el campo de la ciencia: “muchos científicos están trabajando para lograr que el envejecimiento se convierta en una enfermedad”, afirma uno de los defensores de esta nueva forma de contemplar las ventajas de una mayor esperanza de vida.
Si esto es así, ¿cómo se puede entender que toda la sociedad en su conjunto se esfuerce por alcanzar una mayor esperanza de vida y haya científicos que se planteen calificar el resultado de esos avances como enfermedad en lugar de hablar de rejuvenecimiento, por ejemplo?
Una etiqueta equivocada
Uno de los científicos defensores de esta nueva concepción del envejecimiento es el australiano David Sinclair, biólogo y conocido profesor de genética que lleva a cabo sus investigaciones sobre los mecanismos que subyacen al envejecimiento y cómo modularlos en su laboratorio de la Universidad de Harvard.
“Muchos científicos están trabajando con los gobiernos de sus países para lograr que el envejecimiento se convierta en una enfermedad y se puedan prescribir fármacos para frenarlo”, aseguraba en declaraciones a Diario Médico publicadas este miércoles, 16 de mayo. Entre las naciones a las que se refería Sinclair, hay que destacar a Estados Unidos, Australia, Reino Unido y Singapur.
Este científico considera que la agencia estadounidense de medicamentos (FDA) está teniendo una actitud favorable a esta nueva tendencia y cree que la primera molécula indicada para tratar el envejecimiento podría ser la metformina. “Buena parte de los científicos que trabajan en este ámbito ya están tomando metformina. […] Yo lo hago y no tengo diabetes. ¿Por qué debería esperar a estar enfermo?”.
Ante los avances en este campo de la ciencia, Sinclair hace la siguiente propuesta: “si todo el mundo llegase a viejo a los 200 años, pero usted empezase a envejecer a los 70, ¿no sería eso una enfermedad?”.
“El envejecimiento no es una patología”
Sin embargo, no son pocos los científicos que consideran erróneo este planteamiento. María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), y Alejo Efeyan, coordinador del Grupo de Metabolismo y Señalización Celular del mismo centro, piensan que “el envejecimiento no es una patología, sino que está en el origen de múltiples enfermedades”, una forma de plantear la cuestión alejada de los postulados de Sinclair y otros científicos que piensan como él.
Blasco reconoce que fármacos como la metformina se están empezando a ensayar para paliar algunos efectos adversos asociados a la edad avanzada, pero no cree que sea prioritario modificar la actual concepción.
“La prioridad es aprender del envejecimiento para desarrollar estrategias terapéuticas que ayuden a frenar una progresión que ahora mismo no sabemos cómo parar”, asegura.
El resveratrol, superado
Según la información de Diario Médico, Blasco y Efeyan son dos de los organizadores de la reunión Marcadores del envejecimiento a escala molecular, celular y de todo el organismo, del CNIO y la Fundación “la Caixa”, que se ha celebrado en Madrid y ha contado con la participación del mencionado David Sinclair y la bióloga molecular Cynthia Kenyon, de la Universidad de California, que también es vicepresidenta de la compañía Calico, respaldada por Google.
Sinclair, conocido por sus estudios sobre los efectos del resveratrol en distintos modelos animales de envejecimiento, asegura que, actualmente, “hay fármacos que se están probando en humanos que son mil veces más potentes que el resveratrol”, como el compuesto MIB-626, que ya se está evaluando en un ensayo de fase I.
Los inicios de este investigador están ligados al descubrimiento de las sirtuinas, unas enzimas asociadas al envejecimiento. “Sabemos que la dieta y el ejercicio son saludables. Los genes de las sirtuinas son los responsables de esos beneficios”, añade Sinclair.
“Cuando tenemos hambre o hacemos ejercicio se activan esos genes. Por eso, las sirtuinas pueden constituir dianas terapéuticas para activar las defensas naturales del organismo frente a las enfermedades. […] Queremos conseguir lo mismo en personas” explica.
Por su parte, las conclusiones de la investigación de Kenyon, que se basa en unos genes distintos, DAF-2 y DAF-16, van en la misma línea de las obtenidas por Sinclair.
La científica ha tomado como organismo modelo al gusano más famoso en el mundo científico, el diminuto Caenorhabditis elegans. Una de las principales ventajas de trabajar con él, según la científica, es que vive muy poco, en torno a tres semanas. Así, la observación del envejecimiento en este animal y la manipulación de su ADN mostró que “modificando el gen DAF-2 se podía duplicar su longevidad”, señala.
¿Rejuvenecer o enfermar?
Sin embargo, sin entrar a cuestionar el aspecto positivo de todos estos avances, aunque aún es pronto para constatar los efectos rejuvenecedores en humanos, los planteamientos de Blasco y Efeyan sobre cómo conceptualizar el objeto de estudio de los actuales avances científicos para paliar los efectos negativos del envejecimiento se acerca más al concepto en positivo de “rejuvenecer” que al de “enfermedad”.
De hecho, nunca antes se había llegado a alcanzar edades tan avanzadas como ahora con un óptimo estado físico. En un pasado no tan lejano, sobrepasar los 50 era prácticamente sinónimo de vejez, y si se alcanzaban los 75 era un caso extraordinario.
Al mismo tiempo, lo que antes se consideraba una ventaja importante, en el sentido de que el anciano era proveedor de conocimiento, ahora se pretende que pase a ser un inconveniente calificado como enfermedad.
En ese sentido, ¿por qué nos empeñamos tanto en prolongar la esperanza de vida si solo conduce a convertirse en una enfermedad?
¿Otra puerta abierta a la eutanasia?
No está de más alertar sobre otro posible efecto negativo de considerar el envejecimiento como una enfermedad. Si al viejo se le considera enfermo, ¿no abriría este nuevo concepto una puerta más a la legalización de la eutanasia?
Al respecto, en dos países que han hecho bandera de la eutanasia, Holanda y Bélgica, el número de pacientes que han sido eutanasiados en los últimos años está aumentando de forma preocupante.
Hasta tal punto esto es así que, a finales de enero de este año, dos responsables de evaluar la eutanasia en estos dos países dimitieron ante el aumento de casos injustificados.
En suelo holandés, las muertes por eutanasia en 2017 rondaron los 7.000 casos, incluso con algún paciente que no lo había solicitado; mientras en Bélgica la ley permite que se pueda aplicar sin límite mínimo de edad. En los dos países, enfermos mentales y deprimidos, entre otros casos, están en el punto de mira de la eutanasia.
Con este escenario como ejemplo, ¿sería una buena decisión calificar el envejecimiento como enfermedad?
por FERRAN ESTEVE / F.L., 2018
Etiquetas: Eutanasia
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