Prohibido discrepar: ¿el fin de la Libertad de Expresión?
Desde 1993 las Naciones Unidas vienen celebrando todos los 3 de mayo lo que se ha venido a llamar el Día Mundial de la Libertad de Prensa con el objeto de fomentar unos medios de comunicación “libres, pluralistas e independientes”.
La realidad mediática, sin embargo, dista mucho de encajar en tal definición. De un tiempo a esta parte la libertad de expresión está viéndose mermada de forma alarmante. Algo que ocurre, tristemente, con el beneplácito, cuando no complicidad, de las grandes plataformas de comunicación de masas.
Ni Libertad de Prensa ni Libertad de Expresión
La libertad de prensa deja de operar desde el momento en el que la libertad de expresión es cercenada. Es justo lo que está ocurriendo con determinados ámbitos de debate sobre los que se ha establecido la censura, el hostigamiento y hasta la sanción legal.
El relato común, sobre todo en lo relativo a la llamada ideología de género, no admite discrepancias. Contradecir los dogmas que los ideólogos, activistas, políticos y la inmensa mayoría de los medios han establecido como los únicos válidos supone un acto heroico y no exento de consecuencias. Repetimos, también legales.
Cabe recordar lo establecido sobre la libertad de expresión en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundirlas”.
Un ejemplo español: Alicia Rubio y el Colegio Juan Pablo II, casos para la preocupación
El caso de la profesora Alicia Rubio, cesada como jefa de estudios por publicar un libro contrario a la ideología de género, es la última muestra de una peligrosa deriva totalitaria en la que se ha instalado la realidad política y social española.
Rubio mostró su opinión, contraria a las leyes de género, en un libro de nombre “Cuando nos prohibieron ser mujeres… y os persiguieron por ser hombres”. Sufrió un feroz linchamiento ideológico que incluyó acoso y amenazas. No encontró amparo. El claustro de profesores del Instituto donde imparte clases la cesó de manera fulminante. Ni una palabra de apoyo. De ningún partido político. Ningún medio se ha hecho eco de ello.
Aún más preocupante resulta el caso del Colegio Juan Pablo II de Madrid, cuyo director ha sido multado por hacer llegar una carta a los padres de sus alumnos en la que discrepaba de los postulados de la ideología de género. Una sanción que se produce en virtud de una ley, llamada “contra la LGTBfobia”, que opera hoy en la Comunidad de Madrid (y con redacciones similares en nueve autonomías más) y que no tolera disensiones.
Nadie levanta la voz. Nadie está velando por la libertad de expresión. Tampoco los medios, que guardan un silencio cómplice en el día de la libertad de prensa.
En Venezuela ya se está promoviendo la frase: “contra la homofobia”, que es un instrumento ideológico contra los que piensan diferente al homosexualismo político, varios partidos tienen representantes de la llamada “sexodiversidad (término científicamente absurdo según viene utilizándose para agrupar a todos los LGTB, porque la especie humana solo tiene 2 sesos: masculino y femenino), que según Maduro, tendrían representación en una nueva Asamblea Constituyente ya sabemos para exigir qué: “matrimonio” homosexual, enseñanza LGTB en las escuelas, adopción por parejas homosexuales, reproducción artificial, tratamientos pagados por el Estado de cambio de Género, penalización a quienes cuestionen la ideología de género, representación en la mayoría de los organismos, etc. En los medios de comunicación nacionales, no se toca el tema, y cuando se hace es para apoyar la ideología en referencia. Es hora de que las personas sensatas tomen conciencia y se animen a defender una correcta antropológia humana, o si quieren la “sexonormalidad”.
Gta (edit) / 2017
Etiquetas: Sociedad
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