martes, 22 de mayo de 2018

La nueva ofensiva revolucionaria: el feminismo radical


Es evidente que la libertad de pensamiento y de expresar opinión tendrá que enfrentarse a partir de ahora con una nueva estrategia revolucionaria. Se ha encontrado una respuesta teórica al tema del “matrimonio” homosexual y de la destrucción del “yo” con la destrucción de la sexualidad natural, de modo que era preciso para quienes quieren subvertir a la sociedad y destruir la familia, introducir otra táctica: enfrentar las mujeres a los hombres, hacerlos aparecer como enemigos, destruir el amor natural que lleva a la constitución de la familia y a la sana crianza de los hijos.

Toda esta alharaca repentina y en casi todo Occidente, sobre el acoso sexual es una importación desde Estados Unidos, seguramente pagada por el financista [visible] de todos los movimientos “revolucionarios”, George Soros.

No se habla de castidad, no se habla de las exigencias del amor y del respeto. No se habla de misericordia. Se ponen las bases, simplemente, para el linchamiento moral y aun físico de quienes intenten defender el orden cristiano de la familia. Se pide suprimir “cátedras sexistas”. ¿Qué significa eso? ¿Suprimir las cátedras en las que se diga, por ejemplo, que el aborto es un homicidio? ¿Las cátedras en las que se discuta si el feto o el cigote son seres humanos, como ha pasado en Bélgica, en una universidad católica?

El tema no es nuevo, en realidad. Aparte de ser una reedición del Mayo francés de 1968, aparece ya en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Veamos algunos pasajes, en los que se defiende el intento comunista de abolir la familia: “¡Pero es que vosotros, los comunistas, queréis establecer la comunidad de las mujeres!  nos grita a coro toda la burguesía. Para el burgués, su mujer no es otra cosa que un instrumento de producción.  Oye decir que los instrumentos de producción deben ser de utilización común, y, naturalmente, no puede por menos de pensar que las mujeres correrán la misma suerte con la socialización. No sospechan que se trata precisamente de acabar con esa situación de la mujer como simple instrumento de producción.”

Como se ve, el patriarca de la ideología de género y del feminismo radical es quien ha trazado su objetivo y sus métodos a los revolucionarios actuales, pasando por los norteamericanos, los franceses, los chinos y los rusos. El objetivo es destruir toda asociación humana que no sea un Estado controlado absolutamente por el Partido Comunista. (Éste hoy en día tiene una estructura visible y otra invisible, por supuesto. Esto aparecía ya en el Discurso de la Autoridad Central a la Liga Comunista, de 1850: no se puede prescindir de la sociedades secretas, que tienen la ventaja de que pueden infiltrarlo todo). La última asociación humana que hay que destruir es la familia. Hay que dejar al individuo desnudo ante el Poder Comunista, el Absoluto Leviatán, el Totalitarismo que por aparecer “con rostro humano”, por eso mismo, superó al nazismo. Nunca se había logrado esto tan hondamente como en China. Pero ahora se quiere llegar aún más lejos: el ideal en este punto lo trazó Aldous Huxley.

La táctica aparece con cierta claridad en el fragmento que dedican Marx y Engels a la abolición de la familia. Se trata de encontrar los vicios, grandes o pequeños, que existen en toda institución. Una vez encontrados, se generalizan, se le atribuyen a la institución, y entonces se propone la abolición de la institución. En el caso de la familia no es tan sencillo, porque todos tienen experiencia directa de la familia y porque el país que intenta abolir la familia cae en una debilidad estructural que le impide hacer la guerra con eficacia, lo cual es malo mientras el poder revolucionario no es global: Lenin echó marcha atrás en la abolición de la familia porque la URSS perdió en su guerra contra Polonia en 1922. Es preciso, por eso, preparar el terreno previamente para que sea posible abolir la familia.

Primero hay que relajar los vínculos familiares. Hay que introducir el divorcio y reconocer uniones de hecho, de modo que se relativice el matrimonio y se pierda conciencia de su carácter de quicio del vínculo de consanguinidad. Para esto se destruyen todas las protecciones legales del matrimonio como institución (por ejemplo, el castigo al adulterio y la protección de los hijos legítimos o de la integridad del patrimonio del hogar) y se intenta que el pueblo lo conciba como una bendición estatal de una unión amorosa. Esto es un progreso enorme en la vía de la abolición, pues debilita las defensas de consanguinidad que naturalmente tiene el vínculo.

Luego hay que producir generaciones de jóvenes hedonistas, cuyo juicio quede nublado por la pasión. Desean tanto el placer sexual y el placer de la droga, que están a merced de quien quiera que proponga una “liberación” respecto de la ley o la verdad moral. Así obtienen una legión de revolucionarios entusiastas y enérgicos, que en su mayoría no perciben que están forjando las cadenas con que se amarrará a su pueblo y a su propia familia y se destruirá todo lo que ellos aman cuando están sobrios.

La corrupción de estos jóvenes debe ser profunda: hay que llevarlos a abortar o procurar abortos, porque así, por esta suerte de “sacrificio humano de iniciación en logias diabólicas”, los jóvenes, y sobre todo las jóvenes, si no quedan destruidas y desmoronadas, se transforman en los mejores agentes.

Para captar a estas jóvenes hay que presentar a la revolución como una “liberación”. Liberación de los hijos frente a los padres (¡por medio del aborto se libera a los niños!), y liberación de la mujer frente al hombre. Hay que introducir la división en el seno de la familia, sembrar y agudizar la enemistad de la mujer frente al hombre. Hay que producir resentimiento (como con los proletarios o los “pobres”), de manera que surja un deseo irracional de venganza y los ingenuos revolucionarios no perciban que se les está empujando a destruir su propia libertad y todo lo que hay de hermoso en el mundo: todo el botín que desean es la destrucción de ésos que el Partido les ha enseñado que son sus enemigos. (Las víctimas de esta venganza irracional ni siquiera saben que son los enemigos).

Mediante la alocada cacería de brujas que parece estar desatándose, se introduce la sospecha y la desconfianza. ¿Cómo podrá un joven cortejar a una joven sin temer que pueda pasar algo después? ¿Cuándo le tomará la mano? El que es revolucionario sabe que puede hacer lo que quiera, pues, mientras lo apoye el Partido o la Logia que tiene el poder de destruir o proteger, es intocable. Pero el joven cristiano, si tiene un desliz puede pagarlo caramente. Y aun si no tiene un desliz, pero destaca en la defensa de la verdad, lo pagará caramente. (A menos que se organice y logre constituir una red consciente de la táctica y dispuesta a resistirla.)

Pero es preciso que los medios repitan al unísono los mitos con que se intenta echar la culpa de los males de la humanidad a la familia. Que el pueblo quede tan aturdido con pseudo-historia y pseudo-noticias, que no perciba que el objeto de la calumnia es él mismo. Que se le está pidiendo que consienta en la destrucción de todo lo que le es sagrado, aun la memoria de los ancestros y su lealtad con Dios, que es el quicio del orden jurídico y político (como ya vio Platón en Leyes X).

Por último hace falta que la presión revolucionaria venga del globo entero. Que no haya peligro de que un poder “reaccionario” derrote a los revolucionarios, como Polonia derrotó a la URSS en 1922. Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Rusia y China, todos nos empujan por la vía de la revolución. (¿Recuerdan el espectáculo que Bachelet dio cuando hubo los grandes incendios del verano 2016-2017 y los rusos enviaron su avión cisterna?).

Entonces ha llegado el momento de comenzar la ofensiva contra la familia en sí misma. No ya una simple confusión sobre la naturaleza del matrimonio o la importancia de la consanguinidad, sino una intervención directa sobre los lazos que se forman naturalmente, a pesar de toda la presión mediática.

La revolución “cultural” se prepara para pasar a los “hechos”. El caso de Alfie es una advertencia para el mundo: el Leviatán está listo para ignorar la patria potestad e intervenir para imponer la eugenesia. Así piensan nuestros revolucionarios: “Se acabó esa estupidez de la ‘dignidad’, del amor a la persona por lo que es y no por lo que puede dar o hacer. –Estupidez cuyo guardián ancestral ha sido la familia, sobre todo la familia cristiana, que recibe a los minusválidos con amor y los cría… ¡Como si fueran personas! ¡Oh, por el perro, por Marx y Lenin! ¡Están degradando la raza con esa melcocha nauseabunda, cristiana!” [1]

Con todo, los revolucionarios no pueden resistir a un pueblo que tenga una minoría significativa que perciba la agresión y esté dispuesta a defenderse de manera adecuada. Como decíamos en Venezuela, “todo malo es cobarde”. La fuerza de los revolucionarios está en las sociedades secretas, en el engaño, en la corrupción. Por esto, aunque todo parezca perdido, no lo está si esa minoría, que todavía existe, se organiza y logra que una masa importante de jóvenes perciba el peligro y el engaño.

Lo que hay ahora es una lucha religiosa. La religión atea y anómica,  que es el marxismo (y otras religiones ateas y anómicas vecinas al marxismo) quieren destruir  sobre todo el cristianismo, y sobre todo el catolicismo (que es la plenitud del cristianismo, y los enemigos lo saben).
Hay, pues, que percatarse de que nos encontramos ante un ataque contra los cristianos, un intento de tiranizarlos, tiranizarnos, organizado por ancestrales enemigos.
Ahora parecemos encontrarnos sin capitán o guía en una guerra global y sin cuartel que el mismísimo infierno está desatando. Pero sí tenemos un Capitán: Ése que se entregó por nosotros, que fue contado entre los malhechores para redimirnos de nuestros pecados. Hemos de dar testimonio de la Verdad y del Amor, aunque eso nos traiga, de las manos tiránicas que nos oprimen, el ser contados también entre los malhechores, y el ser llevados al patítulo, moral o físico. “El mundo se alegrará, y ustedes estarán tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo” (Juan 16:16…)

Carlos A. Casanova (Abogado. Doctor en Filosofía. Académico), 2018

[1] Ya Margareth Sanger, fundadora de Planne Parenthood, había inspirado este pensamiento a su más grande discípulo hasta Peter Singer: ya Adolfo Hitler había iniciado esta campaña eugenésica en 1940, con la oposición de “los curas”.

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