¿Qué hacer ante la homosexualidad?
El drama de la homosexualidad
Pienso que cualquiera
que haya conocido un poco de cerca el drama de una persona homosexual, siente a
partir de entonces una comprensión y un aprecio muy especial por quienes sufren
esa situación. Cuando se comprende un poco mejor la realidad del
sufrimiento de esas personas, dejan de hacer gracia las bromas sobre este
asunto, y más bien producen un profundo desagrado.
-¿Pero es realmente posible salir de la homosexualidad?
No digo que sea fácil,
porque no lo es, pero no hay que dejarse llevar por planteamientos fatalistas,
ni siquiera en los casos en que las tendencias homosexuales son intensas y
están muy arraigadas. La idea de que el homosexual no puede cambiar suele
responder más a una reivindicación de grupo que a una realidad orgánica o
fisiológica.
La medicina ha
avanzando mucho, y hay abundante experiencia clínica de que la homosexualidad
se puede superar con una terapia adecuada. Así lo asegura, por ejemplo, el
psicólogo holandés Gerard van der Aardweg, sobre la base de una experiencia
clínica de veinte años de estudios sobre la homosexualidad.
Aardweg insiste en que
el homosexual tiene también instintos heterosexuales, pero que suelen ser
bloqueados por su convencimiento homosexual. Por eso, la mayor parte de los
pacientes que lo desean verdaderamente y se esfuerzan con perseverancia,
mejoran en uno o dos años, y poco a poco disminuyen o desaparecen sus
obsesiones homosexuales, aumentan su alegría de vivir y su sensación general de
bienestar. Algunos acaban por ser totalmente heterosexuales; otros padecen
episódicas atracciones homosexuales, que son cada vez menos frecuentes conforme
toma fuerza en ellos una afectividad heterosexual.
-Pero a algunos quizá les supondría un esfuerzo tan grande que les
obligaría a llevar una vida muy difícil...
Incluso para los
homosexuales más graves, no hay otro camino de liberación que luchar por
corregir sus inclinaciones desviadas. Hay que tener en cuenta que rendirse a
esas tendencias, con la consiguiente búsqueda constante de contactos y de
relaciones -que suelen ser inestables y frustrantes por su propia naturaleza-,
desemboca a la larga en una espiral de mayor insatisfacción.
Dejarse llevar produce
una angustia aún más grande, pues lleva a una vida de profundos desequilibrios
afectivos, disfrazados quizá por una satisfacción aparente, pero que acaba
conduciendo a una mayor desesperanza y un mayor deterioro psíquico. Por esa
razón la Iglesia católica les alienta a asumir la cruz del sufrimiento y de la
dificultad que puedan experimentar a causa de su condición.
-¿Y cómo se asume esa cruz?
Viviendo la castidad,
un sacrificio que les proporcionará como beneficio una fuente de autodonación
que los salvará de una forma de vida que amenaza continuamente con destruirlos.
La actividad homosexual impide la propia realización y felicidad, porque es
contraria a la naturaleza.
Es cierto que en los
casos más graves quizá no sean aptos para el matrimonio, pero siempre son aptos
para amar -de otra manera- a los demás, y así pueden vivir incluso con un amor
mayor que el que reina en muchos matrimonios.
La Iglesia les pide
que vivan la castidad, por su propio bien, exactamente igual que se lo pide a
todas las personas heterosexuales que no están casadas.
-¿Y si encuentran
mucha dificultad para curarse y se abandonan a esas tendencias? Porque, además,
muchos se niegan a considerarlo una enfermedad, y dicen que es algo genético.
Hace más de un siglo
que se busca un origen genético a la homosexualidad, y los avances científicos
indican más bien que no lo hay. Los últimos descubrimientos en el mapa genético
reafirman cada vez más la libertad del ser humano. Craig Venter, fundador de
una de las compañías más punteras en investigación genética, concluía
recientemente que "la maravillosa diversidad de los seres humanos no está
tanto en el código genético grabado en nuestras células, sino en cómo nuestra
herencia biológica se relaciona con el medio en que vivimos. No tenemos genes
suficientes para justificar la noción de un determinismo biológico, y es
altamente improbable que puedan existir genes específicos sobre el alcoholismo,
la homosexualidad o la agresividad. Los hombres no son prisioneros de sus
genes, sino que las circunstancias de la vida de cada individuo son cruciales
en su personalidad".
La homosexualidad no
es genética, sino sobrevenida. Y las terapias de curación de la homosexualidad
tendrán más éxito en unos casos que en otros, pero eso no tiene nada de
extraño. Hay muchas enfermedades, como el asma o la artritis reumática, por
ejemplo, que por el momento no siempre se pueden curar. Pero ningún médico
serio concluiría que no tiene sentido someter a esos pacientes a un
tratamiento, o estudiar nuevas posibles terapias. Abandonarse a las tendencias
homosexuales no es un estilo de vida alternativo recomendable para nadie.
-Si es una enfermedad, ¿por qué no figura en el catálogo mundial de
enfermedades mentales?
Es cierto que en 1973
la homosexualidad fue extraída del "Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders" (DSM), pero hay que decir que aquello constituyó uno de
los episodios más deprimentes de los anales de la medicina moderna. Fue
relatado ampliamente por uno de sus protagonistas, Ronald Bayer, conocido
simpatizante de la causa gay, y es un buen ejemplo de cómo la militancia
política puede llegar a interferir y alterar el discurso científico. Durante los
años previos a esa decisión se sucedieron repetidos intentos de influir en los
congresos de psiquiatría mediante insultos, amenazas, boicots y otros modos de
presión por parte de de activistas gays. El obstruccionismo a las exposiciones
de los psiquiatras fue en aumento hasta llegar a tomar la forma de una
auténtica declaración de guerra. La victoria final fue para el lobby gay,
aunque hay que decir que a pesar de la propaganda y de las presiones, la
aprobación de la exclusión de la homosexualidad del DSM no obtuvo más que el 58
% de los votos. Era una mayoría cualificada para una decisión política, pero un
tanto sobrecogedora para dar por zanjado un análisis científico de un problema
médico. Se piense lo que se piense al respecto -y la falta de unanimidad médica
debería ser una buena razón para optar por la prudencia en cuanto a las
opiniones tajantes-, la verdad es que la controvertida decisión final que
afirmaba que la homosexualidad no era un trastorno psicológico estuvo más
basada en la acción política que en una consideración científica.
¿Es o no una enfermedad?
"Fui homosexual
activo durante veintiún años, hasta que me convencí de la necesidad de cambiar
-explicaba Noel B. Mosen en una carta publicada en la revista New Zealandia.
"Con la ayuda de
Dios, lo conseguí. Ahora llevo seis años felizmente casado y no experimento
ninguno de los deseos homosexuales que antes dominaban mi vida. En todo el
mundo son miles las personas que han cambiado, igual que yo.
"Es falso que se
haya probado la existencia de un gen que determine la homosexualidad. Si los
genes fueran determinantes, cuando uno de dos gemelos fuera homosexual, también
el otro tendría que serlo; pero no ocurre así.
"Además, si la
orientación sexual estuviera genéticamente determinada, no habría posibilidad
de cambiar; pero conocidos expertos en sexología como D. J. West, M. Nichols o
L. J. Hatterer, han descrito muchos casos de homosexuales que se convierten en
heterosexuales de modo completamente espontáneo, sin presiones ni ayuda de
ninguna clase.
"Mi experiencia
es que la homosexualidad no es una condición estable ni satisfactoria. No es
libertad: es una adicción emocional."
En las últimas
décadas, sin embargo, se ha impuesto una especie de férrea censura social que
tacha de intolerante todo lo que contradiga la pretensión de normalidad
defendida por determinados grupos homosexuales muy activos. Estos grupos de
influencia presentan el estilo de vida homosexual de modo casi idílico. Pero,
como ha señalado Aardweg, esto no es más que simple propaganda, pues cuando se
escucha la historia personal de homosexuales se ve claro que en ese género de
vida no se encuentra la felicidad. La otra cara de la moneda, que tantos se
empeñan en silenciar, es la ansiedad, los celos, la sensación de soledad o las
depresiones neuróticas, por no mencionar las enfermedades venéreas y otras
patologías somáticas.
La satisfacción
estable y la felicidad no llegan a través de las relaciones homosexuales.
Transcribo otro testimonio publicado recientemente en El Semanal. "Leí la
entrevista que salió en el número 656 de su revista el pasado 21 de mayo. Si
ese chico es feliz viviendo su homosexualidad, pues me alegro. No quiero ahora
valorar la homosexualidad ni a quienes la practican. Tan solo quiero dar mi testimonio
por si a alguien le sirve. He vivido mi homosexualidad durante unos diez años.
He sufrido constantes angustias, infidelidades, traiciones y celos. Desde hace
un año he cortado con esas relaciones y procuro salir con chicas y cambiar de
ambiente. Cada vez me encuentro más feliz y no quiero caer en los errores
pasados. Creo considerarme un ex gay. Aviso a navegantes: ¡ser gay no es tan
rosa como lo pintan!"
No es una simple cuestión de palabras
La correcta
comprensión de este problema no es una cuestión de teorías o de simples
precisiones académicas o terminológicas. Acertar en este punto representa dar o
no esperanza a muchas personas que viven prisioneras del viejo dogma de que la
homosexualidad es algo innato, inmutable y extendidísimo. Un error que produce
daños irreparables a mucha gente.
Se habla tanto y tan
desenfocadamente de la homosexualidad, que empieza a ser un tema de seria
preocupación en muchos adolescentes, que empiezan sin motivo a creer que tienen
tendencias homosexuales. Con el problema añadido de que pocos se atreven a
hablarlo a tiempo con la persona adecuada.
No es extraño que un
adolescente sienta en algún momento unas leves tendencias homosexuales debidas
a algún pequeño problema del desarrollo, habitualmente pasajero y que pronto
queda en nada. Pero si a esa chica o ese chico se le ha hecho creer que la
homosexualidad es de origen genético, y que es algo permanente, y que es
incurable, esa idea puede provocar que ese adolescente convierta un sencillo y
circunstancial problema en una profunda crisis de identidad sexual, y acabe por
orientar su vida en una dirección equivocada.
Esas crisis de
confusión sobre la identidad sexual en la adolescencia no son difíciles de
superar, con o sin ayuda médica, según la gravedad del caso. Lo que sería un
gran error es aconsejarles que asuman la condición de homosexual como algo
normal y definitivo, y animarles a que desarrollen su sexualidad en ese
sentido.
Cuando se afirma que
las personas con inclinaciones homosexuales no pueden sino actuar según esas
inclinaciones, en el fondo se está negando a esas personas lo más
específicamente humano, que es la libertad personal. Quizá no son responsables
de sentir esas inclinaciones, pero sí serían responsables de practicarlas y
contribuir así a reforzar su tendencia, con lo que se hacen un daño grande a sí
mismos. Siempre hay que procurar ser comprensivo con quien no logra remontar
una dificultad, de cualquier tipo que sea, pero negar por principio que pueda
hacerlo demuestra considerar en muy poco al hombre. Sería una actitud pesimista
y triste, y además muy poco tolerante.
-¿Y qué contestarías a quienes dijeran que tus ideas sobre este tema son
"homófobas", y que por tanto no deben tolerarse?
Les pediría que
rebatan mis afirmaciones. Todos tenemos derecho a sostener lo que nos parezca
verdadero u oportuno. Si quieren rebatir afirmaciones científicas han de
hacerlo con otras de la misma naturaleza. Si se trata de opiniones o juicios de
valor, tendrán que oponer otros. Pero no la intolerante exigencia del silencio
o de la rectificación forzosa. Porque hay mucho progresista cazador de brujas
que quisiera quemar en una pira pública todo lo que no coincida exactamente con
sus dogmas sobre el tema, pero la libre investigación científica y la libertad
para expresar valoraciones y opiniones no pueden quedar limitadas por los
prejuicios ideológicos, por más que estos se enmascaren con el ropaje de la
dignidad ofendida.
Me llama la atención
que quienes defienden, por ejemplo, la castidad o la fidelidad conyugal tengan
que padecer, en nombre de la tolerancia, todo tipo de ataques o de burlas, y
sin embargo no se pueda opinar sobre cómo debe abordarse el tema de la
homosexualidad. Parece que no puede hablarse sobre aquellos a quienes el
"progresismo oficial" otorga la condición de agraviados. Es una
curiosa "tolerancia unidireccional", por la que unos pueden atacar
pero nunca ser atacados. Al final es un simple un problema de libertad de
expresión, pues dictaminar qué se puede o no defender públicamente es siempre
un atentado contra la libertad de expresión, y la reducción del adversario al
silencio es siempre síntoma de debilidad intelectual.
La actitud de la Iglesia
-¿Y por qué la Iglesia católica es tan dura y poco comprensiva con los
homosexuales?
Me parece que no es así.
Es la misma sociedad la que, en muchas épocas y ambientes, ha sido dura y poco
comprensiva con el homosexual. A veces los católicos se han contagiado de esa
mentalidad, pero la Iglesia católica sabe bien que las tendencias homosexuales
constituyen para algunas personas una dura prueba, e insiste en que deben ser
acogidas con respeto, compasión y delicadeza, y que ha de evitarse respecto a
ellas todo signo de discriminación injusta.
Las inclinaciones
homosexuales son objetivamente desordenadas, y por tanto es inmoral
realizarlas, pero el homosexual como persona merece todo respeto. Esas personas
están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas,
a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar
a causa de su condición. Deben pedir ayuda a Dios, aceptar el sacrificio que
comporta su situación, y luchar con paciencia y perseverancia por salir de
ella.
Una persona homosexual
es portadora de una cruz singular. No es fácil dar al asunto mejor explicación
que al hecho de que tantas personas sufran enfermedades o limitaciones físicas
o psíquicas de cualquier índole, y que a veces tanto cuesta entender y aceptar.
También hay gente que, por ambiente o por educación, o por otras razones, han
caído en el alcoholismo, o en la droga, a veces sin demasiada culpa por su
parte. Y todos ellos deben soportar esa cruz, y procurar salir de esa
situación, sin tomarla como justificación para llevar un estilo de vida
abandonado al error.
Esas personas han de
ser ayudadas para que puedan ser plenamente felices. Y su necesidad principal
no es el placer sexual, sino la alegre y necesaria certeza de sentirse
queridas, comprendidas y aceptadas personalmente. Pero la solución no son las
relaciones homosexuales. Lo único que se alcanza con ellas es entrar en un
círculo vicioso, pues la necesidad, no solo sexual sino afectiva, no queda
satisfecha.
La acción pastoral de
la Iglesia con estas personas -señala el teólogo Georges Cottier- ha de
caracterizarse por la comprensión y el respeto. Con frecuencia se les ha hecho
sufrir como consecuencia de actitudes que son más bien fruto de prejuicios que
de auténticos motivos de inspiración evangélica. Tienen que sentirse miembros
de pleno derecho de la parroquia, y para ellos vale la misma llamada a la
santidad del resto de los demás hombres y mujeres. Hay que tener siempre
presente la maternidad de la Iglesia, que ama a todos los hombres, también a
aquellos que tienen grandes problemas.
Georges Bernandos y Alfonso Aguiló
interrogantes.net
Georges Bernandos y Alfonso Aguiló
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Etiquetas: Homosexualidad
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